Dabid LAZKANOITURUBURU
RETIRADA DEL PLAN DE TRUMP CONTRA EL OBAMACARE

Una derrota, un alivio y un problema

La derrota de Donald Trump al retirar la votación sobre el plan con el que pretendía suprimir el Obamacare ha puesto en evidencia que un discurso simplista no vale para hacer frente a la compleja política parlamentaria ni para resolver los intereses antagónicos de su electorado.

Tras verse obligado a retirar dos veces la votación sobre el plan para suprimir el Obamacare, el presidente estadounidense cosecha una nueva y sonora derrota, equiparable al freno judicial a su reforma migratoria islamófoba. Los 36 congresistas del Tea Party se negaron a asumir el «Trumpcare» al considerarlo poco ambicioso a la hora de desmantelar el sistema público de subsidios a la asistencia sanitaria por el que Obama logró garantizar atención a 20 millones de personas. En el otro extremo, no pocos representantes republicanos advirtieron a la Casa Blanca que no estaban dispuestos a arriesgar su reelección en las elecciones de medio mandato del año que viene si su inquilino cedía totalmente a las exigencias «abolicionistas» del movimiento libertario de extrema derecha.

Tras descubrir el contrapeso de poder que suponen los tribunales, Trump se ha dado de bruces con lo que más odia su discurso ramplón pero extremadamente eficaz: la complejidad de la política parlamentaria. De nada le sirvió su amenaza de que, en caso de mantenerse el bloqueo interno republicano, dejaría en pie el Obamacare. Es lo que al final ha ocurrido y la verdad es que, paradójicamente, el incumplimiento de una de sus principales promesas de campaña puede resultar para él un alivio. No hay que olvidar que más que una promesa fue una concesión de Trump, quien desde su investidura advirtió varias veces a los republicanos que desmantelar todos los ladrillos del sistema (Obamacare, Medicare...) sería simplemente un suicidio político.

No obstante, y pese a que puede en el corto plazo transformar una derrota en un alivio –haciendo de la necesidad virtud–, Trump tiene un grave problema. Porque si bien es cierto que parte de los votantes republicanos, y de los «demócratas de cuello azul» del Rust Belt que le votaron son reales y potenciales beneficiarios del Obamacare, Trump venció en las elecciones del 8 de noviembre por haber logrado amarrar todo el voto tradicional republicano, desde los evangelistas hasta los republicanos católicos, desde los latinos conservadores hasta el Tea Party... Los llamados «demócratas de Trump» fueron unos cientos de miles, frente a todos aquellos millones, aunque es verdad que le dieron el triunfo al garantizarle los votos electorales de los viejos estados industriales del Medio Oeste superior.

Trump tiene que conjugar intereses y perspectivas antagónicas entre las distintas partes de su electorado. Y eso no se resuelve desde el púlpito soltando insultos y soflamas milenaristas.