Ariane KAMIO

«Lasa eta Zabala»: Nunca es tarde, ni siquiera treinta años después

Puede ser difícil de comprender para alguien que ha vivido ajeno a todo. Para personas que no se atreven a abrir el cajón. Para aquellos que les suena de algo, pero que no saben con certeza lo que ocurrió, y qué hay de verdad en ello. Han pasado treinta años, pero eso no significa que no hubiera ocurrido.

Sí. Ocurrió. Casi nada de lo que se ve en el film es falso, excepto algunos detalles ficticios que introduce Pablo Malo en «Lasa eta Zabala». Han pasado ya treinta años. Algunos incluso no habíamos nacido cuando Joxean Lasa y Joxi Zabala esperaban en Baiona la anhelada visita de amigos y familiares; no fuimos amargos testigos de las páginas más negras de la historia de Euskal Herria. Nada quedó grabado en nuestras retinas.

Han hecho falta tres décadas para que alguien se haya decidido a mostrar esta historia delante de la gran pantalla, en asomarse por la ventana de Zinemaldia con un docudrama que no deja indiferente a nadie. En contar lo que ocurrió. Porque, sí, lo que han visto (o lo que van a ver) ocurrió.

15 de octubre de 1983. Joxean Lasa y Joxi Zabala son secuestrados por fuerzas policiales en una operación coordinada entre la Guardia Civil y el Gobierno del PSOE, aquel entonces comandado por Felipe González. Conducidos primero a Intxaurrondo, y luego al palacio de La Cumbre de Donostia, son brutalmente torturados. Días después serán trasladados hasta la localidad alicantina de Busot, donde serán ejecutados en plena noche y enterrados en cal viva para no dejar rastro. El destino, siempre caprichoso, quiso sin embargo destapar aquellos hechos, recuperar los dos cuerpos y abrir un sumario contra los responsables. Galindo, Elgorriaga y otros agentes policiales fueron condenados, aunque su estancia en prisión no se prolongaría posteriormente durante más de cinco años.

Impactan las imágenes de tortura, el momento de su ejecución y la frialdad con la que actúan los guardias civiles encomendados para esta acción, al igual que la actuación de sus superiores.

Para las 11.00 de la mañana, una hora antes de la proyección, una larga cola de personas aguardaba ya delante del Kursaal. La expectación era máxima. Cualquiera estaría deseando que por fin alguien abriera la caja de los truenos y destapara lo que hace treinta años quedó enterrado bajo cien kilos de cal viva.

Pablo Malo muestra una narración correcta de lo acontecido, aunque en algunos momentos peca de toque televisivo. La trama abarca un amplio abanico de tiempo, nada más y nada menos que 17 años de historia. Desde su secuestro en 1983, hasta la sentencia dictada en el año 2000. Muchos elementos y muchos detalles que introducir en una película de 107 minutos de duración. Aunque aparca deliberadamente las previas reuniones celebradas entre responsables políticos y policiales para dar inicio a las acciones del GAL.

«No nos metemos con la Guardia Civil en su conjunto, ni con el Gobierno del PSOE. Estamos contando unos hechos determinados que ocurrieron en un momento determinado», comentó Pablo Malo en la rueda de prensa posterior a la proyección.

El director fue criticado por el trato que ofrece a los personajes que interpretan a los agentes de la Guardia Civil que se encargaron de llevar a cabo la acción. Le reprocharon, incluso, que estaban sobredimensionados, maniqueizados. «Esta no es una película de buenos y malos y está muy claro que había unos personajes que hacían barbaridades. La realidad de estas personas era todavía mucho más extrema», se defendió. Aseguró que evitó dotar de mayor crudeza sus actuaciones porque sería caricaturizarlos demasiado; «parecería una película de Beny Hill».

Posicionado

El cineasta se mostró tajante ante algunas preguntas y respondió sin titubeos. «Tenía muy clara mi posición en este caso. Desde que pongo la cámara en un lugar, me estoy posicionando. Tenía claro que me posicionaba a favor de dos personas que pasaron una barbaridad», sentenció. Y añadió: «Siempre que haya una persona que lo esté pasando mal, estaré del lado de esa persona». El cineasta donostiarra siguió defendiendo que «es una película hecha desde la honestidad, evitando maniqueísmos».

El guionista Joanes Urkixo habló de los detalles a la hora de elaborar el guion. Doce años de historia dan para mucho. «No se puede contar todo sin más, cada cosa tiene que tener su medida. Hubo un momento en el que el guion duraba más de 120 minutos», dijo. No todo ha tenido cabida. Las amenazas durante el sumario, grabaciones, persecuciones, balas en la almohada de un juez instructor, el número de guardias civiles («hubo muchos más guardias», apuntó Malo)... «No hemos podido recrear todo porque, si no, hubiéramos hecho una serie de televisión».

La grabación tampoco estuvo exenta de obstáculos. La polémica sobre la subvención por parte de la Diputación de Gipuzkoa o los permisos denegados para grabar en los interiores del palacio de La Cumbre fueron algunos de los ejemplos. La única toma real del edificio propiedad del Ministerio de Interior fue rodada en el exterior. Los interiores se grabaron en otros escenarios. «No tenía intención de rodar en los interiores porque estaba todo muy cambiado. Solo quería obtener una secuencia donde los chavales abandonaban el palacio para ser trasladados hacia Alicante», señaló.

El abogado Iñigo Iruin es uno de los ejes principales del argumento. Es el hilo conductor de la trama, desde el día del secuestro hasta la lectura de la sentencia. Y el actor gasteiztarra Unax Ugalde es el encargado de reflejarlo en la gran pantalla. Aunque su euskara pueda chirriar en algunos momentos, lo cierto es que Ugalde se asemeja bastante a la figura del letrado. Le costó entrar en su personaje, lo reconoció. «Cuando empecé a estudiar sobre Lasa y Zabala pensé que lo mejor era acercarme a ese personaje. Iñigo Iruin me atendió correctamente. Estuvimos tres horas hablando sobre el caso. Una conversación muy larga. Hablamos del sumario, de la desaparición, de cómo estuvo con sus familias...».

Se intuye que la proyección de «Lasa eta Zabala» desempolvará los recuerdos más oscuros en sus familiares. Una memoria digna la suya. Según subrayó el propio Malo sobre las hermanas de Lasa y Zabala, «nunca les he oído una palabra sobre venganza ni revancha». El reconocimiento también ayuda a curar heridas.