Aitor AGIRREZABAL Periodista
Analisia | Proceso independentista escocés

La devolución de poderes, una quimera que no convence a Escocia

El unionismo vuelve a ofrecer un aumento de poderes al Parlamento de Edimburgo con el objetivo de frenar el avance independentista que muestran los últimos sondeos. Sin embargo, la oferta carece de sentido cuando el pueblo escocés reclama un control absoluto sobre su futuro. Una mayor descentralización supondría para los partidos antiindependentistas avalar el argumento central de la campaña del «Sí». Es decir, que las decisiones sobre Escocia se deben tomar en Escocia. Pero, pese a todo, muchas de las decisiones sobre Escocia se seguirían tomando fuera de sus fronteras.

A menos de dos meses para la celebración del referéndum independentista en Escocia el resultado que depararán las urnas sigue siendo incierto y tanto la campaña «Yes Scotland» como la unionista «Better Together» dan forma a sus respectivas estrategias de las próximas semanas enfocadas a convencer a la todavía amplia masa indecisa.

Según los últimos sondeos, un 27% de los que tienen derecho a voto no ha decidido en qué sentido entregará su papeleta. Son estos quienes parecen tener la clave del resultado final y por ello son el objetivo de ambas propuestas.

En el lado unionista, durante meses la campaña del «No» ha estado defendiendo el statu quo, en lugar de tratar de presentar el voto negativo como un paso para una mayor descentralización en Gran Bretaña. Sin embargo, en las últimas fechas, visto que la estrategia del miedo planteada en un principio no ha dado frutos y que el independentismo ha ido creciendo, el discurso unionista se ha ido transformando hacia una devolución de poderes.

En esta recta final, los tres partidos unionistas tienen sus propias propuestas para una mayor delegación, entre las que resaltan las ambiciones federales del expremier británico Gordon Brown. Este camino para convencer a los votantes indecisos responde a la frustración que gran parte de la población sufrió al no encontrar una tercera vía que respondiese a la independencia y al mantenimiento del statu quo. Sin embargo, los poderes que estas nuevas propuestas ofrecen son simplemente un conjunto de pequeñas reformas ya acordadas.

Esta estrategia ha abogado por ofrecer el lema «Lo mejor de los dos mundos», argumentando que Escocia puede tener lo mejor de la independencia y lo mejor del unionismo. A su juicio, Escocia puede beneficiarse de un mayor poder de toma de decisiones sin tener que asumir «el gran riesgo» de la independencia. La estrategia del miedo, por tanto, no ha sido aparcada del todo. Ofrecen la posibilidad de un Parlamento escocés fuerte, pero con el respaldo de un Estado «respetado», tal y como definen a Gran Bretaña. La opción independentista es presentada como un acto de fe, pero solo se podría entender de esta forma ignorando el riesgo que supone mantenerse dentro de la unión. Votar «no» por temor se entiende como rechazar la posibilidad de una mejor opción democrática.

Devolución a manos de Londres. La campaña independentista ha definido estas propuestas como un «soborno prerreferéndum». Cabe destacar que la ampliación de poderes del Parlamento escocés dependería del apoyo de los diputados del resto de Gran Bretaña. Se antoja difícil imaginar las circunstancias en las que Escocia votase «no» y los conservadores del sur de la isla accedieran después a entregar a Escocia una mayor autonomía. Por ello, las propuestas del unionismo han caído en saco roto y, hasta el momento, no se han mostrado creíbles.

De todos modos, una mayor descentralización supondría para los partidos antiindependentistas avalar el argumento central de la campaña del «Sí». Es decir, que las decisiones sobre Escocia se deben tomar en Escocia. Pero, pese a todo, muchas de las decisiones sobre Escocia se seguirían tomando fuera de sus fronteras.

En este sentido, las propuestas de los partidos unionistas no suponen cambio alguno para Escocia. Edimburgo tendría un poco de margen de maniobra en materia fiscal, lo que podría ser beneficioso para las autoridades escocesas pero apenas supondría un pequeño cambio en la vida de los escoceses.

Las contradicciones a las que se enfrenta el unionismo son cada vez más notorias. Un político laborista afirma que si Escocia vota «sí» «tendrán que establecerse puestos fronterizos para hacer frente a los distintos sistemas de inmigración». Un compañero suyo de partido asegura que el norte de la isla podría tener su propio sistema de inmigración dentro de Gran Bretaña si Escocia dice «no». Desde las filas tories se ha defendido que compartir una moneda con políticas fiscales divergentes conduciría a un colapso económico y también que Escocia debería tener mucha más libertad sobre la política económica después de un voto negativo. Estas contradicciones han creado mucho escepticismo incluso dentro del bloque que desde el inicio ha defendido la unión.

«Bombardeo de amor». La ventaja fundamental de permanecer en Gran Bretaña presentada por la campaña del «No» se centra en poner en común recursos y compartir los riesgos. En el mejor de los casos se ofrece una transferencia gradual de poderes de Londres a Edimburgo. Una oferta repetida durante años y que siem- pre ha terminado chocando contra el mismo muro.

Sin embargo, hasta tal punto la estrategia del miedo ha tocado fondo que se ha cambiado el «Proyecto Miedo» por lo que en las islas ya llaman «bombardeo de amor». Desde Inglaterra ha comenzado una campaña centrada en lanzar mensajes recordando a Escocia y a los escoceses lo importantes que son para el futuro de Gran Bretaña.

Otra de las cuestiones que se preguntan quienes entienden que emprender su propio camino será beneficioso para Escocia es ¿qué poderes debe dejar de lado Escocia? si el voto de setiembre busca escoger entre contar con todos los poderes o solo con algunos.