IRITZIA

¿Colonia Roma?

Ahora como entonces –sin analizar en profundidad lo que ocurrió en Roma– y con el pretexto de que todo lo que se sabe de la verdad seguramente es fake news, la versión actual de la Roma de Calígula/Nerón sería algo así: Los “ultra ricos” carcajeándose mientras roban los recursos del imperio; los generales embarcados en guerras públicas y privadas interminables y ahora, con su nuevo comandante en jefe, aparentemente listos para incendiar el mundo con una nube radiactiva y tratando de sofocar rebeliones en algunas partes del imperio mientras hablan de qué hacer con los emperadores locos. Y quién sabe qué pasa con los famosos senadores romanos en el Capitolio que se dejan, son subordinados y pierden el control; las noticias se inundan de sexo y poder con escándalos sexuales de poderosos hombres impunes (hasta ahora) haciendo lo que se les antoje con las mujeres y los menores, una corrupción galopante, llamas por todas partes mientras el mundo se derrite, y otras escenas entre dantescas y tipo Monty Python.

Y ni hablar, la corrupción invade todo, con la primera familia y su círculo negándose a revelar sus fortunas y promoviendo sus negocios, mientras dicen que los ricos son los que nos salvarán a todos. El Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación ha revelado detalles de los paraísos fiscales en los que se evaden miles de millones de impuestos de un elenco de multimillonarios y empresas de todo el mundo, incluyendo los de más de una docena de donantes, asesores e integrantes del gabinete de Trump, entre ellos el secretario de Comercio y el del Tesoro, en el que es el gabinete con más multimillonarios en la historia. Y es una práctica bipartidista: en la lista también hay donantes importantes y aliados del Partido Demócrata.

A la vez, mientras la investigación sobre la “mano rusa” en las elecciones de EEUU ha llevado a que se acuse formalmente al ex jefe de la campaña de Trump, Paul Manafort, un poderoso demócrata, Tony Podesta (hermano de John, el ex jefe de campaña de Hillary Clinton), se ha visto obligado de renunciar a su propia empresa, ya que tenía negocios relacionados con Manafort en Ucrania. El business a estos niveles no sabe de lealtad al partido. Pero a diferencia de los emperadores, reales y reimaginados, aquí no existe un emperador todopoderoso y sí mecanismos y leyes e instituciones que aún funcionan, hay otros partidos políticos, hay una prensa que puede, si desea, operar casi con plena libertad y hasta proceden investigaciones federales sobre el equipo y los socios de este Calígula/Nerón de caricatura.

Otra cosa es que se le permita hacer tanta locura sin rendir cuentas de inmediato. Con la noticia de que Netflix ha despedido al actor Kevin Spacey de su famosa serie “House of Cards”, en donde interpretaba al presidente Frank Underwood, no pocos han comentado que las cosas ya están tan raras que se somete a un presidente ficticio a unas leyes más duras que al propio presidente real. Pero algo queda claro para casi todos: esa clase política –con sus excepciones– rinde cuentas primero a los que pagan el baile. La mayoría de los estadounidenses lo cree. Y también coincide en el rechazo a la cúpula, sean republicanos o demócratas. De hecho, los partidos están perdiendo sus bases. Hoy en día el sector más grande de votantes se identifica como “independiente”, su nivel más alto en más de 75 años de sondeos sobre el tema, según informa el centro de investigación Pew. Eso está aún más marcado entre los millennials: la mayor parte (41%) se definen como “independientes”, cuando el 34% se identifica como demócrata y solo el 22% como republicanos.

Las nuevas encuestas sobre Calígula/Nerón siempre son noticia, ya que siguen remarcando el hecho de que éste es el presidente más desaprobado de la historia moderna de EEUU. Tal vez lo más notable es que, a la par de un constante debate sobre si el propio presidente destruirá a su propia formación política, uno supondría que el Partido Demócrata sería el gran beneficiado y que estaría cosechando para su casa el repudio a sus opositores. Pues no. Por ejemplo, el centro de investigación Pew registra un índice de aprobación del liderazgo demócrata en el Congreso de solo el 29%. Peor aún, los demócratas se enfrentan a divisiones internas que algunos califican casi de “guerra civil” y los grandes medios dedican espacio al análisis sobre «cómo se ha perdido el Partido Demócrata» después de los comicios. A su vez, la ex jefa interina del Partido Demócrata y reconocida figura nacional Donna Brazille acaba de revelar en su nuevo libro que Hillary Clinton y sus operativos sí que manipularon al partido en contra de la candidatura de Bernie Sanders. Todo mientras líderes y analistas advierten que los demócratas podrían perder su oportunidad de recuperar al menos una de las cámaras del Congreso en 2018. ¿Será que todo esto es parte del fin de este extraño experimento de democracia o pax romana, perdón, americana en el mundo?