Orsetta Bellani
la candidata que no quiere tomar el poder

Viaje a territorio zapatista con Marichuy

Para resistir a la «Guerra al narcotráfico», el EZLN ha propuesto la creación de una plataforma de lucha nacional cuya portavoz, María de Jesús Patricio Martínez, también llamada Marichuy, presentará su candidatura a las elecciones presidenciales de 2018. La iniciativa ha despertado mucho entusiasmo y algunas dudas entre los pueblos indígenas mexicanos.

Centenares de zapatistas corren. Con sus botas para la lluvia pisan el asfalto mojado que lleva al Caracol de Morelia, uno de los cinco “centros administrativos” zapatistas. Llevan pasamontañas y cargan sus bebés en unos pañuelos rojos. Formando dos largas hileras, a manera de vallas humanas, a ambos lados de la carretera se disponen frente a una manta atada a dos palos que dice: “¡Bienvenidos Compañera María de Jesús Patricio Martínez y compañeros y compañeras del Concejo Indígena de Gobierno!”. Esperan. Se está corriendo la voz de que ya está llegando María de Jesús Patricio Martínez, una indígena de etnia nahua que trabaja como médica tradicional y herbolaria y que ha sido elegida candidata para las presidenciales de 2018 del Congreso Nacional Indígena (CNI), un espacio impulsado en 1996 por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), y que reúne a 39 pueblos originarios de México. «No desesperen compañeros, ya la compañera está llegando», dice por megafonía un encapuchado subido a una plataforma donde han sido instalado los altavoces. En realidad, la caravana que está atravesando el territorio zapatista está lejos de llegar. Aún le faltan varias horas de camino, en parte sin asfaltar, lleno de baches y badenes.

Las bases de apoyo del EZLN, en su mayoría mujeres, rompen filas. Algunas se sientan en el arcén de la carretera, otras se acercan a la tienda comunitaria para comprar unas empanadas o un refresco. Mientras tanto, el megáfono sigue informando: «Con el objetivo de hacerle frente al sistema capitalista neoliberal, por primera vez el pueblo originario de México estamos haciendo este acto político que nuestros abuelos y abuelas han esperado desde hace mucho tiempo».

El viaje de Marichuy. Cae un aguacero, como siempre ocurre en las tardes de otoño. Los zapatistas y sus simpatizantes, internacionalistas o indígenas de esta región, se refugian debajo del techo de la tienda comunitaria o bajo un árbol. Algunos sacan sus paraguas, otros tienen solo unos plásticos para protegerse de la lluvia. Unos periodistas se encierran en los coches que han aparcado al lado de la pancarta de bienvenida, otros se quedan fuera parados, para no perder ni un instante de este momento histórico. Mientras tanto, una orquesta de encapuchados toca sus instrumentos de aire y percusión para dar ánimos a los presentes.

Pero cuando por fin llega María de Jesús Patricio Martínez, también llamada Marichuy, la emoción parece borrar el tedio de las horas pasadas a la espera. La portavoz del Concejo Indígena de Gobierno (CIG), la entidad creada por el CNI para «poner de cabeza el país», sube a un camión adornado como un carro alegórico. Está acompañada por algunas mujeres encapuchadas y atraviesa el corredor formado por las “vallas humanas”. Los zapatistas la saludan, graban el momento con sus smartphones, gritan consignas levantando sus puños al unísono: «¡Viva las mujeres luchadoras de México y del mundo! ¡Viva!»

Atropellos contra las mujeres. Tras el camión de Marichuy, marchan miles de zapatistas. Acompañan a la portavoz del CIG hasta el Caracol de Morelia, donde subirá al escenario junto con sus compañeras concejalas. Ningún hombre ha tomado la palabra durante la gira del CIG por los Caracoles zapatistas. Los altos mandos del EZLN, como los subcomandantes Moisés y Galeano (antes llamado Marcos), han dejado espacio a sus compañeras comandantas. En el Caracol de Morelia es la comandante Miriam quien toma la palabra en nombre del CCRI-Comandancia General del EZLN. «Antes, cuando estaban los finqueros, los rancheros que decimos, nuestras abuelas fueron explotadas y discriminadas, porque nunca las tomaron en cuenta. Decían que la mujer no sirve para nada, que la mujer no vale nada, que la mujer solo sirve para tener hijos, para cuidar la casa», afirma la comandanta zapatista durante su intervención, en la que relata los atropellos que desde la época de la conquista viven las mujeres indígenas por parte no solo de los rancheros, sino también de sus maridos.

Mientras tanto, a un lado de la explanada central del Caracol de Morelia está en marcha el comedor comunitario. «En la cocina solo hay hombres y las mujeres están en el escenario, ¿qué ha pasado?», pregunta el hombre sonriendo detrás de su pasamontañas, mientras prepara un sándwich con jamón y queso.

