Pablo CABEZA
BILBO
Interview
MAIKA MAKOVSKI
VOZ, GUITARRA, PIANO, COMPOSICIÓN, ACTRIZ...

«Si fuera directora de hotel, podría decir que empecé de botones»

El Teatro Arriaga de Bilbo recibe hoy, 20.00 horas, a Maika Makovski, quien presenta «Chinook wind», uno de los álbumes más delicados y hermosos de 2016 internacionalmente. El disco es tan cautivador como un día de enamoramiento, como una tarde dedicada a los demás. Imaginárselo en directo es posible, solo hay que cerrar los ojos, sentir las notas y percibir cómo los sentidos son parte del mismo.

Maika Makovski nace en Palma de Mallorca, de madre andaluza y padre Macedonio. Con la adolescencia en los finos poros de la piel compone sus primeras canciones, mientras crece y deambula errática en busca de lo que es hoy. Con base en Barcelona, graba sus dos primeros álbumes, suficiente muestra para situar a la artista multidisciplinar entre los singulares. Con “Maika Makovski” (2010) y la producción del británico John Paris se produce un necesario salto hacia el mundo de los y las diferentes. Supera a indies y rockeros de uno u otro género. Y lo muestra con dos discos más en estudio. Transcurren cuatro años hasta la publicación de “Chinook wind” (Warner). Viaja al pueblo de su padre, Vangel Makovski, también músico y multiinstrumentista. Descubre la humanidad de su otra parte, el signo vital de la raíz, y el pálpito le envía al espacio, donde, de paso, se enamora.

No es posible discernir si “Chinook wind” es su obra más completa, toda la discografía de Makovski es espléndida, pero sí es el álbum que desde una primera escucha más atentos y sensibles deja los sentidos, desde los que el oyente puede ser ella, sus atrevidas inflexiones de voz, la cuerda, la trompa, el silencio, el bajo, la guitarra sucia-limpia, la canción...

Me temo que hay que crear una nueva etiqueta para orientar sobre qué es «Chinook wind», un todo de diferentes colores.

Siempre he creído que la música tiene un poder inmenso tanto para destruir como para consolar, y en mi vida habían ocurrido un sinfín de cosas que me habían hecho descarrilar. Así que por todo el frío que había entrado, en este disco quería calidez. Quería refugiarme en él, a diferencia de otros discos que he hecho con una actitud más extrovertida o de ataque. Y por eso este disco suena a madera y a cuerda y a piel. En su mayor parte es un disco que podrían estar tocando a tu lado cuando lo escuchas, a pesar de que mis guitarras son eléctricas y hay algunos elementos electrónicos recogidos directamente de mis maquetas.

Si el folk nos lo tomamos como un estilo sincero, despojado de muchas de las maldades de la música, de zafiedades. Si se percibe cristalino, de tú a tú…: se ve el folk, pero no creemos que una acústica o un silencio sean folk por sí mismo. Quizá, folk electrónico, como en la demoledora «Blonde poetry», con ese aire al inicio del dúo francés Air.

Juego con muchos estilos, esa es la realidad. Aún así, creo que hay un espíritu folk en lo que hago porque, como dices tú, el folk es una manera de entender la música sencilla, humilde, sincera; el folk es la música de cualquiera que la necesite. No es efectista, ni pretenciosa. Me pongo discos de Doc Watson, de Aleksandar Sarievski, de Marika Ninou, o Pete Seeger… y siento que hay una persona ahí detrás sencillamente disfrutando del regalo de verse cubierto de música. Así siento yo mi profesión, desde que escribo una canción hasta que la toco en un concierto. Y me alegra que te guste [no es la única] “Blonde Poetry”, ¡es una de mis preferidas!

Con «Chinook wind» quiebra casi todo su pasado con arreglos de cuerda, con «electrónica acústica», aunque no exista como tal, una trompa francesa enamoradiza, búsqueda de los rincones del cuerpo.

La instrumentación que elegimos tiene mucho que ver con hacer que sonara a abrazo. Queríamos sonidos nobles. Por otro lado, John Parish [significado productor] unió temas muy dispares utilizando una paleta de sonidos bastante reducida: dos sonidos de teclado nada más, dos de guitarra, un sonido de bajo, uno de batería, etc.

Es un álbum de estética global concordante, pero hay canciones muy diferentes, unidas por su voz, los silencios y el ritmo de un sábado liberado de cargas. ¿Pueden ser de diferentes épocas homogeneizadas por los diversos talentos implicados?

