Dabid LAZKANOITURBURU

ISIS, el enemigo a mano para (casi) todos

En pleno debate sobre la mejor estrategia para enfrentar al Estado islámico (ISIS), no está de más echar la vista atrás y analizar las razones de su emergencia y fortalecimiento y la responsabilidad de los distintos actores y potencias en la región en su pervivencia hasta hoy.

Vehículos del ISIS. (AFP PHOTO)
Vehículos del ISIS. (AFP PHOTO)

Comienzos de junio de 2014 en la frontera entre Siria e Irak. Decenas de pick-up y vehículos militares avanzan en una larga columna por la carretera de Mosul. Son los yihadistas del Estado Islámico (ISIS) en paseo triunfal tras una ofensiva relámpago que les llevará el 30 de ese mismo mes a instaurar su califato en un territorio de 300.000 kilómetros cuadrados (superior a Inglaterra). Sus movimientos no pasan desapercibidos para nadie, y menos para los satélites de las potencias mundiales. Pero ni EEUU, con el Ejército más poderoso del mundo y presente en la zona, ni Irán, que ha convertido Irak en su protectorado de facto tras la invasión por parte de George W. Bush, mueven un dedo.

Noviembre de 2015. Los ataques en la capital francesa despiertan a la abotargada Europa y le recuerdan que estamos en medio de una ofensiva de atentados yihadistas de ámbito mundial y que golpea todos los días, no solo un viernes 13 parisino, en Oriente Medio y en África. El presidente Hollande declara la guerra y la mayoría de analistas se lanzan en una acrítica y alocada carrera para analizar los puntos fuertes y las debilidades del enemigo.

Pese a que el ISIS supone un desafío mayor que su antecesora y hoy rival Al Qaeda al haber dado cuerpo (el protoestado del califato) a sus aspiraciones político-religiosas, los expertos militares, militares pero no tontos, coinciden en que bastarían pocas semanas para destruir sus bases y socavar su fuerza militar, que los cálculos más generosos no elevan a más de 50.000 milicianos (más cerca de 30.000, la mitad extranjeros).

Los militares no serán tontos, pero tampoco se detienen en cuestiones éticas y no se explayan en que esa guerra total tendría como objetivo –de hecho, los actuales bombardeos ya lo tienen–, a alrededor de ocho millones de personas, dos de ellas solo en la ciudad iraquí de Mosul. Eso sin olvidar Tikrit, Samarra, Ramadi, y en Siria la ciudad de Raqqa y la provincia de Deir Ezoor, Palmira.... Eso sí, dan por descontado que será imprescindible una campaña terrestre.

Dejando para otro análisis los futuribles, que dependen de las negociaciones diplomáticas y el peligroso pulso militar en Siria –el derribo turco del caza ruso es el último ejemplo–, conviene detenerse en las razones por las que el ISIS pudo medrar sin casi cortapisa alguna. Y las responsabilidades, aunque asimétricas, están muy repartidas.

Nunca se insistirá lo suficiente en la responsabilidad de EEUU con su ilegal invasión de Irak y su chapucera gestión de la ocupación del país árabe en la gestación de la sección iraquí de Al Qaeda, germen del ISIS.

La disgregación de Siria por la guerra civil que siguió a la revuelta de 2011 actuó de catalizador pero tampoco vamos a insistir en el debate sobre la responsabilidad originaria de esta situación.

Si el ISIS cuajó fue en primer lugar por la decisión de los rivales regionales de Siria (las monarquías del Golfo y, desde las primaveras árabes, Turquía) de primar a todos los grupos en lucha contra el régimen sirio sin tener en cuenta sus distintas naturalezas y objetivos. O precisamente teniéndolas en cuenta.

Tanto Qatar como Turquía han privilegiado y privilegian a grupos rebeldes islamistas y en la órbita de los Hermanos Musulmanes (son los puntales económicos del Hamas palestino).

La satrapía de los Saud siempre ha tenido especial querencia por los grupos salafistas, una corriente que históricamente siempre ha tenido su peso en Siria. Conviene no olvidar que Riad ve al ISIS (como en su día a la Al Qaeda de Bin Laden, que no dudó en financiar en Afganistán) como un posible rival en su liderazgo rigorista del sunismo desde las ciudades santas de la Meca y Medina. Pero contra Al-Assad valía todo. Hasta el ISIS.

Tanto EEUU como las potencias occidentales aplicaron, en menor medida, esa misma lógica. Un error de cálculo cuando vieron cómo el Ejército de Al-Assad resistía –en buena parte por el apoyo militar de Irán y por la implicación sobre el terreno de la milicia de Hizbulah–.

Entrado 2013 la situación se estanca en el frente de guerra. Los muertos se acumulan por decenas de millares y ciudades como Homs y Alepo están completamente destruidas por los bombardeos de la aviación siria y por los ataques rebeldes.

En agosto, Rusia logra arrastrar a un acuerdo a un Obama que da marcha atrás en sus amenazas a Siria, renuente para entrar en una nueva guerra y los rebeldes pierden la esperanza en una intervención occidental al estilo de la liderada por Francia contra la Libia de Gadafi.