En mayo pasado, Felipa Cruz Zaragoza se encontraba en el auditorio repleto de gente cuando los concejales del CIG –una mujer y un hombre de cada pueblo indígena– anunciaron que Marichuy había sido elegida como su portavoz. Felipa se emocionó mucho durante aquella asamblea del CNI, en el Centro Indígena de Capacitación Integral (CIDECI)-Unitierra de San Cristóbal de Las Casas (Chiapas). Allí acudieron 1.400 delegados indígenas, algunos habían recorrido hasta 3.000 kilómetros para participar en el evento. Integrantes de pueblos originarios de todo México convivieron durante días, compartieron sus experiencias de lucha y sus números de teléfonos; tejieron alianzas e imaginaron acciones conjuntas.

 

Tejiendo la telaraña. Todo empezó en octubre de 2016, en aquel mismo centro de formación para jóvenes indígenas. Allí, los zapatistas, tras un análisis de la “Guerra al narcotráfico” que en diez años ha causado más de 130.000 muertos y 33.000 desaparecidos, en su mayoría civiles, propusieron al CNI la constitución de un Concejo Indígena de Gobierno (CIG) para crear una plataforma con el objeto de resistir a la guerra que «envuelve a todo el país, que está en contra de todos y todas». También sugirieron que la portavoz del nuevo órgano fuera una mujer, siendo las indígenas el sector más oprimido de la sociedad mexicana, y que esta se postulara como candidata en las elecciones presidenciales de 2018.

La participación en las elecciones de Marichuy está, sin embargo, condicionada a la capacitad de reunir 867.000 firmas antes del 8 de febrero, objetivo difícil de alcanzar pues a mediados de noviembre se habían recogido solo unas 42.000. «Marichuy es la persona más adecuada para este cargo», afirma Felipa Cruz Zaragoza. Según la indígena de etnia mixteca –integrante de las Organizaciones Indias para los Derechos Humanos en Oaxaca (OIDHO), un espacio que aglutina varias comunidades de resistencia del estado de Oaxaca–, la coherencia ética y la humildad de Marichuy le permitirán cumplir con éxito con el mandato que le dio el CIG: ser su portavoz, no su líder.

Los promotores del CIG afirman que el enfoque de la iniciativa no está tanto en la participación en las elecciones, sino más bien en la formación del concejo, que debería realizar una gira por todo el país para enlazar luchas y llamar al pueblo del campo y de la ciudad a organizarse para «tejer desde abajo una telaraña tan grande que sea capaz de perdurar en los tiempos venideros», para «organizar dolores», y «hacer retemblar en sus centros la tierra». Por lo tanto, el objetivo de la candidatura no es competir a la presidencia de la República, se trata más bien de una estrategia mediática: «Ratificamos que nuestra lucha no es por el poder, no lo buscamos; sino que llamaremos a los pueblos originarios y a la sociedad a organizarnos para detener esta destrucción, fortalecernos en nuestras resistencias y rebeldías».

Hace un año, cuando escuchó la propuesta de los zapatistas, Felipa Cruz Zaragoza se quedó perpleja: hace 27 años que la OIDHO lucha en la calle y nunca consideró viable la opción de las elecciones. Esta mujer sabe que el EZLN rompió con el sistema partidista hace muchos años y que no se está planteando la creación de un partido político –con su estructura, sus diputados, sus alcaldes–, sino una candidatura independiente a las presidenciales. También reconoce que el lanzamiento de la iniciativa ya obtuvo algunos logros, debido a que la atención mediática se está concentrando en las luchas y demandas de los pueblos indígenas, que normalmente son invisibilizadas.

«Un juego inventado por otros». Sin embargo, la decisión del CNI de participar en las elecciones provocó muchas controversias dentro de OIDHO, y Felipa la apoya solo en parte. Su temor es que, a pesar de que la intención es hacer explotar el sistema desde dentro, finalmente se acabe legitimando la posibilidad de que exista un vía institucional a la solución de las demandas de “los de abajo”. «Nos estamos metiendo en un juego que está inventado por otros, la clase política es la que hizo estas estructuras y es la que las maneja. Como OIDHO, no creemos en esta forma de lucha, para nosotros es un sistema demasiado viciado», afirma.

Felipa afirma que su organización apoya el esfuerzo de articulación de las resistencias del país y que seguirá participando en las asambleas del CNI. También recibirá al CIG y a Marichuy durante su gira, para que conozcan la lucha de sus comunidades, pero casi no participará en la parte electoral de la iniciativa. «Nosotros no tenemos ninguna confianza en lo electoral. Pero tenemos una problemática común con el CNI, que es el ser pueblos indios; tenemos que organizarnos y acercarnos de alguna manera, y esta es la parte que nos interesa de esta iniciativa. Estamos dispuestos, por decisión de nuestras comunidades, a firmar por el registro de la candidata ante el Instituto Nacional Electoral (INE), pero no nos vamos a involucrar en la campaña».

“Lento, pero avanzo” dice un mural en territorio zapatista, donde aparece un caracol con un pasamontaña. Así también se mueve la caravana del Concejo Indígena de Gobierno en su viaje por la geografía de Chiapas. A lo largo de las carreteras más aisladas, carteles con globos y con la foto de Marichuy invitan a participar en el acto público. Otros dan la bienvenida a los forasteros: «Está usted en territorio zapatista. Aquí el pueblo manda y el Gobierno obedece».

