Xabi OteroFotografía: Xabi Otero, archivo de William W. Fitzhugh y otros
Interview
WILLIAM W. FITZHUGH

«Todo conduce a pensar que los balleneros vascos formaron alianzas estratégicas con los Inuit»

Es la primera vez que pisa Euskal Herria, aunque su primer contacto con nuestros antepasados se remonta a la visita hace varias décadas al yacimiento de Rey Bay (península de Labrador, Canadá), una importante estación ballenera explotada por marinos vascos y que se podría considerar como la punta de lanza de la actividad industrial y comercial marítima vasca en ultramar en los siglos XVI y XVII. Es William W. Fitzhugh, arqueólogo y antropólogo estadounidense del departamento de Arqueología del prestigioso Smithsonian Institution (la sociedad de ciencias de EEUU que cuenta con un complejo de más de un centenar de museos asociados), fundador y director del Centro de Estudios del Ártico, así como conservador de arqueología y científico principal en el Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian, en Washington D.C. Toda una autoridad en lo que respecta al Ártico y un investigador que se une a la larga lista de estudiosos sobre la presencia vasca en el Atlántico norte, Fitzhugh estos días se encuentra entre nosotros invitado por Jauzarrea (fondo para el estudio y difusión de la cultura vasca), en colaboración con el Smithsonian, para participar en dos conferencias que tendrán lugar los próximos días 25 y 30 de mayo en el donostiarra museo San Telmo y Orona Fundazioa (Hernani).

A lo largo de cuarenta años de trabajo, William W. Fitzhugh ha estudiado los pueblos y culturas del Ártico en toda la región circumpolar (área que corresponde al norte de Canadá, Alaska, Rusia, Escandinavia y Mongolia). Unas investigaciones antropológicas en las que ha constatado el impacto que el cambio climático ha supuesto en las culturas de los Inuit (esquimales) y de las Primeras Naciones (indios) que viven en los límites entre el bosque y la tundra, así como la evolución en la adaptación de las culturas marítimas circumpolares, los viajes árticos de Martin Frobisher (1576-78) y la prehistoria del Ártico ruso. Durante la última década se ha centrado también en las influencias asiáticas en la cultura y arte de los primeros Alaskan Eskimo a través de excavaciones de la Edad del Bronce en Mongolia.

La finalidad de su viaje a Euskal Herria es conocer nuestro país para poder dibujar un mapa en el que trazar la ruta más adecuada con la que desarrollar un proyecto conjunto de divulgación con Jauzarrea. En esta entrevista, además, William W. Fitzhugh adelanta a 7k los descubrimientos realizados en sus años de trabajo en la bahía Hare Harbour de la isla Petit Mècatina, en el estrecho de Belle Isle, frente a Terranova, y que sitúan a aquellos balleneros vascos en lo que llega a ser el Ártico, en estrecha relación con los Inuit. Algo que, hasta ahora, no se interpretaba que hubiera sido así.

El libro sobre la exposición que usted organizó para el Smithsonian en 1988, titulada “Crossroads of Continents (Culturas de Siberia y Alaska)”, fue un trabajo extraordinario. ¿No sería una buena idea hacer algo similar con las dos orillas del Atlántico Norte?

“Crossroads of Continents” constituyó una descripción muy exhaustiva sobre las conexiones históricas y culturales existentes entre Asia y América, pero sería muy diferente en el caso de las conexiones atlánticas, que son más recientes y más conocidas gracias a las fuentes históricas existentes. Actualmente estoy realizando un seguimiento de la evolución de los vikingos en el Atlántico Norte, y hace algunos años me fijé en la posibilidad de que existieran conexiones anteriores a la llegada a América de los nórdicos a través de ese mismo Atlántico Norte durante el Neolítico y la Edad de Bronce, porque hasta ahora no existen evidencias contrastadas. Por eso me interesa la conexión vasca, porque aún es muy desconocida y, en realidad, hay mucho que aprender desde la arqueología y los textos escritos sobre un capítulo casi desconocido en las conexiones transatlánticas. Lo que más me interesa son los contactos vasco-inuit (nombre común para los pueblos esquimales que habitan las regiones árticas de América).

