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BRUSELAS

May guiña a los comunitarios para impulsar la negociación del Brexit

Con su rival, Jeremy Corbyn, pisándole los talones incluso en Bruselas, la premier británica, Theresa May, se mostró conciliadora con los trabajadores comunitarios en un intento de desbloquear las negociaciones del Brexit en la cumbre de la UE, que insistirá, pese a todos los guiños, en que los progresos son insuficientes.

Reunidos ayer y hoy en una cumbre en Bruselas, los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE) tienen previsto hacer un gesto hacia Gran Bretaña, dando luz verde al lanzamiento de los trabajos preparatorios internos sobre la segunda fase de negociación del Brexit, centrada en la futura relación bilateral, pese a la falta de progresos en la primera etapa.

Pese a ello, los Veintisiete se mantendrán inflexibles sobre la necesidad de cerrar antes el debate sobre las modalidades del divorcio antes de negociar la futura relación comercial.

Los derechos de los trabajadores o expatriados comunitarios en Gran Bretaña tras el Brexit –y, en consonancia, los de los británicos que viven en la UE– forman parte, junto con las consecuencias de esta para Irlanda y sus fronteras y el acuerdo financiero, de los tres dossieres que la UE ha delimitado como prioridades absolutas.

La premier británica, que iba participar en la cena de apertura de la cumbre ayer –no así en el desayuno de trabajo y en su clausura de hoy–, se dirigió en una carta abierta a través de su cuenta de Facebook a los tres millones de ciudadanos comunitarios que viven en Gran Bretaña prometiéndoles un inminente acuerdo.

«Queremos que se queden»

«Queremos que se queden y queremos que las familias sigan unidas», señaló May, prometiéndoles que sus derechos serán respetados tras el Brexit. La premier se presentó con este gesto-carta en la cena Pese a ello, no se espera un avance concreto por parte de la Unión Europea más allá del guiño al anunciar «el inicio de los trabajos preparatorios internos», eufemismo con el que el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, propone esperar hasta la cumbre ordinaria de diciembre próximo para constatar si los británicos presentan propuestas concretas.

La factura del divorcio

La espinosa cuestión de la factura del divorcio aparece como el mayor escollo para poder dar por cerrada la primera fase de las negociaciones.

El presidente del Parlamento de Bruselas, Antonio Tajani, ironizó en declaraciones a la cadena británica BBC sobre los 20.000 millones de euros que ofrece Londres al calificarlos como «calderilla» en comparación con los 60.000 millones que aspira a cobrar la UE.

El de las endiabladas negociaciones sobre el Brexit no es el único problema que afronta la inquilina del número 10 de Downing Street.

El flamante líder del laborismo británico, Jeremy Corbyn, le pisa los talones no solo a novel electoral sino físicamente.

Corbyn viajó ayer a Bruselas para encontrarse, al «margen» de la cumbre de la UE», con responsables comunitarios. Flanqueado por el Mister Brexit laborista, Keir Starmer, Corbyn tenía previsto entrevistarse con el negociador en jefe de la UE, Michel Barnier, y con el presidente del Parlamento de Bruselas.

El jefe de la oposición reprochó al Gobierno May de dirigirse «peligrosamente» a una salida de la UE sin acuerdo con Bruselas, lo que «amenazaría los empleos y el nivel de vida» de la población británica.

Corbyn va viento en popa desde las legislativas del 8 de junio, en las que los conservadores perdieron la mayoría absoluta. Desde entonces, May ha sufrido varios intentos internos de segar la hierba bajo sus pies.

Macron y el proteccionismo agrícola francés

El presidente francés, Emmanuel Macron, tenía previsto defender una política comercial más proteccionista en el transcurso de la cumbre y alertar sobre la, a su juicio, «precipitación» de la Comisión de Bruselas en negociar nuevos acuerdos de libre comercio (TLC), figura denostada por amplias capas de la población comunitaria.

El debate se prometía animado entre, un lado, los defensores del libre cambio del norte de la UE, apoyados por la Comisión, y los países del sur, liderados por el Estado francés y que defienden una política comercial más poteccionista.

Con la creciente oposición a los TLC por parte de ONG, sindicatos y partidos políticos–que les acusan de atentar contra el medio ambiente, la salud y las regulaciones sociales y laborales–, la UE avanzó a duras penas con el acuerdo con Canadá (CECA),que entró en vigor de forma provisional en setiembre, pero con la amenaza de ser vetado por el eventual rechazo de alguno o algunos parlamentos estatales. La inquietud de París ha aumentado con las negociaciones con México y con el Mercosur, ante el que Bruselas podría hacer concesiones agrícolas a cambio de colarle la exportación de coches. También la agricultura juega un papel mayor en las negociaciones de sendos TLC con Australia y Nueva Zelanda.GARA