La caravana sube despacio por las montañas empinadas de la región de los Altos, atravesando sus bosques de pinos y penetrando la neblina espesa que cubre el Caracol de Oventic, como si fuera una manta. «Cada vez que asesinan, que desaparecen, que encarcelan injustamente a un hijo, a una hija, somos nosotras las mujeres las que sentimos el más profundo dolor», afirma Marichuy durante su intervención en Oventic, donde está acompañada por organizaciones de madres de desaparecidos: «Justamente porque somos las que sentimos el más profundo dolor, porque vivimos la mayor de las opresiones, también nosotras las mujeres somos capaces de sentir la más profunda de las rabias. Y entonces debemos ser capaces de transformar esa rabia en capacidad de organización con el fin de pasar a la ofensiva para desmontar el poder de arriba, construyendo con determinación y sin miedo el poder de abajo».

En el Caracol de La Garrucha, tras cruzar la selva Lacandona, la caravana es recibida por centenares de milicianos zapatistas que visten pantalones verdes y camisas de color café. Llevan gorras y paliacates (los pañuelos típicos de los zapatistas) atados al cuello. De sus cinturones cuelgan linternas y machetes; algunos llevan pasamontañas de lana y otros de tela, para aguantar mejor el calor húmedo de la Lacandona. Se quedan quietos, de pie y firmes debajo de la lluvia durante horas, sujetando sus toletes (palos cortos y fuertes).

Recogida de firmas. La lluvia acaba casi al mismo tiempo que el evento. Aparecen unos mariachis encapuchados que tocan “Cielito lindo” para acompañar la salida al escenario de Marichuy y de los concejales del CIG, mientras que la gente forma una cola para firmar en apoyo a la candidatura de la mujer nahua en las presidenciales. Quienes forman la fila no están encapuchados; de hecho, los zapatistas no pueden firmar, ya que no tienen documentación. Tal vez son personas de las comunidades no zapatistas de esta zona selvática que rodea la ciudad de Ocosingo, quizás pertenecen a una de las 232 comunidades de Chiapas que entraron en el CNI en los primeros seis meses del año tras la propuesta de constitución del CIG. «Primero las compañeras con niños en brazos», dice un voluntario que intenta organizar la cola situada frente a la Casa de la Junta de Buen Gobierno del Caracol de La Garrucha, la sede del Gobierno zapatista de esta zona.

Dentro, los voluntarios sacan fotos a las credenciales con un teléfono móvil para empezar el proceso de registro de las firmas. «El INE nos impuso esta dificultad del uso de celulares para recolectar la firmas de apoyo, pero juntos podemos superarla», explica un cartel colgado en la entrada. La necesitad de comprar teléfonos de última generación y de enviar las firmas por internet son solo algunas de las trampas que, según ha denunciado Marichuy, han sido interpuestas por el INE en su camino a las elecciones.

La portavoz del CIG ya es una estrella en Chiapas, pero no parece aprovecharse de su popularidad. Habla con tono calmado, sus intervenciones son breves y siempre pasa el micrófono a sus compañeras. Pero la gente se exalta al verla. Aplaude, aclama, grita su nombre:«¡Marichuuuuuy!»

La cumbia para el cambio. A la mujer nahua, la banda zapatista “Los Originales de San Andrés” hasta le dedica una canción:

Marichuy color de la tierra,

anticapitalista del corazón.

Marichuy color de la tierra,

anticapitalista del corazón.

Vos trabajaste en la voz del pueblo

por las defensas en la memoria.

Vos trabajaste en la voz del pueblo

por las defensas en la memoria.

La “Cumbia de Marichuy” acompaña todo el recorrido de la caravana. La toca la orquesta en la comunidad de Guadalupe Tepeyac, cerca del Caracol de La Realidad, a donde la candidata acude para llamar a un nuevo levantamiento indígena, pero esta vez sin armas. Llega en camión y acompañada por unas mujeres zapatistas. Marichuy sonríe cuando un rayo de sol le alumbra el rostro. Tras su camión, el comandante Tacho cabalga rumbo a Guadalupe Tepeyac, dando instrucciones por radio, rodeado por dos filas interminables de milicianos y milicianas zapatistas, también a caballo. Al fondo, retumba el nuevo Escuadrón Motorizado Zapatista: un pelotón de zapatistas con el casco encima del pasamontañas, montados en motos negras con estrellas rojas que portan la banderita del CNI. Una demostración de fuerza del EZLN que, a más de veinte años de su levantamiento armado, enseña al mundo que su proyecto de autonomía sigue en pie.

¿Cómo te sientes estando aquí, en territorio zapatista, participando en esta caravana?, preguntamos a Greyci Morales Zurita, joven procedente del estado de Campeche: «Vine para comprobar que esto es real, que existe. La rebeldía, la resistencia y la autonomía son posibles. Cuando te das cuenta de que el sistema político no te representa de ninguna manera, empiezas a buscar alternativas y la opción viable en este momento es la autonomía».