Isidro ESNAOLA
10 AñOS DE CRISIS. EL LENTO DECLIVE DE LA CLASE MEDIA (I)

LA VIVIENDA SE DESPLOMA Y HUNDE EL PATRIMONIO FAMILIAR

La última década de crisis ha dado un tremendo golpe al sueño de una clase media en nuestro país. El desplome del mercado de la vivienda, además de desvalorizar la principal inversión de muchas familias, ha dejado a otras muchas a merced de los bancos.

Vender una casa, comprar otra más cara a crédito y darse un capricho con la plusvalía era poco menos que habitual durante la fase ascendente de la burbuja financiera que terminó en 2007. A los ingresos habituales se unían las plusvalías extraordinarias que conjuntamente que producía un efecto riqueza: la gente consumía más y ese mayor consumo tiraba de toda la economía.

Cuando la burbuja reventó la dinámica se transformó en su contraria y el efecto riqueza se convirtió en efecto pobreza. El consumo se contrajo y con él toda la actividad económica. Los efectos son conocidos y han sido ampliamente analizados, sobre todo por las dramáticas consecuencias que han tenido en muchas personas con pocos recursos. Sin embargo, se ha analizado mucho menos el impacto en aquellas personas que conforman eso que se ha dado en llamar clase media y que resulta tan difícil de definir, pero que todo el mundo sitúa en el centro del estado de bienestar.

Desde un punto de vista laboral, y según las estadísticas de la Seguridad Social, el 80% de los trabajadores, décima arriba décima abajo, lo hacen por cuenta ajena, lo que automáticamente incluiría a la majoria de la población en clase obrera. No obstante, si ampliamos el foco e incluímos en la valoración, además del sueldo, otros aspectos como el capital económico que poseen, o el capital social y cultural del que disponen, la fotografía se vuelve más rica y compleja.

Una forma de valorar el capital económico es considerar las posesiones que esa clase media, básicamente sus propiedades inmobiliarias. En cuanto al capital social y cultural se puede valorar por los títulos universitarios y el acceso a empleos de tipo profesional que proporcionan los estudios superiores.

Burbuja inmobiliaria

El empleo estable y unas cobertura sociales en aumento han permitido a las familias trabajadoras ahorrar y adquirir cierto patrimonio, generalmente inmobiliario. Durante años la principal inversión ha sido en la vivienda familiar. Según el censo de 2011, el 85% de las viviendas principales son de propiedad privada y apenas un 10% son en alquiler. Una proporción desequilibrada y alejada de la media europea. A esta situación ha contribuido la tradición, pero también la imperiosa necesidad que tenían los partidos de movilizar la plusvalía del suelo mediante la promoción de nuevas viviendas para la venta. Y las importantes deducciones fiscales han sido un importante aliciente para la compra.

Las constantes subidas de los precios ofrecían una imagen de inversión segura y rentable. Y así fue hasta que la burbuja inmobiliaria pinchó: un gigante con pies de barro. Durante estos últimos diez años el precio del metro cuadrado no ha dejado de caer. La venta de viviendas de segunda mano es la que marca la pauta del valor del patrimonio inmobiliario. Y dependiendo del territorio y del índice que se utilice, el precio ha caído entre un 35% y un 50%, es decir, que una vivienda puede llegar a valer la mitad de lo que va&bs;lía en 2007. Evidentemente, dependiendo del momento en que se comprara la vivienda –al principio del ciclo alcista o al final– la pérdida será mayor o menor.

En Euskal Herria las mayores caídas se registran en Araba y en Nafarroa, por encima del 45%, mientras que en Gipuzkoa cae un poco menos, casi un 40%. Bizkaia es el herrialde en el que menos se han hundido los precios, alrededor de un 35%. Los datos medios pueden enmascarar diferencias importantes entre las capitales y el resto del territorio o entre la costa y el interior, pero en cualquier caso, el valor del patrimonio inmobiliario en el que se sustentaba el capital económico de esa clase media ha sufrido un fuerte revés.

