Dabid LAZKANOITURBURU

Los rebeldes sirios se desmoronan ante la ofensiva sobre Alepo

Enfrentados a muchos enemigos y con aliados debilitados o en retirada, los rebeldes sirios están al borde del colapso en Alepo frente al régimen de Damasco, que ha pasado a la ofensiva gracias a la decisiva campaña de bombardeos de Rusia y el apoyo sobre el terreno de una pléyade de milicias libanesas, iraquíes y afganas comandadas por Irán.

Dos miembros de los equipos de rescate asisten a un herido en Aleppo. (Ameer AL-HALBI/AFP)
Dos miembros de los equipos de rescate asisten a un herido en Aleppo. (Ameer AL-HALBI/AFP)

Los rebeldes sirios del norte del país (una coalición de grupos preferentemente islamistas y salafistas con la sección siria de Al Qaeda, conocida como Frente al-Nosra) están atrapados en la provincia de Alepo en una triple tenaza por el Ejército del régimen y sus aliados de un lado, por las fuerzas kurdas de otro y, finalmente, por el Estado Islámico (ISIS), que está aprovechando para extender su influencia en el enclave fronterizo con Turquía.

Diez días después del inicio de su ofensiva, cubierta desde el aire por una ininterrumpida y ensordecedora campaña de bombardeos rusos, las tropas de Bashar al-Assad, secundadas por Hizbulah, por tropas iraníes y milicias chiíes iraquíes y afganas, han arrebatado a los rebeldes de la coalición del Ejército de la Conquista (Yaish al Fatah) toda una serie de localidades al norte de la provincia y se hallan a escasos kilómetros de la frontera turca. «Es la primera vez desde 2013 que el régimen se encuentra tan cerca de la frontera«, confirma el opositor Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).

En el norte de Alepo, a los rebeldes no les quedan más que los bastiones de Tall Rifaat, localidad a 20 kilómetros de Turquía y ya hostigada por el régimen, Marea y sobre todo la localidad de Azaz, en la misma linde fronteriza. El Ejército sirio fue expulsado de estas localidades en 2012, un año después del inicio de la revuelta.

Los rebeldes no solo han visto cortada su continuidad territorial entre el norte y el oeste de la provincia, sino que están a punto de quedar totalmente aislados en la ciudad de Alepo, la segunda ciudad del país y en su día capital económica de Siria. Desde hace tres años, los rebeldes controlan el 60% de la ciudad, concretamente toda su parte oriental, donde malviven 350.000 personas. El régimen controla el sector occidental, y la ciudad vieja, con el histórico zoco de Alepo, está totalmente arrasada y es una tierra de nadie donde se tirotean francotiradores de ambos bandos.

El objetivo del régimen es reconquistar toda la zona fronteriza con Turquía para aislar a los rebeldes y forzar la rendición de Alepo. Hace una semana logró expulsarles de los alrededores de las localidades alauítas (chiíes) de Nebbol y Zahra, sitiadas desde 2012 por los rebeldes, que perdieron así el control de la principal vía de comunicación con Turquía. Estos siguen controlando una estrecha y tortuosa ruta alternativa desde el norte de la ciudad, pero estaba sometida a intenso fuego, además de a francotiradores que hacen muy peligroso el suministro a los sitiados.

Tras la conquista de Alepo, el siguente paso sería la provincia vecina de Idleb, en manos en su totalidad, capital incluida, del Ejército de la Conquista y desde donde los rebeldes hostigan a Latakia, bastión alauíta del régimen en el noroeste.

El régimen lleva a cabo una ofensiva similar contra los rebeldes islamistas del Ejército del Islam, fuerte en los alrededores de Damasco y en la región aledaña de Guta Oriental. La localidad de Daraya está sitiada desde el pasado domingo y la agencias humanitarias alertan de una «masacre inminente».

Paralelamente, el Ejército sirio ha registrado recientemente importantes éxitos contra el Frente Sur del Ejército Libre Sirio (ELS) en el sur. Heredero del grupo formado por militares desertores que a mediados de 2011 se enfrentó con las armas a la represión del régimen, lanzó en verano una ofensiva, Tormenta del Sur, para tomar bajo control la ciudad de Deraa, cuna de la revuelta de marzo de 2011. Su fracaso fue rotundo.

La ofensiva coincidió en el tiempo con los éxitos de los rebeldes del norte y del centro, a lo que se sumó la retirada del régimen de Palmira, desde la que el Estado Islámico (ISIS) ponía a Homs en el punto de mira.

¿Qué ha ocurrido para que en tan solo unos meses el debilitado Al-Assad, sobre quien como en 2012 comenzaban a circular funestas quinielas, tenga bajo las cuerdas a los rebeldes sirios?

Es indudable que, en el marco del relato que desde 2011 hizo suyo Occidente, se ha tendido siempre a minusvalorar la capacidad de resistencia del régimen e incluso su nivel de apoyos, sobre todo desde la deriva islamista e incluso yihadista de la revuelta, que tuvo en 2013 su máxima expresión con la emergencia del ISIS.

A ello hay que sumar la atomización de una rebelión dividida en cientos de brigadas o khatibas, cada cual con su propia agenda. Ante ese problema, los intentos de sumar, como en el caso del Ejército de la Conquista, la han escorado a extremos doctrinarios y sectarios cada vez más difíciles de digerir por ese mismo Occidente.

La gestión de sus territorios «liberados», donde Al-Nosra y líderes salafistas sirios han impuesto muchas veces con rigorismo su ley (la Sharia) ha terminado por hacer ver a algunos de sus potenciales aliados (sobre todo en EEUU) que no tienen grandes diferencias respecto al califato del ISIS.

