Jaime IGLESIAS
MADRID
Interview
PAULA HAWKINS
ESCRITORA

«Los actos más horribles están motivados por el miedo»

Nacida en Zimbabwe en 1972, se trasladó a Gran Bretaña a los 17 años. Tras licenciarse en Oxford comenzó a trabajar como periodista financiera para «The Times». En 2009 empezó a escribir novela rosa bajo el seudónimo de Amy Silver. En 2015, ya con su verdadero nombre, firmó «La chica del tren», un auténtico best seller que le dio fama internacional. «Escrito en el agua» es su última novela.

Fría y flemática, como queriendo hacer justicia al cliché que define a las más prestigiosas damas de la literatura criminal anglosajona, Paula Hawkins nos recibe en la cafetería de un hotel para hablar de su última novela, la primera que publica tras el extraordinario éxito que alcanzó con “La chica del tren”, un fenómeno literario a escala global que aún la mantiene perpleja.

Tras una novela como «La chica del tren», con casi quince millones de ejemplares vendidos, ¿la publicación de «Escrito en el agua» constituye para usted una prueba de fuego?

Bueno, lo primero que tengo que decir es que esta nueva novela comencé a redactarla cuando aún no había publicado “La chica del tren” y eso fue una gran ventaja, ya que no sentí ninguna presión mientras la escribía. Lo peor vino luego, cuando “La chica del tren” alcanzó las cuotas de éxito que has mencionado. Eso me dejó en una posición delicada porque, efectivamente, siempre hay ese temor, no a decepcionar pero sí a que algo en lo que has invertido tanto tiempo no suscite el interés de los lectores. No obstante, parto de la base de que repetir un éxito como aquél es imposible y, además, “Escrito en el agua” cuenta una historia muy distinta a la de mi anterior libro, por lo que creo que las comparaciones están fuera de lugar. Dicho lo cual, prefiero no pensar en la repercusión que pueden llegar a tener, o no, mis novelas, porque entonces lo más seguro es que me bloquease y no fuera capaz de escribir una línea más.

 

En esta nueva obra hay un caso de abuso sexual, que es el que marca el distanciamiento entre las dos hermanas protagonistas, y la poza de las ahogadas, el emplazamiento donde tienen lugar las muertes que confieren misterio al relato, es presentado como un lugar para librarse de las mujeres conflictivas. ¿La violencia de género la preocupa?

Sí claro, además ten en cuenta que el tipo de crímenes sobre los que yo suelo escribir suceden siempre en la esfera doméstica y ese es un ámbito en el que las mujeres ocupan una posición especialmente vulnerable. Pero, sobre todo, me preocupa la percepción social que existe sobre este fenómeno. Hasta no hace mucho hablábamos de agresión sexual para referirnos al ataque que sufría una mujer en un callejón, de noche, por parte de un desconocido. Ahora sabemos que la mayor parte de quienes padecen este tipo de agresiones la sufren a manos de conocidos o de personas de su entorno más cercano. La violencia en el hogar hasta hace poco era socialmente percibida como un hecho incómodo pero ya está. Hoy, sin embargo, tiene consideración de delito.

No sé si en ese cambio de percepción social pesan también las diferencias generacionales.

Bueno, yo creo que casi todos nosotros heredamos los pecados de nuestros padres, nuestra existencia es una lucha continua por liberarnos de su ascendente, a veces sin éxito como le ocurre al personaje de Patrick. Pero por ejemplo Lena, frente a su madre y frente a Julia, su tía, es una joven que lejos de conformarse con participar de las convenciones sociales y todo lo que ello implica, desconfía y esa desconfianza es la que le hace rebelarse. De todas maneras, el comportamiento de mis personajes más que por la edad está influido por el hecho de vivir en un pueblo pequeño, en un universo muy cerrado donde todos conocen los secretos de todos.

De hecho, puede decirse que el verdadero protagonista de la novela es Beckford, esa población donde nadie se atreve a cuestionar nada y donde parece imperar un pacto de silencio. ¿Se trata de una proyección de la sociedad en su conjunto?

Yo no iría tan lejos porque, a fin de cuentas, Beckford es un lugar singular con una atmósfera muy opresiva y la mayoría de nosotros, de hecho, estamos lejos de habitar en un entorno así. Pero este tipo de lugares existen y a mí, como escritora, acercarme a un microcosmos semejante sí que me permite aproximarme a determinadas problemáticas sociales que son el resultado de la exacerbación de nuestros peores instintos y cuyo alcance, en un lugar así, aparece amplificado.

Pero el denominador común en la conducta de sus personajes es el miedo, un sentimiento que tiene un alcance global.

Sí claro, yo creo que los actos más horribles que acontecen hoy en día en nuestras sociedades están motivados precisamente por el miedo. No hay más que ver cómo los gobiernos explotan a conciencia nuestro temor ante lo desconocido, nuestro miedo al otro, para manipularnos constantemente. En este sentido, el miedo que atenaza a los personajes de “Escrito en el agua” tiene una naturaleza muy distinta, pero el resultado de sus acciones resulta igualmente problemático.

¿Fue su interés en hacer un retrato exhaustivo del lugar lo que la llevó a esa estructura polifónica que tiene la novela?

