Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

El cambio en Nafarroa como símbolo ignorado

Ignorado por la progresía española y vilipendiado sin piedad ni ápice de vergüenza por parte del «establishment», el cambio en Nafarroa es el símbolo de que existe alternativa al régimen de PP-PSOE. No pretendo hacer un ejercicio de orgullo pamplonauta, que también, pero creo que al otro lado del Ebro no se le está prestando la atención que merece a este terremoto político. Especialmente, desde las posiciones transformadoras, que parecen más preocupadas por las intrigas palaciegas entre Podemos, IU o Ahora en Común que en fijarse en modelos que están funcionando y pueden servir de ejemplo de cara al futuro. Por ser claro: la diferencia navarra respecto a otros procesos de cambio en el Estado es que tanto en el Gobierno foral, con Uxue Barkos a la cabeza, como en el Ayuntamiento de Iruñea, liderado por Joseba Asirón, un gabinete alternativo ha sido posible sin el concurso del PSOE. Se ha construido una mayoría plural en base a planteamientos democratizadores y de justicia social sin estar atado al chantaje de Ferraz, siempre dispuesto a convertirse en pesada ancla que frene cualquier intento de cambio real. 

¿Quiere decir esto que ponga en duda la capacidad de Barcelona en Comú o Ahora Madrid? En absoluto. No osaría. Sin embargo, en medio de tanto debate sobre «unidad popular» y convertida la arena política española en la enésima versión de la Vida de Brian, creo relevante poner en valor la experiencia navarra. En un contexto de emergencia social y ante un régimen deslegitimado por todo tipo de corruptelas, formaciones tan dispares como EH Bildu, Geroa Bai, Podemos o Izquierda-Ezkerra han sido capaces de unirse, consensuar programas y, sin obviar las dificultades que habrá para la cohesión, presentar una alternativa real. Aquí todo el mundo ha sido generoso y así hay que reconocerlo y aplaudirlo. Es histórico que una abertzale como Barkos gobierne Nafarroa con los votos de unionistas e independentistas, algo que es extensible a Asirón en la alcaldía de Iruñea. Es histórico que un partido con sede central en Madrid como Podemos haya ignorado las amenazas del estatus quo y haya optado por el cambio radical, quebrando el mito del «que vienen los vascos». Es histórico que los partidos que sustentan el régimen, la gran coalición de UPN y PSN, hayan sido desalojados de prácticamente todas las instituciones y observen desde la pataleta cómo su estructura clientelar se viene abajo.

Recientemente, bromeando con una representante del Ayuntamiento de Madrid, le señalaba que gracias a que la extrema derecha mediática había convertido al Consistorio liderado por Manuela Carmena en su nuevo juguete los navarros habíamos gozado de tranquilidad para materializar el cambio. Ni el típico berrinche de la expresidenta, Yolanda Barcina, en su tourné por las televisiones españolas tuvo su efecto. Sin embargo, no nos confiemos porque llegará la ofensiva, tanto desde las tribunas como desde las cabeceras adeptas al régimen. Por eso creo importante que también al otro lado del Ebro se valore la importancia del cambio en un territorio que es cuestión de Estado. Por desgracia, el ruido siempre se impone en la forma en la que se presenta al herrialde. El «todo por los navarros pero sin los navarros» ha marcado la vida política del herrialde. Ahora tenemos la oportunidad de cambiarlo todo. 

 

 

 

 

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