Pablo CABEZA
BILBO

Bowie visto desde un pasional y lúcido análisis en «Bowie»

En poco más de cien páginas, el filósofo, profesor y escritor Simon Critchley se acerca a Bowie como un fan, pero su poso filosófico, su capacidad de análisis, su amplia cultura..., convierten sus reflexiones en una equilibrada deconstrucción del Bowie de todas las épocas.

“Bowie” es un libro delgado, como siempre lo fue David Bowie, en la portada del libro casi un esqueleto vestido. Puede pasar inadvertido entre los diferentes lomos de la estantería de turno y cabe pensar que quince euros es un precio elevado para su enjuta apariencia.

El posible equilibrio llega cuando el lector contrasta precio y contenido, cuando al final de la lectura de las cien páginas realiza recuento de lo aprendido, un momento feliz porque el botín es cuantioso, y sin que Critchley haya tenido que recurrir al pertinente repaso discográfico ni recopilar datos de decenas de biografía ya publicadas.

Entonces, ¿de qué habla?, ¿qué cuenta este inglés profesor en universidades situadas en países tan diferentes como Estado francés, EEUU, Australia, Suiza o Noruega?

Narra hechos cotidianos, no es ninguna biografía underground o un estudio filosófico infumable sobre la personalidad de David Robert Jones. El colaborador de “The Guardian” y “The New York Times” construye capas sobre el músico de manera inteligente y natural. Los párrafos son tan sencillos como cultos, los respectivos análisis cercanos y, en ocasiones, no exentos de filosofía, rigor y belleza. Escritura refinada no exenta de humor y sarcasmo.

«Starman»

Critchley inicia su libro así: «Dejadme que empiece con una confesión bastante embarazosa: ninguna persona me ha proporcionado tanto placer como David Bowie a lo largo de toda mi vida. Desde luego, puede que eso diga mucho de la calidad de esta. No me malinterpretéis. He vivido momentos buenos, algunos incluso acompañado. Pero si hablamos de una alegría constante y continuada a lo largo de décadas, nada se puede comparar al placer que Bowie me ha dado».

Para el filósofo, todo comenzó, al igual que para muchos otros chicos y chicas ingleses cualesquiera, con la interpretación que hizo Bowie de “Starman” en el icónico programa de la BBC “Top of the Pops” el 6 de julio de 1972 (...). Me quedé con la boca abierta viendo cómo aquella criatura de pelo naranja enfundada en una malla de cuerpo entero rodeaba con un brazo afeminado los hombros de Mick Ronson. Lo que me impactó no fue tanto la calidad de la canción, sino la impresión que me causó el aspecto de Bowie. Era abrumador. Parecía tan sexual, tan perspicaz, tan astuto y tan extraño. Chulo y vulnerable al mismo tiempo. Su rostro transmitía un sagaz entendimiento: una puerta hacia un mundo de placeres desconocidos”.

A los pocos días Sheila, su madre, compra una copia de “Starman” y lía la vida de Simon con la de Bowie. El resto es una sucesión de explicaciones tan sesudas como amenas,. Mezcla de su vida con la del eterno Bowie.

Los personajes e imposturas de Bowie

Cualquiera que haya escuchado a Bowie a lo largo de los años –explica Critchley– está familiarizado por completo con el carácter casi de vodevil o de pantomima de su elenco de personajes habituales. Cada uno de ellos tiene una voz característica: desde el pícaro Tony Newley y su cockney burlesco, o incluso el maldito «gnomo risitas»; pasando por el anglosurrealismo angelical con una capa de rímel de Syd Barrett; el oscuro, denso, basso profundo de Scott Walker; los registros más agudos de Iggy Pop (no soy muy fan de algunas de las imitaciones que hizo de Iggy); hasta el murmurante soul boy blanco, así como el cuasioperístico o incluso litúrgico, como en “Word on a wing”. «Las variantes de estos personajes, y de otros, aparecen disco tras disco. No somos tontos. Sabemos que son todos imposturas». ¿Es un fraude el cambio continuo de roles?, el autor lo explica y llega, de paso, hasta su último disco, que analiza con lupa y brillo.P.C.