Beñat ZALDUA
BARCELONA
CONMEMORACIÓN DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS

Barcelona 92 y la España que se fue

Juntos pero no revueltos, Ayuntamiento, Generalitat y Estado español celebraron ayer el 25 aniversario del comienzo de los Juegos Olímpicos de Barcelona, símbolo de una época a día de hoy irreconocible. De fondo, un elefante al que nadie quiso mirar demasiado durante los actos de ayer: el referéndum del 1 de octubre.

La foto vale oro. Fue la portada de “El País” el 25 de julio de 1992, día en que arrancaron los Juegos Olímpicos de Barcelona. En una pequeña barca se ve a Juan Antonio Samaranch, a la sazón presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) y figura destacada del franquismo en Catalunya; a Pasqual Maragall, entonces heterodoxo alcalde de Barcelona; al president de la Generalitat, Jordi Pujol, y al vicepresidente del Gobierno español, el también catalán Narcís Serra. Todos juntitos remando en la misma dirección en un bote llamado “Mare Nostrum”.

Es la foto de la Catalunya y de la España de hace dos décadas y media, que ayer Felipe de Borbón trató de invocar en los actos de conmemoración. En vano. Esa España no existe ya. Esa Catalunya aún menos. Samaranch está muerto y el Ayuntamiento de Ada Colau no sabe qué hacer con una figura franquista sin la cual Barcelona difícilmente hubiese conseguido los Juegos Olímpicos. A Maragall lo retiró de la escena un prematuro alzheimer, si bien tuvo tiempo como president de la Generalitat de sembrar –inconscientemente– la semilla que ha acabado ejerciendo de catalizador del momento que vive Catalunya: la reforma del Estatut. Su hermano Ernest engrosa ahora las filas del soberanismo. Pujol ha caído en desgracia y tiene a toda su familia imputada. Y a Serra, la Fiscalía le pide cuatro años por el agujero de Catalunya Caixa. C'est fini, esa foto no volverá a ocupar una portada de diario, y quizás los más sorprendidos sean los independentistas detenidos y torturados en los días previos en el marco de la ‘‘Operación Garzón’’. Quién les iba a decir que un cuarto de siglo después iban a estar a las puertas de todo un referéndum de autodeterminación.

Pero toda conmemoración tiene su punto impostado. Aunque hay quien ve al rey desnudo, Felipe de Borbón no tuvo reparo ayer en ponerse la corbata y autoinvitarse –junto a la vicepresidenta del Gobierno español, Soraya Sáenz de Santamaría– a un acto por la mañana organizado por la Generalitat para conmemorar la cita olímpica. Entre los presentes estaba el presidente del COI, Thomas Bach, y no era cosa de dejar a tan insigne visitante en los brazos del separatismo. Felipe de Borbón no se salió del guión previsto: «Los Juegos Olímpicos de Barcelona pusieron de relieve ante el mundo y ante nosotros mismos lo que somos capaces de hacer, y los grandes éxitos que podemos lograr cuando trabajamos juntos y en una misma dirección, cuando sumamos el esfuerzo de todos». Mientras desde el público, un hombre sacaba una estelada y gritaba «¡Queremos votar!», el jefe del Estado español añadió: «Todos juntos continuaremos nuestra trayectoria impulsando, mejorando y acrecentando el progreso que hemos conseguido lograr durante décadas».

A su lado, el president, Carles Puigdemont, tampoco se salió del guión establecido: «Los Juegos de Barcelona son el reflejo de la apuesta por el diálogo y el pacto que siempre ha caracterizado a Catalunya». Pero metió la cuña al recordar que Barcelona 92 «permitió mostrar de forma internacional nuestra identidad, nuestra cultura y una lengua propia que fue oficial». Y al César lo que es del César: los JJOO tuvieron una cara oscura en forma de detenidos y perseguidos, en forma de procesos de gentrificación y de elitización de ciertas zonas de la capital catalana, pero fueron fundamentales para poner una ciudad y un país –Catalunya– en el mapa del mundo. Conviene recordarlo antes de lanzarse a las enmiendas a la totalidad.

La realidad sigue su marcha

Pero mientras la añoranza de los Juegos Olímpicos embargaba a los presentes en el acto, la realidad seguía su curso en la Catalunya de 2017, en la que difícilmente volverán a compartir escenario, como lo hicieron hace 25 años, el tenor Josep Carreras –destacado independentista– y la soprano Montserrat Caballé, que además de evadir impuestos, ha calificado de humillantes las movilizaciones soberanistas de la ANC.