Si se organizara una exposición de ese tipo, los vascos, junto con otros pueblos indígenas, tendríamos una buena oportunidad para darnos a conocer en profundidad, tanto en América del Norte como en Europa. Sería una buena excusa para hablar en serio sobre todos nosotros: sobre las Primeras Naciones del Atlántico Norte.

Sería un proyecto maravilloso, que educaría a la gente sobre una parte de nuestra historia conjunta que es desconocida excepto para un pequeño círculo de eruditos. Las conexiones con las Primeras Naciones del noreste de América del Norte serían una parte importante de esa historia.

¿A qué se debe su interés por los vascos?

Mi primer contacto llegó con el descubrimiento del ballenero San Juan en Red Bay (nota de redacción: tras una investigación en los archivos de Oñati, Burgos y Valladolid, el verano de 1977 los arqueólogos submarinos de Parcs Canada hallaron los restos excepcionalmente bien conservados de este pecio del XVI originario de Pasaia hundido en las gélidas aguas de Red Bay; una nao que, precisamente, Albaola está reconstruyendo en la actualidad en esa misma localidad costera guipuzcoana). Fue una revelación para mí, ya que en aquella época yo estaba trabajando en un yacimiento arqueológico en Labrador, pero muy al norte de Red Bay. Posteriormente, a lo largo de los años visité las excavaciones y vi sus resultados tanto en tierra como bajo el agua.

Es la primera vez que viene: ¿Qué aspectos le llaman la atención sobre nosotros?

Yo resaltaría una historia muy precoz y asombrosa de marinos y caza de ballenas, una comida fantástica, una tradición cultural imperecedera que ha sobrevivido a pesar de dificultades severas y un gran ingenio económico para abrir nuevas oportunidades en todo el mundo sin sacrificar vuestra identidad. Sois también increíbles bailarines y músicos, como hemos podido comprobar en el Festival del Smithsonian de 2016 en Washington. Es una cultura material muy bella... y también lo es su arte.

Va a ofrecer dos conferencias, una en Donostia y otra en Hernani. ¿Trata temas diferentes en cada una de ellas?

La primera va a ser exclusivamente sobre el sitio arqueológico vasco-inuit de Petit Mècatina y el contexto de la Baja Costa Norte, en el mar de Labrador (mar entre la península de Labrador e isla de Terranova, en Canadá, y la isla de Groenlandia). La segunda es un recorrido por la evolución del Ártico en los últimos cuarenta años, lo que me ha tocado conocer en mis expediciones circumpolares: el clima, las condiciones extremas para las poblaciones y sus identidades, la transformación que han sufrido. Evidentemente ello nos lleva también al contacto con los vascos. De cualquier forma, tendré que explicar lo que fue la raíz de todo este proyecto para poder profundizar en los temas relacionados.

¿Se refiere al inicio de la relación entre sus estudios sobre el Ártico y los vascos?

Así es. En 2006, en el seno del Smithsonian impulsé el proyecto Gateways, con el propósito de determinar los límites culturales y las relaciones entre la Baja Costa Norte (BCN) de Québec y la costa de Labrador al norte (LNS o Labrador North Shore) durante los últimos 8.000 años. Determinamos la cronología de las diferentes culturas que vivieron en la zona y que denominamos como Maritime Archaic, Labrador Maritime Archaic, Groswater Paleoeskimo y Dorset.

Después de eso, los pueblos esquimales desaparecieron de estas regiones subárticas hasta la llamada Pequeña Edad de Hielo, cuando una nueva incursión esquimal, estimulada por el cambio climático y la llegada europea, trajo a los Inuit de Labrador a la Baja Costa Norte entre los años 1600 y 1750.

