TERESA MOLERES
SORBURUA

Brezales vs bosques

El lagópodo es una especie de ave gallinácea que vive en páramos o landas de brezos, los literarios moors de las novelas inglesas. El lagópodo escocés tiene el plumaje marrón rojizo, cola negra y patas blancas y su caza en Escocia se considera patrimonio cultural. Para sus detractores, sin embargo, es considerada como una costumbre cruel y antiecológica. A los beneficios turísticos de su batida hay que añadirle los obtenidos en el mismo lugar con la caza del ciervo y la pesca de salmón. A los ciervos se les da una alimentación especial para aumentar su cornamenta y a los salmones los dejan tal cual.

Los inmensos brezales, necesarios para que aniden los lagópodos, son propiedad de latifundistas que los convierten en cotos por sus grandes beneficios económicos. Los contrarios al mantenimiento de estos brezales niegan que aporten beneficios sociales a su comunidad, además de que no que son tan naturales. Para conservarlos hay que quemar, de octubre a abril, los brezos viejos, así crecerán nuevos brotes con los que puedan alimentarse los lagópodos. El interés cinegético de este pájaro se debe a lo complicado que resulta cazarlo. Cuando los ojeadores los levantan, salen disparados en zig-zag y vuelan a baja altura, a diferencia de los faisanes, que trazan un arco fácil de seguir como si fuera tiro al plato.

El nuevo planteamiento ecológico es devolver estos parajes a su estado natural, al bosque eurosiberiano de pino albar, cerezos, sauces, abedules y arbustos acompañantes. De esta manera, los brezales desaparecen en parte y con ellos los beneficios de la caza del lagópodo.

Según datos del “National Geographic”, después del Brexit y con la depreciación de la libra esterlina y el aumento de los impuestos, los propietarios escoceses están vendiendo sus propiedades, incluidos los castillos, por no poder mantenerlos. Los compradores son millonarios europeos que los dedicarán al turismo y como cotos privados , lo que ha disparado las protestas.

Para contentar a unos y otros se plantea una tercera vía: dejar parte de los brezales para seguir cazando lagópodos, vallar el terreno para criar ciervos evitando que destrocen la nueva plantación y dejar el resto para bosques que, según los expertos, proporcionan mayor valor ecológico y biodiversidad.