Así, mientras el Govern respondió ayer de forma contundente a las últimas exigencias de Moncloa (ver despiece), el Parlament inició el último pleno del curso parlamentario, que hoy vivirá su momento álgido cuando se apruebe la reforma del reglamento del Parlament. Una cosa aburrida en una situación ordinaria, pero que ahora servirá para tramitar por la vía rápida las leyes del referéndum y de la transitoriedad jurídica. También habilitará a la Cámara para empezar las sesiones el 16 de agosto, en vez del 1 de setiembre, como hasta ahora. Las vacaciones, si las hay, serán breves este verano en Catalunya.

La repetición como farsa

Pero ayer era jornada para el protocolo y, como tal, para la farsa. Tras el acto matutino, los mismos protagonistas se sumaron por la tarde al acto de conmemoración organizado por el Ayuntamiento de Barcelona con su alcaldesa a la cabeza. Ada Colau pudo ayer situarse en la posición que difícilmente podrá mantener el 1-O: a la misma distancia de Felipe de Borbón que de Puigdemont.

Su intervención también se encuadró en los estrictos márgenes de la corrección política y el protocolo, resaltando que los Juegos Olímpicos demostraron que «cuando hay voluntad y diálogo, los proyectos salen y pueden ser imparables». Añadió también, como lo hizo Felipe de Borbón después, que Barcelona 92 no hubiese sido posible sin el trabajo conjunto del Ayuntamiento, el Gobierno del Estado y la Generalitat.

Ante la previsibilidad de los discursos de los cargos públicos, la intervención del presidente del COI, Thomas Bach, que informó a todos los presentes que su querido perro tiene el nombre de Cobi –mascota de los Juegos–, pareció hasta divertida.

La farsa, evidente para todos los allí presentes, se vio engordada con el encendido de la antorcha olímpica, que ayer volvió a recorrer, esta vez sin pena ni gloria, las calles de Barcelona. La inauguración de hace 25 años tuvo sus pequeñas farsas, como la imposible flecha de Antonio Rebollo en llamas –hay imágenes que muestran que no cayó en el pebetero– o las primeras notas de Els Segadors que antecedieron al himno español con el objetivo, hace ya 25 años, de mitigar los silbidos al Rey.

Pequeñas farsas recuperadas para la ocasión, pero abandonadas hace tiempo en el día a día de las relaciones entre España y Catalunya. Tanto que ayer sonó más extraño que nunca el himno de aquellos Juegos interpretado de nuevo por Los Manolos al acabar la jornada de conmemoraciones. Aquel «Amigos para siempre» chirría.

 

El Govern ignora las exigencias de Madrid para controlar los gastos de la Generalitat

Una pequeña alarma recorrió el lunes los despachos catalanes: el Gobierno español exigía a la Generalitat aclarar en 24 horas el gasto de 6.150 euros. Exacto, un millón de las antiguas pesetas. La interventora general de la Generalitat calmó los ánimos del Ministerio de Hacienda asegurando que el gasto nada tenía que ver con el referéndum del 1 de octubre, pero el aviso está dado: el Estado va a mirar con lupa hasta el último euro que el Govern se gaste, ya sea en chicles o en bolígrafos. Y si alguna partida va encaminada a sufragar el 1-O, el Gobierno español –según decidió el pasado viernes– suspenderá el Fondo de Liquidez Autonómico (FLA), que no es sino una línea de crédito que el Estado tiene con las comunidades autonómicas que lo requieren.

La respuesta del Govern, contundente, llegó ayer de la mano del vicepresidente, Oriol Junqueras, que además de anunciar sendos recursos ante el Supremo y ante el Constitucional contra la medidas, explicó que si suspenden el FLA, el Estado se estará dando un tiro en el pie, ya que los créditos que hoy en día están recibiendo del Fondo se emplean para cubrir los vencimientos derivados de anteriores créditos del FLA. También aseguró que la Generalitat tiene otros mecanismos para financiar los gastos requeridos por el referéndum; y lo que es más importante, se negó a entregar los nombres de los 183 funcionarios que, por exigencia de Madrid, estarán obligados a partir de este viernes a rendir cuentas semanales sobre los gastos de la Generalitat. Son trabajadores públicos de diversas entidades públicas –incluido el Banco de Sangre de Catalunya– cuya identidad Junqueras se negó a entregar al Estado español. «El Govern quiere proteger a los trabajadores públicos y somos los miembros del Govern los que asumimos las responsabilidades de nuestras decisiones. Por tanto, no facilitaremos la lista de trabajadores públicos que afectan a 183 entidades vinculadas a la Generalitat. Somos los miembros del Govern los que facilitaremos las peticiones de información», explicó Junqueras.

La respuesta del Ministerio de Hacienda, recordando a Junqueras y al Govern que pueden recibir una sanción administrativa, fue inmediata.B.Z.