Sergio Yahni

Una guerra para terminar con las perspectivas de paz

El ejército atacó la Franja de Gaza para golpear a una formación política que ya había reconocido su derrota. Al comenzar la ofensiva había pasado poco más de un mes desde el pacto de unidad nacional palestino donde Hamas entregaba las riendas del futuro del pueblo palestino a manos del presidente Abbas.

La derrota de los Hemanos Musulmanes en Egipto había llevado a la dirección política de Hamas al punto de aceptar la supremacía política y militar del presidente palestino. Una demanda que desde 2008 era el único punto en discordia entre la Dirección de la Autoridad Palestina y la Dirección de Hamas. A cambio, Hamas esperaba que su suerte mejorara en las próximas elecciones, algo bastante optimista dada la manera en que se están desarrollando las condiciones políticas en la región.

La ofensiva militar israelí cambió el desarrollo de este proceso transformando a Hamas en la Dirección indiscutida de la resistencia nacional palestina relegando al Fatah y su Dirección a meros observadores o ayudantes.

Ya hace bastantes años que el Likud supone que la superioridad militar israelí tiene la capacidad de diseñar un Medio Oriente a medida de las necesidades e intereses de Israel. Esa fue la idea del general Sharon en 1982 cuando invadió Líbano.

Militarmente hablando, la disparidad de fuerzas entre Israel y la resistencia palestina no podría ser peor, sobre todo si se toma en cuenta el terrible aislamiento de la resistencia palestina en la Franja de Gaza, ya que Egipto, su principal protector en los últimos años, se ha convertido en el peor enemigo.

A diferencia de Sharon, el teniente Netanyahu es un cobarde y no se atrevió a poner sobre la mesa esta operación hasta que no estuvo convencido del aislamiento político y militar de la resistencia en la Franja de Gaza. Mientras tanto su principal esfuerzo consistió en machacar una oposición imaginaria en Israel culpando de antemano a una izquierda inexistente por el fracaso.

Pero el aislamiento de la resistencia en Gaza es tan duro que en las condiciones actuales ni siquiera puede contar con la simpatía humanitaria del pasado. Para Occidente, al igual que para Egipto, la única alternativa humanitaria es la rendición de la resistencia. La situación ha llegado a tal absurdo que Francia ha ilegalizado manifestaciones de solidaridad con el pueblo palestino.

Las pocas voces de solidaridad que se escuchan se asemejan irónicamente al estímulo de la plebe en el circo romano. O peor, los últimos aliados de Hamas, Turquía y Qatar, esperan como aves de rapiña que se resuelva el conflicto para poder finalmente hacerse con la reservas de gas natural en la placa mediterránea.

Pero, contradiciendo toda lógica, la resistencia no sucumbe, al revés, la resistencia palestina ya entra en su cuarto día de combate; no es poco, recordando que los egipcios se rindieron el seis de junio del 67 en menos de un día de enfrentamientos a las tropas de Israel.

La resistencia palestina sobrevive hasta la más cruel táctica israelí: la masacre. La masacre, que es la destrucción del tejido social del enemigo, ha sido el instrumento utilizado por Israel en cada ocasión en la que que no pudo conseguir una salida a su favor en el campo de batalla. La masacre de Sayayiah, donde casi la mitad de las víctimas han sido mujeres y niños, no fue un error ni un exceso sino simplemente la búsqueda de una derrota rápida de la resistencia palestina.

Pero la resistencia palestina, claramente dirigida por Hamas, no se rompe y sigue luchando. Ni el aislamiento internacional, ni la superioridad militar de Israel ni la masacre de Sayayiah pueden con la resistencia ya que ésta está defendiendo los intereses palestinos y las masas apoyan su acción.

La Hasbara israelí quisiera presentar a la Dirección de la resistencia como un grupo corrupto de militantes que viven bajo tierra insensibles al dolor de la población mientras que ésta paga el precio de sus acciones. Si esta fuera la verdad la misma población palestina los habría entregado mucho antes de que comenzara la invasión israelí. Recordemos que si bien Hamas tiene el gobierno efectivo de la Franja de Gaza las últimas encuestas daban un apoyo mayoritario a al Fatah.

Al mismo tiempo, Israel teme la reacción internacional, sabe ya por experiencia que las imágenes que surjan de esta confrontación impactarán sensibilidades recuperando la simpatía humanitaria para la resistencia palestina. Por lo tanto, ya antes de comenzar la ofensiva, la Hasbara resolvió este problema poniendo en cuestión las imágenes que se publican o que se publicarán. Para esto la Hasbara utilizó una vieja realidad en la región: ya que el lector europeo medio no puede discernir entre Amman y Jerusalén, Jaffa o Beirut, los editores de periódicos y hasta de canales de televisión no se esfuerzan mucho en ilustrar correctamente sus publicaciones. Igualmente, es fácil cuestionar si una imagen proviene de la invasión israelí a la Franja de Gaza o fue tomada de la guerra civil en Siria.

La Hasbara crea confusión cuestionando la veracidad de la imágenes y los testimonios y transformando a la confusión en un arma contra la simpatía humanitaria. Pero la Hasbara también tiene sus límites, y si bien es fácil convencer a la población israelí, ni los errores , ni los crímenes pueden esconderse al pueblo palestino que más allá de las diferencias políticas y religiosas crea hoy una realidad insurgente que transforma en ilusorios los objetivos israelíes.

Mucho antes de que se llegue a matar al último guerrillero palestino en Gaza la resistencia resurge en Cisjordania, Jerusalén y las comunidades palestinas dentro de Israel.

Así, en toda Cisjordania y Jerusalén las noches de Ramadán, tan comentadas por los poetas de antaño, se han convertido en noches de rebeldía en las que jóvenes palestinos chocan continuamente con el ejército.

Pero en este mundo donde los socialistas han ilegalizado la solidaridad, el pueblo palestino se encuentra trágicamente solo. Los gobiernos del mundo han declarado su apoyo a la masacre pero los pueblos del planeta todavía deben pronunciarse.