Jaime IGLESIAS
MADRID
Interview
MOHAMED BEN ATTIA
DIRECTOR DE CINE

«Hablar libremente de tus deseos marca el inicio de todo cambio»

Nacido en la ciudad de Túnez en 1976, debutó como cortrometajista en 2006. Con «Hedi», filme que le valió a su protagonista Majd Mastoura el Oso de Plata al Mejor Actor en la Berlinale de 2016, debuta en el largometraje apadrinado por los hermanos Dardenne. La película, según el cineasta, pretende reflejar la resaca que vive el país norteafricano tras la revolución de 2011.

Hedi trabaja como comercial para una empresa automovilística. A sus 25 años prepara su boda con Khedija, una mujer educada para hacer feliz a su marido y gestionar el hogar. Pero ese ámbito de seguridad resulta insuficiente para colmar las aspiraciones de Hedi. Sobre ese punto de partida Mohamed Ben Attia reflexiona sobre las contradicciones que acontecen en una sociedad obligada a redefinirse.

Aunque usted pertenece a una generación anterior, da la sensación de que en el conflicto que vive el protagonista del filme hay mucho de su propia experiencia. ¿Es así?

Bueno yo, como él, estuve doce años trabajando en una multinacional, en mi caso en Renault, por lo tanto la manera en que la personalidad de Hedi se va definiendo a partir de los condicionantes que le plantea ese mundo laboral hipercompetitivo sí que es algo que está inspirado por mi propia experiencia. Luego hay otros asuntos, que también están conectados con mi vida pero no de manera directa.

Más allá de hechos concretos, me refería a ese conflicto que se da entre el deseo y el sentido de la responsabilidad que hace de Hedi un ser frustrado.

Creo que justamente ese es el conflicto que sostiene la película y no tanto el choque entre tradición y modernidad como algunos han apuntado. De un lado está el apego al legado, a aquellos valores que representan tanto la familia como el grupo de afines. De otro, el deseo de viajar, de ser libre, de poder vivir, en primera persona, una experiencia que trascienda los límites de lo establecido. La idea de abordar esas tensiones vino dada por el deseo de contar una historia de amor muy sencilla que, en cierto modo, plasmase las contradicciones que generó la revolución en Túnez. De la excitación de los primeros días pasamos a un escenario donde tuvimos que gestionar los odios y los rencores generados por tantos años de silencio.

¿Diría que esa frustración ante la imposibilidad de conquistar unos márgenes de libertad todo lo amplios que uno quisiera conduce al desarraigo?

Es probable que entre los más jóvenes sí que sea una sensación mayoritaria pero, al final, las emociones son algo muy difícil de gestionar. Obviamente para aquellos que están en una situación de precariedad o de exclusión social es más difícil encontrar su sitio, pero en Túnez yo conozco a muchas personas que, ocupando una posición económica desahogada, también se sienten fuera de lugar. Ahora bien, más allá del desarraigo emocional, está el desarraigo físico, la sensación de no estar donde uno desea estar, y eso sí que es algo más común a toda la población, sobre todo por las dificultades que existen a la hora de obtener un visado. Eso hace que la gente se obsesione por viajar, por salir del país y toda obsesión, obviamente, lleva aparejado un gran componente de frustración.

En la película hay un momento en el que el personaje de Rym, después de haber escuchado a Hedi hablar de sus deseos, le dice «eso no es un sueño, sino un proyecto». ¿Cree que para la sociedad tunecina de hoy resulta complicado convertir los sueños en proyectos?

A mí lo que me molesta, sobre todo, es que nos vendan la idea de que solo existe un único modelo de éxito social y de que lo que nos toca hacer, en todo caso, es ajustar nuestro proyecto de vida a esos parámetros. “Hedi” es la historia de un hombre que sale de su comunidad y que se enfrenta a eso pero, sobre todo, es un reflejo de lo que acontece hoy en día en Túnez. Antes he comentado la frustración que siguió a las ilusiones que trajo consigo la revolución, pero una cosa sí que hemos ganado y es la posibilidad de discutir abiertamente sobre el modelo de sociedad que queremos construir. Hoy en día las mujeres pueden hablar sin miedo sobre si quieren formar una familia o si, por el contrario, prefieren caminar libres de ataduras sin contraer matrimonio. En determinados escenarios este sigue siendo un debate difícil de emprender pero ya no es un tema tabú, lo mismo ocurre con la homosexualidad. El poder hablar libremente de tus deseos supone dar el primer paso para que éstos se materialicen y, como tal, marca el inicio de todo cambio.

