Conny Beyreuther | 7K
Interview
Joxemari Carrere
Cuentacuentos

«Las historias son, muchas veces, las que casi inconscientemente nos dan una razón de ser»

En esta entrevista, el actor, autor y contador de cuentos Joxemari Carrere acerca a los lectores su mundo, el de la narración y la transmisión oral, analiza el estado de salud de este arte y reflexiona acerca de su importancia en la conformación de la identidad de cada pueblo. De la mano de Carrere NAIZ.info viene ofreciendo la iniciativa ‘100 ipuin, gure hitza ehuntzen’; un cuento cada día hasta llegar al próximo 8 de junio, jornada en la que Gure Esku Dago quiere tejer y construir una cadena humana desde Iruñea hasta Durango.

Joxemari Carrere (Conny Beyreuther)
Joxemari Carrere (Conny Beyreuther)

El 20 de marzo es el día internacional de la narración oral. El lema de este año es «monstruos y dragones». ¿Qué le sugiere?
Es una serie de literatura, ¿no? monstruos y dragones. No sé, porque, al final, lo de los días internacionales de las cosas... A mí me gustan los monstruos y los dragones, pero al final es una especie de estereotipo: hay dragones en todas las culturas... y está bien, para dar miedo, porque a veces necesitas eso para atrapar al público. Es muy fantástico, muy arturiano, lo de monstruos y dragones. Es un lema para un día, no le veo más recorrido.

¿Al empezar un cuento ya sabe como acaba?
Sí, claro.

¿Pero...?
Me refiero a que conoces el cuento, pero lo interesante, en realidad, es cómo llegas hasta el final. El final lo condiciona todo, más allá del clásico «y fueron felices y comieron perdices».

¿Lo cuenta de un modo diferente cada vez?
Sí, claro. En realidad tienes la historia, no el texto. Así como empieza acabará la historia. Cada una finaliza de alguna manera, pero, para mí, lo importante es...

¿El camino?
Sí. Hay muchas maneras de acabar una historia, a veces se deja abierta o de repente termina. ¿Y ahora qué? Pues ha terminado. Pero lo importante es que cuando lo cuentes, aunque haya acabado, siga en la cabeza de la gente. Eso es lo que tienes que conseguir, eso es lo interesante.

¿Cómo llegó el cuento al mundo?
Un pueblo indígena, creo, contó algo así como que Dios creó al hombre porque tenía necesidad de que le contaran historias. Estaba solo y aburrido. Pero yo qué sé..., aunque es una buena justificación.

¿Y cómo han sobrevivido los cuentos hasta hoy?
Yo creo que es, por una parte, por la necesidad de relacionarse de las personas. Somos seres sociales, tienes que contar algo, ¿no? Cosas. Pero también para intentar entendernos a nosotros mismos. Cuentas algo para entender el mundo donde vives y para compartirlo.

¿Escuchar es un arte olvidado?
No lo sé. Tengo muchas dudas sobre eso. Es lo que se dice, que hoy en día la gente no escucha. Yo creo que sí escucha lo que le interesa. El problema es: ¿qué nos interesa? Nos cuentan las cosas para que las escuchemos o para que las aceptemos sin más. Hay muchas cosas que, en realidad, no te impulsan a una dialéctica. Simplemente es así o asá. Entonces, ¿para qué vas a escuchar eso y prestar atención si ya tienes la respuesta masticada? Tú escuchas cuando te interesa, cuando te hace reflexionar.

¿Ha sentido la tentación de pedir los móviles a los adolescentes a la entrada de una actuación?
Con los jóvenes se mete mucho la gente, pero en realidad los niños y los jóvenes repiten lo que ven. De hecho, ¿quién les compra los móviles? Lo normal, si todo el mundo tiene móviles, es que un adolescente también quiera tener uno. Pero yo lo que veo es a la peña todo el día con los teléfonos móviles y no solo, o no tanto, a los adolescentes...

Lo que tienes que hacer es contarles algo interesante, que es lo realmente complicado, algo que les interese más que mirar el móvil.

¿Cuál es la situación de los contadores de cuentos en Euskal Herria?
Ahora salen muchos, sobre todo en el mundo de los niños. Es un oficio del que se oye hablar mucho, pero que en realidad nadie ha visto... Se ciñe al mundo de los niños. Pero más que la cantidad me interesa la calidad de narración, las propuestas.

¿Debería ser un arte protegido?
Hombre, los narradores deberíamos estar protegidos (sonríe). Pienso que la cultura debería ser protegida, la cultura en general. El interés por la cultura, una cultura de calidad. La gente dice, «jo, está muy subvencionada la cultura», cuando en realidad lo más, lo más, lo más subvencionado, para empezar, son los bancos y las empresas. Los empresarios. Lo que se da a la cultura comparado con eso es ínfimo.