¿Cuántos asentamientos vascos han sido identificados en toda este área?

Hasta el momento se han realizado excavaciones arqueológicas en veintidós sitios, aunque hay identificados un total de 101 lugares vascos en potencia, por su toponimia. Pero Petit Mècatina nos ha permitido establecer interesantes conclusiones.

Así que este enclave tiene una relevancia especial en lo que respecta a los vascos.

Cuando descubrimos tejas vascas erosionadas en la orilla de una pequeña cala de Hare Harbor, antes conocida por los francófonos como Tête à Baleine o Baie des Esquimaux, supusimos que el asentamiento sería una estación ballenera vasca más de finales del siglo XVI o comienzos del siglo XVII. Pero lo que hemos podido excavar durante diez años nos permite esbozar un escenario más complejo y más rico, que indica una prolongada ocupación durante diferentes períodos, con una intensa actividad ballenera y de trato y colaboración con los Inuit.

¿Cómo se podría describir el yacimiento de Petit Mècatina?

El paisaje del lugar resulta muy dramático. En 1833, el famoso ornitólogo John James Audubon visitó Hare Harbor en la goleta Ripley en una expedición para observar, coleccionar y pintar las aves de la Baja Costa Norte. El 14 de julio la goleta se acercó a Petit Mècatina para buscar refugio durante una tormenta y, en una frase, Audubon retrató de esta forma a la isla: «Nuestro puerto es la representación misma del fondo de un tazón grande, en cuyo centro nuestra goleta está ahora anclada y segura, rodeada de rocas de mil pies de altura (300 metros) y es el lugar más loco en el que he estado». La descripción de Audubon es el registro preciso que haría un científico, artista y ornitólogo. Cuando nosotros llegamos en 2001, grupos de alisos crecían en medio de la pradera, densos montículos llenos de abetos negros y pantanos cerraban el claro hacia el este y un arroyo atravesaba el lugar desde el entorno circundante. ¿Qué más necesitaban los marinos vascos? Acostumbrados a sortear las barras tan difíciles de los puertos de la costa vasca, se convirtieron en expertos en la localización de los mejores refugios para los barcos, algo que ha quedado reflejado en la toponimia de todo el estuario del San Lorenzo: Ingornachoix, Port au choix, Barrachois (Ainguratxar, Portutxoa, Barratxoa)...

¿Qué vestigios han aparecido?

De los vascos hemos encontrado dos emplazamientos de talleres, una cocina, una herrería, un taller de tonelería, cuatro vertederos para la basura generada y dos zonas de producción de carbón vegetal. Así como dos habitáculos inuit para el invierno, una casa inuit parcialmente construida y un vertedero mixto de vascos e inuits. Los buceadores rescataron de las aguas gran cantidad de objetos vascos: zapatos, telas, cuerdas, cerámica, objetos de madera, restos de animales consumidos, un ancla kilik (como las que se utilizaban en toda la costa de Labrador y en Euskal Herria hasta el siglo XX) y muchos otros artículos. También útiles tradicionales de los inuit, como lámparas de aceite en piedra de jabón.

¿Qué podemos saber acerca de cómo se desarrollaba la vida y la convivencia en Hare Harbour?

Es difícil reconstruir cuál fue la interacción que pudo tener lugar; es decir, el trato, el intercambio y la colaboración en los dos periodos en los que fue ocupado el emplazamiento. Sin embargo, de lo que sí que podemos hacernos una idea es de su dieta. Los estudios de ADN sobre restos de huesos de ballena revelan que todos son de ballenas de Groenlandia (Balaena mysticetus o ballena Boreal), a excepción de uno que es de ballena jorobada (Megaptera novaeangliae), la especie más común en la zona hoy en día. Sin embargo, no se identificaron ballenas francas (ballenas vascas, Eubalaena glacialis). Los restos de bacalao indican que se procesaba para el mercado comercial, no para el consumo del propio asentamiento. Tenían una dieta muy variada de avifauna: alcas, frailecillos, gaviotas, gansos, patos, cisnes, perdices y cuervos. De mamíferos: focas, cerdo doméstico, jabalí, caribú, vaca, zorro. También se encontraron restos de avellanas y nueces, y hoyos con restos de melocotones y ciruelas. ¡Gastronómicamente hablando, en el asentamiento de los vascos se comía muy bien!