A las pérdidas por el hundimiento de los precios conviene añadir el problema de los créditos que se negociaron para la compra de la vivienda. Según el censo de población y vivienda de 2011, algo más de un tercio de las viviendas principales estaba hipotecada. Unos créditos que, aunque se venda la vivienda a los precios actuales, habrá que seguir pagando.

Colapso de las ventas

Sin embargo, no es sencillo deshacerse de la vivienda en la que se invirtieron los ahorros. A pesar de que puede parecer que se realizan un gran número de operaciones de compraventa de viviendas, la realidad es que muy pocas cambian de mano y son esas pocas operaciones las que dan valor al conjunto del parque inmobiliario. En 2007, uno de los puntos más altos del ciclo, la compraventa supuso solo la enajenación de entre el 2% y el 4% del total de viviendas.

Las estadísticas de tasaciones recogidas por el Ministerio de Fomento dan cuenta del número de compraventas iniciadas y muestran una caída en el número de operaciones de las cerca de 30.000 del 2007 a apenas 11.000 en 2016, es decir, una tercera parte. La hipoteca, el desplome de los precios y la dificultad para vender una vivienda en la fase descendente del ciclo por miedo del comprador a que pueda caer el precio todavía más han dejado atrapadas a un buen número de familias que siguen pagando un crédito por un inmueble que en muchos casos tiene mucho menos valor del que pagaron.

La devaluación de las viviendas ha supuesto un duro golpe para la familias, que en la actual coyuntura no solo no están en condiciones de ahorrar, sino que han empezado a consumir parte del patrimonio atesorado. Perspectivas que desde el punto de vista económico no son precisamente buenas para la clase media

 

El descalabro del ahorro familiar: el rescate de las inversiones financieras

La compra de viviendas se financiaba con cargo a la venta de otra más antigua pero, sobre todo, con préstamos. Las cuentas financieras del Banco de España muestran para el conjunto del Estado que durante los años más duros de la crisis 2012-2014, los pequeños aumentos de patrimonio neto de las familias se deben a la amortización de créditos, porque las compras de nuevos activos cayeron entre un 1,2% en 2012 y el 0,6% en 2014.

Las cuentas financieras informan de que el patrimonio de las familias descendió, no tanto por la caída de los precios de la vivienda –que también–, sino sobre todo porque las familias han tenido que vender sus propiedades o rescatar el dinero invertido en participaciones, seguros, pensiones y otros activos. Habitualmente, cuando el ahorro no se invierte en patrimonio se suele invertir en activos financieros, pero en este caso, el descalabro financiero ha sido de tal magnitud que no ha habido ahorro sino que se ha consumido el patrimonio familiar.

A falta de otros datos para Euskal Herria, una aproximación a la evolución del ahorro a largo plazo se puede deducir de los datos de EPSV que gestionan los planes de pensiones complementarios en la CAV. Muestran una dinámica similar, no tanto por los rescates, como por la ausencia de ahorro. En el periodo 2012-2015, las EPSV han perdido aproximadamente el 5% de sus socios, sin embargo, las aportaciones anuales han bajado en casi un 20% durante el periodo. Y eso que estos activos ofrecen interesantes ventajas fiscales para los ahorradores. La dinámica del ahorro muestra que la apurada situación de la economía familiar ha llevado a consumir la mayor parte de los ingresos.

En general, la capacidad de ahorro de las familias se ha resentido con fuerza durante la crisis económica. En ello ha influido no solamente la caída de los salarios, la temporalidad o la pérdida del puesto de trabajo. También han influido de una manera cada vez más palpable los recortes presupuestarios. Save the Children, por ejemplo, calcula que entre 2009 y 2013 el gasto en educación por familia ha aumentado un 38,79%, hasta alcanzar los 518 euros de media por familia. El encarecimiento de la vida en general no solo está impidiendo que las familias ahorren, sino que, en algunos casos, como muestra las estadísticas del Banco de España han empezado a consumir lo ahorrado hasta ahora.

El sueño de una clase media construida, entre otros aspectos, sobre la base de un creciente patrimonio familiar ha sufrido un fuerte revés durante la crisis. No solo se ha hundido el valor de la vivienda sino que la coyuntura económica y los recortes sociales empujan a consumirlo.IE