Beñat ZALDUA
BARCELONA

Unidad «cautelarmente» a salvo

Todo es «cautelar y temporal» estos días en Catalunya. Desde la suspensión de la consulta hasta la paralización de los preparativos para el 9 de noviembre, pasando, en cierta medida, por la unidad de los partidos soberanistas.

Una unidad que, como decía ayer la presidenta de Òmnium Cultural en estas páginas, es uno de los elementos que más fuerza le da al proceso y que más ha desconcertado al Gobierno español. Sin embargo, se trata también de una unidad de «porcelana fina», por utilizar una frase recurrente de Mas.

Esta unidad ha estado a punto de romperse en más de una ocasión; no hay más que acordarse de los días previos al acuerdo sobre la fecha y la pregunta de la consulta, hace un año. Y no es extraño que ocurra algo similar estos días, teniendo en cuenta las horas cruciales que se viven. El pasado sábado era impecable y tres días después pareció a punto de romperse a las primeras de cambio. La razón: la paralización unilateral de los preparativos de la consulta hasta que el TC no se pronuncie sobre las alegaciones de la Generalitat. Los partidos fuera del Govern lo vivieron como una traición a la promesa de pactar todos los pasos, mientras que CiU subrayaba que es una medida temporal, exhausta como estaba después de un Consell de Govern en el que, al parecer, convergentes y democristianos se tiraron de todo menos piropos. Pese al cabreo, todos guardaron las formas y ayer en el Parlament fueron capaces de volver a dar la imagen de unidad, tanto públicamente -aprobando la comisión de control de la consulta- como más discretamente, a través de las reuniones bilaterales que Mas mantuvo con los demás representantes.

Pero ¿qué pasará cuando el TC ratifique la suspensión? ¿O cuando la declare ilegal? ¿Y si no llega la respuesta antes del 9N? Pese a los llamados a la calma, las preguntas son inevitables y la presión de la calle resulta comprensible. Los partidos tratarán de acordarlo todo en una cumbre que probablemente tendrá lugar esta misma semana.

Mas no lo tiene fácil, ya que primero tiene que consensuar la posición con sus socios de Unió, luego con sus aliados de ERC y finalmente con ICV-EUiA y la CUP. Todos son conscientes de la dificultad, pero todos saben también el lugar que, en su caso, la Historia guardaría al responsable de romper la unidad.