¿Quienes fueron aquellos vascos y en qué período de tiempo tuvo lugar todo esto?

Hasta el momento no se han encontrado registros históricos que permitan identificar quiénes eran y cuándo ocuparon el lugar, aunque las excavaciones sí han proporcionado información sobre dos períodos de ocupación vasca: el primero dataría del final del siglo XVI o inicios del XVII, por las pistas que nos dan los restos de cerámicas estudiados (vasijas, platos, porcelana esmaltada y loza de barro), además de la abundante cantidad de grandes clavos, azulejos, cuentas de cristal y pipas de plomo y de arcilla. El segundo período es cercano al año 1700 y representa el de mayor actividad en el terreno, con los talleres, el cobertizo y la mayoría de las áreas, incluyendo las casas inuit.

¿Y las relaciones con los nativos?

No hay evidencia de participación indígena en la fase inicial, aunque hay pruebas de que el sitio fue ocupado por varios grupos nativos antes de la llegada de los europeos. Sin embargo, la presencia periódica o estacional en esta costa de indios (Innu, Naskapi y posiblemente Iroquois) debió de haber sido una preocupación constante para los residentes Inuit. No tenían buenas relaciones. Una cosa está clara: los Inuit tenían acceso a grandes cantidades de materiales vascos-europeos. La forma de conseguirlos fue probablemente a cambio de sus servicios en la captura o el procesamiento de ballenas y bacalao, en la producción de carbón y el mantenimiento y protección de la estación ballenera respecto a los merodeadores. Hay indicios que permiten suponer que las mujeres inuit trabajan como operarias o asistentes en una instalación vasca. Por otra parte, la producción de carbón vegetal puede haber tenido también operarios o asistentes Inuit.

Petit Mècatina constituye entonces un eslabón importante para completar la historia de los vascos en Labrador.

Hare Harbour ha demostrado que los Inuit no siempre fueron receptores pasivos respecto a la presencia vasca en la región del Golfo. Los vascos parece ser que forjaron alianzas estratégicas con grupos inuit que habían sido los pioneros en realizar asentamientos en estos territorios situados tan al sur de sus tierras de origen, situada en el norte de Labrador, y que se instalaron en una región que tenía mucho que ofrecer en términos de subsistencia, recursos durante la Pequeña Edad de Hielo, así como acceso a fuentes abundantes de cultura material europea altamente deseable.

Durante los últimos treinta años se han producido importantes avances a la hora de documentar la cultura material y la arquitectura naval vasca mediante la publicación de trabajos por parte de un considerable número de investigadores. ¿Cómo ve el panorama en lo que respecta a la investigación sobre los vascos y sus actividades en el noreste de América del Norte?

Es necesaria una revisión detallada de los datos arqueológicos vascos recabados en las regiones de las provincias marítimas y del Golfo de San Lorenzo, en Canadá. Hay cuestiones importantes que deben abordarse en futuros estudios archivísticos y arqueológicos: las investigaciones históricas y de archivo que tratan de las operaciones vascas posteriores a 1600 y las fuentes y métodos de adquisición utilizados; volver a hacer excavaciones en sitios vascos, para identificar y caracterizar los sitios posteriores a 1600 y su organización y cultura material; realizar estudios tipológicos, funcionales y de procedencias de cerámica, vidrio y otros materiales encontrados en estos sitios; iniciar estudios sobre las interacciones vascas con otros agentes europeos que operan en la región; y, finalmente, investigar sobre las interacciones vascas con grupos nativos, así como que se produzca un aumento de la colaboración académica internacional con la celebración de conferencias y congresos.

