David GOTXIKOA
FESTIVAL DE JAZZ DE GASTEIZ

RETRATO DE MONK SIN SOMBRERO

EL HOMENAJE A THELONIOUS MONK CUMPLE SU OBJETIVO, CON EL ENCUENTRO DE CUATRO GRANDES PIANISTAS Y EL TRIBUTO PARTICULAR DEL SEXTETO LIDERADO POR SU HIJO TS MONK. EL PRÓXIMO MES DE OCTUBRE EL PIANISTA DE CAROLINA DEL NORTE HABRÍA CUMPLIDO CIEN AñOS.

«Sigue tu propio camino. (…) Toca lo que quieras y deja que el público capte lo que estás haciendo. Aunque les lleve quince o veinte años».

Así era Thelonious Sphere Monk. Cofundador del bebop y responsable directo de que el jazz se hiciera adulto y liberara todo su potencial evolutivo. ¿Es necesario decir algo más? Es una leyenda en mayúsculas, y a todos nos encantan las hagiografías. El rockandroll está plagado de ellas, pero el jazz tampoco se queda corto: Louis Armstrong, el padre de todo. Duke Ellington, que le dio brillo y dignidad. Billie Holiday, corazón y entrañas. Bird, el profeta cuyo mensaje lo transformó para siempre. Miles lo renovó una y otra vez, y le dio poso intelectual. Coltrane lo llevó más lejos que nadie. Y, Monk, el loco genial envuelto en un misterio que hoy sigue intacto, favoreciendo que su música siga resultando moderna, fresca y original.

Es probable que si Monk hubiera actuado el jueves en Mendizorrotza habría vaciado medio polideportivo; lo que equivale a decir que lo habría vaciado por completo, ya que la afluencia de espectadores volvió a ser algo pobre. Aquí no somos muy amigos de las extravagancias, y el homenajeado jamás hizo la menor concesión: su música era angulosa y juguetona, extrañamente lógica e impredecible a la vez, cubista e infantil. Pero el tributo que se le brindó fue menos exigente con el público y fluyó agradablemente, aunque le faltara algo de vistosidad.

Vayamos por partes: todos los pianistas que participaron en la primera mitad de la noche son fantásticos y aman la música del homenajeado. Este mismo formato ya tiene su rodaje en directo –antes con el desaparecido Mulgrew Miller en nómina, a quien recordó Eric Reed con afecto en los prolegómenos, sin olvidar mencionar a la recién desaparecida Geri Allen–, y los roles están bien definidos, así como el reparto del repertorio y los “duelos cara a cara” que se van sucediendo. Pero como una vez le oí decir al batería Noah Shaye, «tocar la música de Monk es como salir a jugar», y eso fue precisamente lo que echamos un poco en falta en esta cita: Algo más de juego, reto y complicidad entre pianistas o consigo mismos. Gemas como “Monk’s Dream”, “Ask me Now”, “Ruby my Dear” o el postrero “Blue Monk” invitaban a ello. De todos modos, el concierto derrochó elegancia y se hizo corto.

Debe ser embarazoso que a alguien le caiga en suerte el nombre de su progenitor, cuando este significa tanto no ya para el mundo del jazz, sino para la cultura afroamericana en sí. Superar el listón y sobrevivir a las comparaciones, cuidado. Pero TS Monk –en realidad, el tercer Thelonious Monk de la saga familiar– defendió muy dignamente el legado familiar y estuvo a la altura de la importancia de la noche. Más que correcto a la batería, y estupendo como maestro de ceremonias. Su sexteto sonó engrasado, sin inventar nada pero ofreciendo unos arreglos estupendos y dinámicos, lo que permitió disfrutar de unos voluntariosos Patience Higgins, Willie Williams y Josh Evans al saxo alto, tenor y trompeta, respectivamente. Nnena Freelon no es una vocalista de jazz al uso, pero salvó el envite con oficio. “Nature Boy” o “Skylark” fueron concesiones para su lucimiento, dentro de un repertorio que no se olvidó de “Evidence”, “In Walked Bud” o “Round Midnight”, esta última en sucesivas versiones con arreglos muy diferentes.

Pero a la noche le faltó algo, tuvimos mucho Monk, pero escasos monkismos. A pesar de puntuales pellizcos de Kenny Barron o Benny Green, faltaron sus notas aplastadas y sus silencios, su humor y sus espacios asimétricos. Nos quedan sus composiciones, pero nos sigue faltando Monk, el pianista. Faltó el sombrero de Monk.