XANDRA ROMERO
SALUD

Este verano olvídate de dietas

Este verano ajusta tus expectativas, destierra la conducta dietética tal y como la entiendes y olvídate de dietas estrictas y monótonas, del pollo y el pescado hervido, de la lechuga. Este verano te propongo adecuar tus deseos y tus expectativas a tu realidad. A una realidad más sana en cuanto a la alimentación se refiere.

Los objetivos de mi propuesta son que seas capaz de disfrutar del verano con todo lo que ello implica (comidas y cenas fuera, pasar el día en la playa, barbacoas con amigos...) y que alcances unas metas respecto a tu alimentación y tu peso sanas y alejadas de la culpabilidad y el automachaque.

Lo primero, como digo, es ajustar las expectativas. Bajar de peso en verano ¿es factible en la mayoría de los casos? Quizá si eres una persona que aprovecha esta estación para practicar deporte puede que sí sea posible, pero, no nos engañemos, si estás leyendo esto es porque probablemente perteneces al otro grupo de personas, aquel para las que el verano, además de ser una época de disfrute y descanso, en algún punto también supone cierta angustia en cuanto al control del peso corporal se refiere.

Por lo tanto la primera pregunta debe ser: ¿Bajar de peso o mantenerlo? En relación a esto, debes saber que nuestras células adiposas (grasas) van absorbiendo la grasa cuando la ingesta supera el gasto energético y, cuando no pueden absorber más, se crean nuevas células grasas. Esto hace que cuando vuelva a haber cualquier mínimo desequilibrio entre la ingesta y el gasto de energía (algo más que habitual en verano) existen más células grasas dispuestas a absorber dicha grasa y a aumentar el peso, en consecuencia. Si adelgazamos, estas células no mueren, solo se deshinchan de grasa. Y esta es la razón por la que es más importante mantener el peso que ver continuos cambios cíclicos en la báscula.

Siguiente pregunta: ¿Cómo hacerlo en verano? Primero hay qué reconocer cómo es nuestro patrón alimentario habitual. Si seguimos las directrices de la guía alimentaria “El plato saludable de Harvard” (al que corresponde la imagen que ilustra este artículo), debemos imaginarnos un plato llano dividido en dos mitades. Una de ellas debe ser ocupada por verduras; después dividimos la otra mitad en dos cuartos, uno corresponde a las patatas y los cereales mejor en su versión integral y el otro cuarto a proteínas animales y/o vegetales. El aliño debe ser aceite de oliva virgen; la bebida, agua y el postre, fruta.

Cómo llevarlo a la practica en verano es más sencillo de lo que parece. La mitad del plato de verduras es la parte más fácil: crudas, como ensalada de cualquier tipo o cocinadas de forma más habitual, parrillada de verduras o verduritas asadas. Si decidimos hacer una ensalada, los cereales fríos como arroz, pasta o quinoa e incluso patata cocida y, como proteína de calidad, podemos agregar queso fresco, tiras de pollo, bonito, gambas y huevo cocido. Otra opción sería agregar proteínas vegetales como las legumbres, frutos secos y semillas.

Esto sería la norma para comidas y cenas, que además es perfectamente factible si vamos a comer fuera, pues ya sea un menú, a la carta e incluso en un plato combinado o raciones, la variedad permite que pueda ajustarse a estas directrices sin problema.

Quizá el problema más común sean los picoteos en las terrazas y el alcohol. Pero aquí también tenemos opciones; pongamos que vuelves de la playa y paras a tomar algo, ¿qué puedes elegir? Yo me decantaría por una ración de pulpo, unas gildas o unos frutos secos, todo ellos regado con zumos naturales, agua con gas o en todo caso, cerveza sin alcohol. Si hacéis una barbacoa en casa, también puedes probar a aromatizar el agua con distintas frutas troceadas.

Y, finalmente, por supuesto que puedes comer helados y unas rabas de vez en cuando, pero piensa en lo que dura tu verano y en que lo habitual no deben ser los excesos.