No es algo que obedezca a un plan preestablecido. De hecho, cuando empecé a escribir “Escrito en el agua” tenía en mente que fueran tres o cuatro personajes los que actuasen como narradores pero, según iba profundizando en la historia, dado que todos los personajes atesoraban tantos secretos, sentí la necesidad de ampliar el coro de voces y me gustó el efecto que eso tenía sobre el relato. El cambiar de perspectiva constantemente hace que el lector se interrogue acerca de a quién puede creer y a quién no y, al mismo tiempo, creo que esto le sitúa en el centro del relato. Es como si el lector fuera un personaje más que transita por las calles de Beckford recibiendo los chismes de cada uno de sus habitantes.

A la hora de retratar ese microcosmos, ¿sus fuentes de inspiración han sido más cinematográficas o literarias?

Cuando escribo no lo hago pensando en la gran pantalla, pero es inevitable visualizar el escenario en el que transcurre la acción y, mientras escribía esta novela, yo tenía muy presente el paisaje de Northumberland, en el norte de Inglaterra, casi en la frontera con Escocia, muchos de cuyos parajes, en los que me inspiré para describir el río o la poza de las ahogadas, parecen sacados de una película. Es curioso, porque son muchos los que me han comentado que en mi descripción de Beckford y de sus habitantes hay reminiscencias de series como “Twin Peaks” o “Fargo” y yo creo que eso es debido a que todos esos pueblos de atmósfera asfixiante terminan por parecerse entre sí. Así que, aunque para mí “Escrito en el agua” sea una novela muy inglesa, supongo que lo que en ella cuento muy bien podría acontecer en cualquier pequeña localidad de Estados Unidos, de esas que tan bien conocemos gracias al cine.

En cuanto a las referencias literarias, usted ha manifestado que de niña era una lectora voraz de Agatha Christie. ¿Es la autora que más le ha influido?

Realmente como lectora no es que frecuente mucho la novela criminal y ni siquiera creo que Agatha Christie haya tenido una influencia decisiva sobre mi obra, aunque sí que es verdad que fue la primera escritora de género policiaco a la que accedí. Pero ahora mismo me resulta más interesante leer a otras autoras como Pat Barker o Kate Atkinson. Dicho esto, de las novelas de Agatha Christie extraje dos enseñanzas que sí que me han servido para elaborar mis relatos, una es la referida al manejo del suspense, la otra a que cuanto más oscuros sean los personajes y más secretos atesoren, más interesantes son. Honestamente pienso que todo el mundo es culpable de algo.

El policiaco no fue su primera elección como escritora, ¿no?

Bueno, yo de hecho trabajaba como periodista y si empecé a escribir novelas fue por encargo. Un día me contactó un editor para ver si me atrevía a escribir una novela rosa, me picó el gusanillo, lo hice y se la entregué. Pero nunca sentí que aquello fuera lo mío, por mucho que persistiera y escribiera dos o tres libros más dentro de ese registro. La última novela romántica que publiqué fue, de hecho, un fiasco, y eso me convenció de que si quería seguir escribiendo debía intentarlo con otro tipo de historias en las cuales me viera más reconocida, fue así como empecé con “La chica del tren”.

¿Diría que la literatura policiaca y la novela rosa tienen elementos en común?

Al final las servidumbres son un poco las mismas porque tienes que pensar la trama, desarrollarla e intentar conferir profundidad a los personajes, pero en la novela romántica todo resulta un poco más forzado porque el punto de partida suelen ser las dificultades que atraviesa una pareja, pero te ves abocada a dejar una puerta abierta a la esperanza. Con la novela criminal te puedes permitir trabajar en un registro más realista y hablar de las situaciones más extremas y terribles sin hacer concesiones. Y a mí, como autora, me gusta más esta posibilidad.

¿Por qué cree que en Gran Bretaña la novela criminal sea una cosa de mujeres?

Es verdad que las mujeres que se han consagrado al género policiaco en Gran Bretaña han tenido muy buena reputación crítica además de una gran aceptación por parte de los lectores. Antes hemos citado a Agatha Christie, pero pensemos también en Patricia Highsmith o PD James. No sé, supongo que entre todas forjaron una tradición que luego los propios editores se han encargado de impulsar buscando nuevas autoras de novela policiaca. Creo que también tiene algo que ver al respecto el que a las mujeres se nos adoctrina, desde jovencitas, con todo lo que no debemos hacer si no queremos convertirnos en víctimas: no bebas, no hables con desconocidos, no te pongas una minifalda, no cojas un taxi sola… Al final todo eso va conformando  una sensibilidad que nos lleva a tener facilidad para ponernos en el lugar de la víctima y a sentir una cierta fascinación hacia el relato criminal.

 

¿Para qué tipo de lector escribe usted? Porque el éxito de su anterior novela también evidenció que se puede hacer una literatura que interese por igual a jóvenes y a mayores, a personas de toda cultura y condición.

No sé, yo no creo que para un escritor resulte útil pensar en un target potencial de lectores, eso es algo de lo que suelen ocuparse los editores, y no siempre con éxito. De hecho, mientras escribía “La chica del tren” no pensaba que hubiera tanta gente en el mundo que pudiera identificarse con alguien como Rachel, pero luego descubrí que los sentimientos que despertaba este personaje eran muy fuertes.