Víctor ESQUIROL
CRÍTICA «Una historia de venganza»

El enemigo en casa

Los resultados de ‘Una historia de venganza’, a parte de escribir otro sangrante episodio en el muy sangriento historial de títulos traducidos a la española, son también un amargo recordatorio de la importancia capital de la figura del director cinematográfico. De ese centro neurálgico que debe coordinar y ensamblar todas las piezas para que el acabado haga justicia a la calidad de cada uno de los componentes de los que ha dispuesto.

El caso que ahora nos ocupa es el de una película producida por el visionario y oscarizado Darren Aronofsky, escrita por Javier Gullón (adaptador de José Saramago en la perfecta ‘Enemy’) y coprotagonizada por dos nombres de peso, cada uno en su respectivo ámbito. Desde el indie, tenemos a uno de los talentos más sólidos de los últimos años, Scoot McNairy. Desde el cine comercial, uno de los grandes mitos actioners, Arnold Schwarzenegger. Ambos unidos por un despiste; por una cadena de golpes de mala suerte que desembocan en la peor de las tragedias. El segundo es un padre sin familia después de un terrible accidente de avión; el primero, es el controlador aéreo que podría haberlo evitado todo.

En el paso de la ficha artística al plano puramente teórico, el film sigue conservando la promesa de impacto y calidad, básicamente por el interesante planteamiento narrativo, el cual propone la partición del drama. Por una parte, la víctima; por otra, el –involuntario– verdugo. A partir de ahí, una prospección en las desoladoras profundidades de la pérdida y de la culpa. Como era de esperar, McNairy corresponde con otra composición de altura. Schwarzenegger, aunque no tan sobresaliente, se mueve con sorprendente soltura lejos de sus registros habituales. Entonces, ¿qué falla? El ritmo impuesto por Elliott Lester, incapaz de salir de la confusión entre dolor y aletargamiento. El director, encargado de elevar al conjunto, lo entierra en el aburrimiento de la falta de punch.