Un ISIS contra el que paradójicamente luchan abiertamente, lo que les supone sumar un nuevo frente a su guerra contra el régimen. Si a ello añadimos la animadversión de principio de estos grupos rebeldes a las reivindicaciones de los kurdos (en eso nada les distingue del Baath de Al-Assad), tenemos un cuadro en el que los rebeldes han acumulado enemigos y desconfianza por doquier.

Frente a ellos, el régimen no ha hecho más que sumar. Y la campaña de bombardeos rusos iniciada el 30 de setiembre ha sido decisiva. Haitham Hammo, portavoz de Jabha Chamiya, un grupo rebelde activo en Alepo, se lamentaba estos días de que «la diferencia es que nosotros no nos beneficiamos de la ayuda de nuestros aliados (árabes y occidentales) mientras el régimen recibe toda clase de apoyo de los suyos».

Hammo minimiza a buen seguro el apoyo de Turquía, Qatar, Arabia Saudí y sus satélites a los rebeldes pero no le falta razón al destacar el que recibe Damasco. Y no solo de Rusia.

En la ofensiva sobre Alepo participa no solo el Hizbulah libanés con sus bregadas y aguerridas tropas de combate, sino tres brigadas de milicianos iraquíes (Jataib Hizbulah, la rama militar de la organización Badr y, finalmente, Harakat Hizbulah al-Nujaba). A ellos hay que sumar los hazaras afganos de la brigada Fatemiyun, que participó en la liberación del cerco rebelde a las localidades de Nebbol y Zahra, y que ha enterrado a 92 de sus milicianos desde el inicio de la intervención rusa.

La implicación directa del Kremlin ha supuesto asimismo una vuelta de tuerca en la participación iraní en la guerra siria. Algunas fuentes cifran en 172 los pasdaranes iraníes muertos desde setiembre, 24 solo entre el 1 y el 5 de febrero, entre ellos un general de brigada alcanzado por un obús en Alepo.

Pero no cabe duda de que los bombardeos rusos han marcado un punto de inflexión en la guerra. El historiador francés Stéphane Mantoux lo tiene claro: «Los progresos sobre el terreno responden claramente una estrategia que consiste en aislar al enemigo en bolsas para macharcarlo bajo una abundante potencia de fuego».

En opinión de este experto, es la misma estrategia que el Ejército ruso utilizó con éxito en la segunda guerra chechena y que el Ejército sirio viene utilizando desde 2003. «La intervención rusa ha permitido maximizar sus efectos», añade Mantoux.

Pero ese éxito no se explica sin un segundo factor: el descabezamiento de los grupos rebeldes en ataques aéreos «quirúrgicos» o en atentados, lo que evidencia un sofisticado y conjunto trabajo de inteligencia entre Damasco y Moscú, que aporta asesores y fuerzas especiales sobre el terreno.

En un análisis sobre los acontecimientos en Siria durante 2015, Arond Lund, de Syria Comment, destacaba la muerte de Zahran Allush, líder del Ejército del Islam en la zona de Damasco, bajo el impacto de un misil el 25 de diciembre.

Considerado el líder más respetado por las facciones internas y por las potencias regionales aliadas de los rebeldes, Allush era el tercer muerto de la lista de los cinco dirigentes rebeldes más importantes.

Abdelqader Saleh, líder de la todopoderosa brigada Tawhid de Alepo, fue alcanzado por un misil en noviembre de 2013, lo que supuso el desmoronamiento de su grupo. Hassane Abboud, dirigente de Ahrar al-Sham (salafista) caía en setiembre de 2014 en un confuso atentado.

Recientemente, los ataques a dirigentes de alto y medio rango de la rebelión se han multiplicado. El último acabó el martes con la vida del comandante de la milicia islamista Fajr al Sham en Alepo, Namer al Shukri.

Conjurado el temor a una ofensiva rebelde en tres frentes (norte, centro y sur), palpable el verano pasado, y mientras el Ejército sirio arrebataba en enero a los rebeldes del ELS la estratégica localidad de Sheij Miskin, el objetivo del régimen es Alepo.

Y ni Damasco n sus aliados escatimarán medios. El opositor OSDH cifraba ayer en 506 los muertos en los combates en la provincia de Alepo desde el 1 de febrero (274 rebeldes, 143 combatientes del régimen y 89 civiles, de ellos 23 menores). Más allá de la veracidad de estos cómputos, los rebeldes admiten que están al borde del colapso.

Y por si la ofensiva del régimen no fuera suficiente, se han visto obligados por los vecinos, temerosos de los bombardeos rusos, a abandonar las localidades de Merenaz, Aqlamiya y Deir Jamal, que pasaron al control de la milicia de las YPG. Esta milicia kurda está aprovechando la desbandada rebelde para tratar de arrebatar a los insurgentes la base aérea de Menagh en su plan de unir los tres cantones de Afrine, Kobane y Jazira, que forman parte del histórico Kurdistán Occidental (Rojava).

Un miembro del rebelde Frente de Levante, narraba que aviones rusos les atacaron en el noreste de Alepo mientras luchaban contra el ISIS.

Con muchos enemigos y con cada vez menos aliados (la ayuda saudí ha menguado desde su implicación en una aventura militar en Yemen), la oposición en el exilio coincide con los expertos en que los rebeldes pueden perder Alepo. Y exige abiertamente a Occidente y a sus aliados que les suministren misiles antiaéreos o que entren en Siria con sus soldados.

Todo ello en vísperas de que se vuelva a reunir hoy en Munich el Grupo Internacional de Apoyo a Siria para tratar de reanudar las conversaciones de paz, a las que los rebeldes amenazan con no acudir. A este paso ni llegan, aunque quisieran, a la fecha prevista del 25 de febrero.