Hay quien asegura que esa desilusión incrementó el alineamiento de rebeldes (deserciones) y opositores con el ISIS. Esa tesis obvia, en todo caso, la complicidad de muchos de esos grupos rebeldes con unos yihadistas a los que veían entonces como aliados.

Y no solo era complicidad táctica. La frontera entre el islamismo político y no digamos el salafismo con el yihadismo, sobre todo en época de guerra (yihad), es muy difusa. Como atestigua la alianza entre estas tres corrientes (la tercera pata es el Frente Al-Nosra) en la coalición rebelde del Ejército de la Conquista.

Para cuando se dieron cuenta, el ISIS les había arrebatado no solo la iniciativa sino buena parte de su territorio y se encontraron enfrentándose en una guerra «fratricida» contra los que pensaban sus aliados.

Por lo que toca al Ejército Sirio Libre, la organización que lideró los primeros meses de guerra contra el régimen sirio se disolvía fruto de luchas intestinas y del hartazgo de la población que vivía en las zonas bajo su control por sus exenciones y prácticas corruptas. Un elemento que favoreció asimismo el fortalecimiento del ISIS.

¿Cuál es el papel del Gobierno sirio en toda esta historia? Mucho se ha escrito sobre la decisión de Al-Assad de liberar meses después del inicio de la revuelta a cientos de prisioneros yihadistas y salafistas que pasarían a engrosar y a condicionar la rebelión siria dirigiendo a grupos como Al Nosra y el grupo salafista Ahrar al-Cham.

Más allá de este debate, lo que es evidente en términos políticos es que la irrupción del ISIS sirvió para confirmar la tesis de Damasco sobre la naturaleza «terrorista» de la rebelión.

Esta tesis, una suerte de profecía autocumplida, fue aplicada con éxito por la Rusia de Putin en Chechenia. Y Putin sigue aplicándola a rajatabla en sus casi dos meses de campaña. La ofensiva del Ejército sirio y los bombardeos rusos se concentran preferentemente en zonas rebeldes no controladas por el ISIS que, a pesar de algunos reveses, ha logrado incluso avanzar en la conquista de territorios a costa precisamente de esos rebeldes en desbandada y atacados por ambos flancos.

Rusia se defiende asegurando que necesita aliviar el cerco rebelde al régimen sirio para arremeter posteriormente contra el ISIS. Pero en realidad no hace distingo alguno entre unos grupos y otros. «Matadlos a todos, que Dios reconocerá a los suyos», como dijo el abad Amalric en la cruzada albigense.

Finalmente, conviene mencionar el papel de Irán. La invasión de Irak, de mayoría chií y el derrocamiento del régimen preferentemente suní de Saddam le ofreció Irak en bandeja.

Su único rival son los suníes del centro-oeste del país, convertidos en unos parias por los sucesivos gobiernos sectarios chiíes de Bagdad.

Testimonios de suníes iraquíes recogidos estos años por el colaborador de GARA Karlos Zurutuza denuncian que Teherán habría alentado a Al Qaeda de Irak (antecesor del ISIS) para criminalizar a la oposición. Sea o no falso, no le habría hecho ni falta. El Gobierno iraquí se bastó y se sobró con su política de limpieza étnica y discriminación para echar a muchos suníes, incluidos los restos del Baath de Saddam, en brazos del ISIS.

No se explica la pervivencia del ISIS sin sus fuentes de financiación. ¿Han financiado o financian los regímenes del Golfo a ese grupo? Probablemente hoy no de manera directa. Pero otra cosa son las donaciones de muchos de los 15.000 príncipes y miembros de la familia real saudí, sin olvidar la emiratí, que nadan en un mar de petróleo.

A día de hoy, el ISIS se financia preferentemente vía impuestos, con el dinero de los secuestros, con las aportaciones de Bagdad a los funcionarios iraquíes que vive en el califato y con los ingresos de la venta del petróleo.

No hay ninguna duda de que Turquía, con la permeabilidad de sus fronteras a favor de los yihadistas, es la principal cliente-beneficiaria de este contrabando, del que según fuentes opositoras turcas se estaría lucrando el presidente Erdogan y su hijo. Pero no es la única. Expertos como Javier Martín, autor de uno de los mejores libros-análisis sobre el ISIS (“Estado Islámico, geopolítica del caos”) incluye entre las empresas que le compran petróleo a firmas rusas, chinas y, por descontado, occidentales. Este último extremo ha sido confirmado incluso por analistas rusos.

En resumen, la compleja y endiablada situación de Oriente Medio y los cálculos, siempre a corto plazo y sin prever las consecuencias, de la inmensa mayoría, por no decir todos, de los actores y potencias que pugnan en la región han permitido, de manera a veces deliberada, otras temeraria y las menos inconsciente, que el monstruo creciera.

El debate ahora es qué hacer, cómo y entre quienes, para derrotarlo. Un debate sobre el futuro, tan complejo como el pasado. Pero esa es otra historia.