Pero la protección no es solo en términos de dinero; pienso que debe fomentarse un interés social por la cultura. Como la sanidad y la educación, que se consideran bienes sociales, la cultura también debería ser considerada así. No es solo una cosa para aparcar a los niños, de consumo, sin más, sino un bien social.

No como si fuera una especie en extinción que debe ser conservada...
Sí, como el oso... Pienso que es como la sanidad y la enseñanza. Nadie lleva (o casi nadie) los niños a la escuela pensando: «Mira, aquí te dejo al niño para que lo cuides unas horas». Sino para que aprendan, se alfabeticen, adquieran conocimientos. Se considera un bien social, una responsabilidad pública. La cultura tiene que tener la misma consideración en la sociedad. Un bien social y no un bien de consumo.

¿Habría que grabar los cuentos de la familia?
Pienso que lo interesante es conocer los relatos de la familia. No grabarlos, aunque eso también está bien. Lo interesante es contarlos, porque al mismo tiempo haces un trabajo de transmisión. Al contar esos relatos no solo aprendes la historia de la familia, sino que aprendes cómo contar las historias. Y muchas veces eso te lo dan las historias orales, no las escritas. A través de los relatos, de las anécdotas que te van contando los padres o los abuelos, viajas a un tiempo que no has conocido. Un mundo antiguo de otro tipo de relaciones, de cómo se divertían y vivían a través de lo que te van contando, de las anécdotas, de lo que les pasaba cuando eran jóvenes o, simplemente, de lo que les contaban. Todo un mundo que te transmiten y que tú puedes usar como un modelo de transmisión: cómo contar las cosas. Eso es lo más interesante, más allá de la anécdota o de la historia en sí misma. La comunicación, el hablar y el escuchar, porque de ese modo también aprendes a escuchar, aprendes a interesarte por las cosas y así podrás contarlo luego con interés

¿Se cuentan cuentos e historias para la memoria familiar, nacional, cultural...? ¿Incluso para transformar la sociedad?
Sí, lo podemos compartimentar, pero al final es todo lo mismo. La memoria familiar tiene que ver con la memoria cultural y hasta con la memoria nacional, de identidad. Yo soy vasco (casi, a veces, incluso a pesar mío...) porque te viene esa transmisión de la cultura, la manera de hacer a través de esos relatos que te cuentan. Eso te da una identidad. Es una transmisión de la que te vas alimentando sin querer, y eso también va formando tu identidad como persona. Es importante a todos los niveles. Luego lo puedes compartimentar si quieres, pero yo pienso que es un todo.

¿Abrir la boca implica posicionarse?
Sí... Cada vez que hablas, bueno, cada vez que dices algo; cada vez que te relacionas con la gente te estás posicionando, de un modo u otro. Das tu visión de la vida, del mundo, de ti mismo, cada vez que te relacionas. Aunque tu intención no sea esa. Porque, al final, la intencionalidad puede ser tuya pero también es la del interlocutor, que muchas veces te sitúa, aunque tú no quieras, para bien o para mal. Incluso el estar callado, porque cuando cierras la boca también te posicionas.

100 cuentos en 100 días, hasta el 8 de junio y la cadena humana de Gure esku dago. ¿Por qué?
Pienso a veces que cuando hablamos de nuestra identidad, como pueblo, se hacen muchos discursos, que pueden estar bien; pero también pienso que cada pueblo, en este caso el vasco, va creando su propia historia, su imaginario. Las historias son, muchas veces, las que casi inconscientemente nos dan una razón de ser. Así que es bueno conocerlas. El que haya distintas versiones de cuentos tradicionales como la Cenicienta en la versión vasca de Barandiaran, pero que no sea la versión que conocemos de los Grimm, quiere decir que alguien la adaptó al contarla. Al final, lo que hacen es crear un imaginario complejo de lo que somos como pueblo. Y ahora se está creando, y dentro de cien años ese imaginario cambiará porque la sociedad cambia. Pero tú, como pueblo, lo estás creando y eso es lo importante. Casi más que un discurso, ¿no?

Todos esos relatos que vas mamando desde pequeño, que se han ido creando a través de la historia, a través de generaciones, son los que en realidad crean las bases de la identidad como pueblo. Una de las bases.

¿Y la cadena humana?
La cadena humana es casi algo metafórico. La transmisión es una cadena, pasa de uno a otro, de una a otra. Y muchas de esas historias ya no se cuentan, se pierden porque la cadena se ha roto. Pienso que es también una metáfora: contarlas, transmitirlas es una cadena que nos une. A todos. Nos une desde el imaginario, desde el placer de escuchar historias. Es lo que han contado; ahora te lo cuento y tú puedes contárselo a otros; para mí es lo más interesante que hay cuando hablas de la identidad cultural de un pueblo. Aunque aquí solo hablamos de gastronomía y de fútbol...