Sin duda es un disco-viaje, una especie de documental, porque reúne canciones escritas a lo largo de cuatro años en lo que además fue una montaña rusa vital. John Parish hizo un trabajo estupendo ayudándome a englobarlas en un mismo universo.

Hace cinco días «Canada», la solemne, descarnada y ambiental apertura del disco, estaba cerca de superar las 225.000 audiciones en Spotify. Solo cinco días después ya lleva 247.000 y ha superado a «Languaje», la canción apertura de su anterior disco, también endemoniadamente áureo. ¿Hay esperanza?

Sí, yo creo que sí, me ha llevado muchos años. Si fuera directora de hotel, podría decir que empecé de botones. Y a pesar de que a mi discográfica le gustaría vender más, yo me siento feliz en dónde estoy, y, sobre todo, tengo la sensación tan necesaria de seguir dando pasos hacia delante. Abrimos también los conciertos con esta canción. ¡Es siempre como levitar sin red sobre puñales!

Su padre parece que tiene mucha importancia en estos últimos años. Se ha reencontrado con Macedonia y sus raíces. Le felicita en su Facebook por su 79 cumpleaños y en el disco aparece la canción «Father».

La patria de mi padre, ese pequeño y desconocido país que casi nadie sabe ni situar en el mapa, era también desconocida para mí hasta hace muy pocos años. Me fui allí de un día para otro, huyendo del aluvión de tortas que me estaba llevando en Barcelona, pero sin saber muy bien porqué. Volví transformada en otra persona. La manera en la que me acogieron, la ternura y la generosidad y la sencillez que viví. Por primera vez me sentí parte de algo. Visité el cementerio de Bukovo y me emocioné viendo mi apellido escrito en tantas lápidas, me sentí acompañada por los míos. Father es una canción que escribí para una de las obras que hice con Calixto Bieito, “Forests”, hace unos años. Estaba basada en textos de Shakespeare, y esta en concreto era un diálogo entre Polonio y Ofelia. Pero no la hubiera puesto en este disco si no fuera también un guiño a mi padre. ¡No es casualidad que esté justo antes que “Makedonija”!

Esperabamos en «Makedonija» un arreglo como intuyéndose el folclore de Macedonia, seguro que lo hubiese hecho especial, pero no va por ahí; sin embargo, es un tema de una atmósfera espectacular. La podría haber incluido Bowie al lado de «Blackstar» o «Lazarus».

¡Gracias…! “Makedonija” es un tema clave en el disco. Hace poco sacamos el videoclip, que es una palabra que no le va nada, porque no hay más que imágenes muy cercanas a mi corazón en él. Videoclip me hace pensar en yates y tetonas en bikini. Y fíjate cómo son las cosas, hace unos meses estuve en Nueva York participando en el homenaje a Bowie que hicieron muchos de sus músicos, entre los que estaba Donny McCaslin, saxofonista de “Blackstar”. ¡Qué maravilla de disco!

A pesar de su estilo díscolo, vemos algo de Beatles en «I want to cry», sobre todo a McCartney, como ya lo percibimos en «Your reflection», del disco «Thank you for the boots»

Estuve en la escuela de música de Paul McCartney (LIPA) justo antes de grabar el disco, dando una especie de masterclass para sus alumnos y tuve la grandísima suerte de poder verle en dos ocasiones; una en una charla, en el auditorio de la escuela, y otra en su prueba de sonido (daba un concierto esa noche). Quizá quedó su espíritu revoloteándome.

¿Como viene al Arriaga tras las primeras actuaciones por teatros?

Voy con unas ganas que me muero, así voy. Llevo un cuarteto de cuerda, trompa, batería y yo a las guitarras, más las luces de Magda Kozlowska, que son de otro mundo, y que siempre se mencionan. Está siendo un placer, una delicia de gira. Se crea algo muy, muy potente en escena. He tenido la suerte de encontrar al Quartet Brossa, que no son un cuarteto habitual: están acostumbrados a salir de su área de confort y son valientes, y tocan con víscera, y han hecho unas adaptaciones de las canciones del disco y de varias canciones anteriores (“Lava Love”, “Language”, etc,) tan buenas, tan naturales que parece que hayan sido así concebidas. De hecho, el directo es un paso hacia delante con respecto al disco.