Dabid LAZKANOITURBURU
XIX CONGRESO DEL PARTIDO COMUNISTA CHINO

Xi se apuntala como líder de una China dual y cada vez más visible

Xi Jinping afronta un congreso quinquenal con el objetivo de reforzar su liderazgo con reminiscencias «maoístas» del partido y su apuesta por profundizar en la reforma económica para dejar atrás el modelo de China como «fábrica del mundo». Su apuesta «neoimperial», que reivindica su creciente poderío mundial, visibiliza cada vez más al gigante asiático.

El secretario general del PCCh afronta su Congreso, el evento político chino más importante cada cinco años, con el objetivo de reforzar su creciente poder y pilotar así un país sobre dos ejes aparentemente contradictorios. De un lado, la preminencia histórica del partido, fundado en 1921, y, de otro, la profundización, aunque con matices y contrapesos estatales, en una economía («socialista») de mercado que permite a Pekín presentarse como la abanderada de un nuevo modelo de globalización frente al unilateralismo de EEUU y las dudas existenciales de la UE.

Todo ello en el marco de la emergencia creciente de China como un actor internacional con un peso creciente, y cada vez más acorde a su posición como segunda gran potencia mundial en todos los ámbitos.

Portavoz del XIX Congreso, Tuo Zhen ofreció ayer una rueda de prensa previa en la que resumió la –ausencia de– disyuntiva: «China simplemente no copiará ni replicará modelos de otros países», dijo en referencia al modelo de las democracias occidentales, pero añadió que continuará con la apertura de su economía y con la reforma política, pero siempre dentro de las tradiciones «únicas« de China, que marcan una vía «adecuada a nuestras características».

Ahí radica precisamente la clave del xiísmo, en una reivindicación sin complejos del liderazgo del PCCh, lo que lleva aparejado un salto adelante que trata de conjugar un proceso de recentralización política en torno a su férreo liderazgo con la apuesta por un modelo de desarrollo que deje definitivamente atrás el papel de China como la «fábrica del mundo».

No hay duda de que Xi será reelegido para un segundo mandato de cinco años (hasta 2022) al frente del partido-país. Pero sus ambiciones van más allá y, tras haber logrado hace un año el título de «núcleo» del partido, aspira a más. Por de pronto, el Comité Central anunció el pasado sábado un acuerdo para enmendar sus estatutos y reflejar así «los nuevos conceptos de gobernanza, pensamiento y estrategias» puestos en marcha por Xi en su «primera legislatura».

Esa cuestión estará en el orden del día del congreso, lo que alimenta las especulaciones sobre que el actual líder chino lograría ver insertado su nombre con mayúsculas en la «Biblia» del partido, lo que le serviría para emular al gran Timonel y su «Pensamiento Mao Zedong» y al Pequeño Timonel y su «Teoría de Deng Xiaoping».

Xi se situaría así en el panteón del padre de la República Popular China y del artífice de su milagrosa reforma económicca, muy por encima de sus predecesores, Jiang Zemin y Hu Jintao quienes, pese a sus respectivas teorizaciones (las «Tres Representaciones» y el «Desarrollo Científico»), no lograron eternizar su nombre en los estatutos del PCCh. La figura de Xi ya ha dejado atrás tanto a Jiang como a Hu, que en perspectiva se ven como figuras de transición.

Pero Xi tampoco se conformará con ello y su aspiración pasa por hacer historia y entrar en ella asegurándose el liderazgo del partido hasta 2027 (la Constitución le obligaría en principio a abandonar en 2022 el cargo de presidente), lo que rompería con una regla no escrita según la cual, en la historia reciente, las dos principales corrientes del PCCh (una suerte de bipartidismo a la China) se turnaban cada diez años al frente de ambas instituciones.

Por de pronto, es cierto que Xi concentra ya no solo la jefatura del partido y del Estado sino que es comandante en jefe del Ejército y el culto a su personalidad y su omnipresencia mediática apela a otros tiempos.

Con todo, habrá que estar atentos al resultado de la renovación del Comité Central (205 miembros) del Politburó (25) y, sobre todo del Comité Permanente (siete, de los que cinco podrían ser renovados). Todo ello sin olvidar la remoción de la Comisión Militar Central (11 ) y de la Comisión Disciplinaria Anticorrupción. Precisamente su presidente, Wang Qishan, tiene 69 años, lo que debería apearle –otra regla no escrita– de la dirección del partido.

Pero si el Congreso le mantiene el mensaje sería claro. Xi, que cumpliría 69 en el Congreso de 2022, pasaría a la eternidad.