Como cineasta, ¿no siente el peso de la responsabilidad a la hora de mostrar al mundo las inquietudes que afloran en la sociedad tunecina?

Yo lo asumo como una oportunidad. Me gusta pensar que mi película entra en discusión contra esa homologación del mundo árabe que se viene acometiendo desde Occidente. En muchos países por ejemplo les ha sorprendido que en mi película saliera una mujer en bikini porque asumían que en un país musulmán eso era algo que estaba vetado y, sin embargo, no es así. Yo creo que en Europa cada vez hay más curiosidad hacia un país como Túnez y esa curiosidad es la que nos permite a los cineastas y a los artistas de allí mostrar nuestro país como lo que realmente es: un territorio pleno de matices. Frente al discurso simplista que tanto abunda en los medios de comunicación, el cine es una ventana inmejorable para conocer otras realidades.

Pero realmente ¿cree que hay una predisposición sincera en el espectador occidental? Se lo pregunto porque cada vez que se estrena entre nosotros una película de un país culturalmente alejado de nosotros, esta parece diseñada para reforzar los clichés que en occidente tenemos sobre dicho país.

Sí, entiendo lo que quieres decir y hasta hace unos años, efectivamente, existía esa tendencia. De hecho cuando seleccionaron “Hedi” para concursar en la Berlinale yo al principio estaba escéptico, pensé que me habían cogido para cubrir la cuota de cine árabe (risas). Mira, te voy a contar una anécdota. Yo hace unos veinte años intenté matricularme en una escuela de cine francesa y pasé, sin problemas, los dos primeros exámenes. El tercero consistía en una entrevista personal y quienes me la hicieron me sacaron la cuestión de la mujer en el mundo musulmán. Les dije que prefería no tocar ese tema y que, en todo caso, había personas más capacitadas que yo para abordarlo. Ellos me contestaron que yo carecía de opiniones propias y que, como tal, no daba el perfil para entrar en la Escuela. Esas personas estaban esperando que les dijese lo que ellos querían oír, con independencia de si lo que pudiera decirles era, o no, relevante. De hecho en mi país hay ciertos sectores que recelan de hacer cine en régimen de coproducción con Europa, por ejemplo, porque intuyen que van a acabar imponiéndoles rodar una historia ajustada a esos clichés que existen sobre el mundo árabe.

Usted, sin embargo, ha gozado de una gran autonomía para rodar «Hedi». ¿Cómo fue su colaboración con los Dardenne?

Siempre fueron muy delicados conmigo, jamás intentaron imponerme nada y respaldaron el proyecto tal cuál se lo presenté, algo que hicieron no por solo por respeto sino, sobre todo,  por coherencia. Para mí, que carecía de experiencia en el largometraje, era muy importante contar con el tiempo necesario para ensayar con los actores en aquellos lugares donde luego iba a rodar y lo tuve, lo cual facilitó mucho el proceso de filmación. No solo eso, también me vi beneficiado de contar con el mismo equipo técnico con el que había rodado mis cuatro largometrajes anteriores.

En «Hedi» concurren dos arquetipos de feminidad que delimitan el conflicto que vive el protagonista. ¿Acudir a ellos fue una manera de combatir esa tendencia al cliché desde la que, según usted, se  tiende a representar el papel de la mujer en las sociedades árabes?

Me interesaba ofrecer una mirada honesta sobre la diversidad de perfiles femeninos que existen en la sociedad tunecina. Mujeres educadas en la tradición como Khedija, que no tienen más perspectiva que la de casarse y formar un hogar, hay muchas, es cierto, pero también existen muchas otras como Rym que se erigen en dueñas de su destino más allá de lo que otros tiendan a pensar sobre ellas y ese perfil cada vez es más abundante.