Arnaitz GORRITI

ÁGUILAS, TESTIMONIO DEL GERMEN DEL BASKET EN BILBO

Del Ateneo de Manila en 1950 al restaurante Torre BEC el sábado pasado, en el que más de 60 exmiembros del Águilas volvieron a juntarse. Recuerdos que valdrán mil historias y un libro.

No me imaginaba que fuéramos a juntarnos tanta gente!» El sábado hacía un día de perros en Barakaldo: lluvia, viento y frío. Poco apacible para que más de 60 personas con una media de edad por encima de los 60 años se juntaran para rememorar lo que fue el «Águilas», el primer germen de lo que hoy es el baloncesto en Bilbo y, en cierta medida, en toda Euskal Herria. Una «quedada» nostálgica que acabó por sobrepasar las expectativas, pero que no va a ser la última. Anoten: mayo del año que viene; la idea será volver a La Casilla y en número mayor, porque a los llamados para esta reunión hay que sumarles las que vayan a acudir de lo que fue el equipo femenino –¡sí, lo hubo! Creado hacia 1967–, un club pionero para todo. Pionero, o que al menos quiere dejar un poso de vida después de su existencia, que es la gestación del libro sobre su historia... una historia que nace lejos de la lluvia de Barakaldo. Concretamente, en la capital de Filipinas: Manila.

En 1950, el baloncesto es un deporte de otro planeta por estos lares. Pero hete acá que en aquel año de gracia, un grupo de antiguos estudiantes del Ateneo de Manila, cuyo equipo se llamaba «&bs;Águilas», fundaron este club de baloncesto, siendo acogido en sus inicios por el Colegio de Padres Escolapios a su retorno a Bilbo, reunidos en las Escuelas Pías de la capital vizcaína y capitaneados por Vicente Gallego. Entre los jóvenes que le siguieron estaba Paco Díez, un personaje principal en la posterior evolución del baloncesto en Bizkaia, y también un grupo de vascos recién regresados de la antigua colonia española, donde se habían iniciado en el nuevo deporte.

El pasado sábado el restaurante Torre BEC ofrece un skyline impresionante de Barakaldo, una suerte de oasis en un día de perros, pero no solo por huir de la intemperie. Protagonistas, hijos, sobrinos... de varios de aquellos «incunables» como Larrauri, Lacambra, Gallego, Bastarrica, Leqlerc, Landa, Rotaeche, González y Arana, nombres que conformaban el primer Águilas, un sueño que duró hasta 1981, y que, tanto en Primera, Segunda o Tercera División, fue el primer impulso del basket en Bilbo. Un impulso que latió en las canchas de los Escolapios, más tarde en la antigua Feria de Muestras de Bilbo y feneció habiendo conocido el parqué del polideportivo La Casilla.

«Siento no poder estar con vosotros en este primer encuentro con los amigos de quienes llevamos al Águilas en el corazón. Para todos un fuerte abrazo y ojalá para la próxima vez pueda estar a vuestro lado. ¡Aupa el Águilas!». Son palabras de Emiliano Rodríguez, miembro del Águilas entre 1955 y 1958, y que en las filas del Real Madrid lo ganaría todo, incluso la mención como mejor jugador de Europa en 1963. No es el primer apellido ilustre que jalonó el club bilbaino. Entrenadores como Josean Gasca, Xabier Añua, Txutxo Sanz –el primer entrenador que tendría Bilbao Basket– o Antonio Díaz Miguel –este también como jugador– estuvieron en su banquillo. Jugadores como Pepe Laso, Manu Moreno o Txema Capetillo... O americanos curiosos como John Arrillaga, que pasó de estrella del basket en la década de los 60 a ser uno de los multimillonarios reconocidos por la revista Forbes, con una fortuna que se estima en los 2.300 millones de dólares, a cuenta de invertir en el suelo de Santa Clara Valley, justo a tiempo de la eclosión tecnológica de Silicon Valley. «Podría comprarse Bilbao Basket diez veces», dijo de pasada una voz anónima.

Sin continuidad

La historia del Águilas es una desventura recurrente del basket en Bilbo. «Es difícil conseguir que alguien ponga el dinero en un club de balonesto en esta ciudad. Existe la afición, existe el empuje, pero no es fácil ponerlo en marcha y darle continuidad». Uno de los «padres fundadores» de Bilbao Basket, Fernando Txatxo Payás, que recordaba los problemas del Águilas y sus patrocinios.

«La marca Schuss fue uno de los más importantes. Eran dos hermanos, pero solo uno era partidario de patrocinar el deporte. Dio la casualidad de que ese hermano se murió en un accidente de pesca submarina y el otro hermano canceló el patrocinio. Schweppes lo retomó, pero solo estuvo una temporada», evocaba, recordando la temporada 1967/68, año en el que el Águilas tuvo que descender por motivos económicos.

Y para postre, el KAS gasteiztarra se trasladó a Bilbo justo en 1968. Hasta la desaparición del KAS en 1974, Bilbo vivió derbis en Primera División, llevándose a unos cuantos del Águilas entre tanto.

Un camino proceloso que se fue diluyendo con los descensos a Tercera en 1978 y que acabó con la desaparición del club en 1981. Pero Águilas, como familia y germen del basket en Bilbo, permanece vivo. Paco Díez, quien fuera jugador, entrenador, delegado y secretario general del Águilas, lo definía así. «Que la unión hace la fuerza, es harto patente en nuestro Águilas. No es la unión de conjunto, la compenetración de juego. Yo hablo de cariño, compañerismo y de nobles amistades dentro y fuera del terreno. Eso es lo que nos ha ganado y lo que más vale».