Y volviendo a la actualidad, lleva más de cuarenta años de expediciones circumpolares. ¿Qué ha pasado en esa vasta extensión durante este período?

Se han producido enormes cambios en el clima global, desde tiempos relativamente fríos hasta la actual tendencia de calentamiento que derrite el hielo ártico, cambiando las migraciones de los animales y los humanos y que ha llevado al aislado Ártico a tener contacto con el resto del mundo, con la industria de la explotación petrolera y minera, así como la expansión de las pesquerías y el turismo marítimo. Al mismo tiempo, se ha producido una merma extrema de las poblaciones de bacalao en el mar y de caribú en tierra.

¿Qué aspectos de las etnias de ese ámbito han resultado más afectados por estos cambios?

La situación de los pueblos del norte ha cambiado. Muchos grupos nativos están participando en la economía moderna e interactuando con el resto de la sociedad. En algunas áreas se han perdido las lenguas y todavía se perderán más; otras, por contra, son fuertes y sobrevivirán. De hecho, hay un fuerte aumento del orgullo étnico que lucha por preservar las lenguas, las tradiciones culturales, las formas de arte y las creencias espirituales. Muchas de las viejas opiniones «románticas» sobre los pueblos del norte han sido sustituidas por la colaboración y la asociación para la investigación. Se están reintegrando restos humanos llevados por antropólogos de las excavaciones y también se están devolviendo a estos pueblos las colecciones de los museos con el fin de devolver la dignidad, las artes y las artesanías nativas.

¿Qué opinión tiene de nosotros mismos, como especie, ante el historial de desaguisados que acumulamos?

Los seres humanos necesitamos aprender a coexistir con el resto de la vida en la Tierra. El dominio conlleva la necesidad de sentir humildad y respeto por la tierra, el agua, los animales y todos los seres vivos. Incluso la tierra merece respeto y merece ser protegida. ¿Regresaremos al planeta dentro de quinientos años desde algún otro hogar planetario y tendremos que decir que deberíamos haber hecho un trabajo mejor en la Tierra?

¿Aún mantiene la esperanza sobre el conjunto de nuestra especie?

Los seres humanos no podemos existir sin esperanza. Esa es una condición de nuestra especie y una de las principales diferencias respecto a nuestros ancestros animales. Ha habido un avance constante en la conciencia humana, gran parte de la cual fue impulsada por el desarrollo de la tecnología. Pronto tendremos la habilidad de diseñar genéticamente a los seres humanos. Ese será el mayor desafío al que nos hayamos enfrentado y determinará nuestro destino en el futuro, porque esos seres ¿serán humanos o algo más?

¿Cómo establece la relación entre las diferentes disciplinas a la hora de llevar a cabo un estudio sobre el Ártico?

La arqueología es mi campo preferido, porque me interesa especialmente el desarrollo y los cambios en la cultura y la historia, los contactos entre pueblos y culturas que han impulsado a la humanidad hacia adelante. La ciencia es la herramienta esencial que usamos en estos estudios.

¿Cual es el ámbito en el que más a gusto se encuentra? Por aquello de sentir su «nostalgia», añorar volver allí cuanto antes.

Para mí, los descubrimientos hechos sobre el terreno son la parte más excitante de la arqueología: esa sensación de maravillarte cuando encuentras nuevas evidencias, elementos físicos que puedes tocar. Me volveré «nostálgico» cuando ya no pueda ejercer de arqueólogo de campo. Pero entonces, todavía tendré mucho trabajo poniendo en papel mis investigaciones.

Las inscripciones para las charlas en Donostia y Hernani de W. W. Fitzhug se pueden realizar en jauzarrea@gmail.com