Iñaki URIARTE Arquitecto

Oda a la fábrica abandonada: la anónima belleza de la desolación y la ruina

El autor ofrece una síntesis argumental de la conferencia, la séptima consecutiva que como cada año organizada por GARA se celebra en estas fechas y que mañana impartirá en el Guggenheim Bilbao Museoa a las 12.00, con entrada libre.

La industria, el trabajo que crea y la riqueza que produce son unas actividades que se han analizado desde múltiples aspectos como un gran avance tecnológico, progreso económico, aprendizaje profesional, convivencia colectiva, concienciación de clase y mejora social. Pero parece oportuno hacer alguna reflexión sobre los elementos fabriles considerando su componente arquitectónico, arqueológico y mecánico, e incluso desde el ámbito artístico por su valor estético. Especialmente una vez que ya productivamente no son rentables quedando en el abandono y olvido.

Esta observación evocadora y reivindicativa de su valor testimonial y patrimonial se acrecienta en el instante final industrial.

Un día, por circunstancias adversas la fábrica se cerró, al siguiente no abrió y ya nunca más. Agotado el ciclo productivo los elementos fabriles pierden su función precisa iniciándose un proceso drástico y dramático. Abandonada la actividad quiebras, cierres, conflictos y despidos dejan al espacio laboral sin recursos ni expectativas. Un paraíso productivo perdido que fue un paraje contundente y hoy es complaciente. Comienza un tiempo sin horario ni calendario.

La fábrica detenida, vacía de actividad, solo produce sentimientos internos y sensaciones externas, reafirmando su presencia en el territorio imperturbable al tiempo e iniciando su diálogo con la soledad, rodeada por el silencio y una inquietante indiferencia social. Un irrefrenable instinto sensitivo impulsa a entrar y deambular por sus instalaciones en un peregrinaje entre una atmósfera de tristeza y expectación.

Las sensaciones recibidas en el desvitalizado recinto después de la huida humana, se transforman en este cántico afligido. Interpretado por una mirada pertinaz, angustiosamente inquieta que penetra y recoge de una fábrica vacía un sigilo postindustrial de insólita riqueza espacial y estética.

En la fábrica, ausente la actividad, vaciada de maquinaria y materiales y exiliados los trabajadores, sus pabellones muestran el gigantismo y la diafanidad de estos enormes templos industriales. Espléndidos espacios de tipología basilical con un pautado ritmo de crujías que sustentan las cerchas, esbeltas estructuras de hierro que muestran su articulada geometría triangular para soportar la cubierta. En el interior su enorme longitud, amplia anchura y gran altura, junto a su cuarta dimensión, la historia y la quinta la emoción, producirán una reverberación sensorial.

Un problema añadido de estos grandes recintos, a pesar de haber sido una referencia del lugar por su nombre y emplazamiento, es que apenas son conocidos, especialmente una vez finalizada su actividad quedan como un testimonio inerte, indiferente. Casi nadie los reivindica, se produce un desarraigo y a la incertidumbre se une el deterioro. Por excesivas medidas de seguridad con excusas de todo tipo no se permite que sean visitados y apreciados en sus valores espaciales y funcionales, por lo que carecen de estima y la sociedad se desentiende de su destino. Por lo tanto, es una obligación moral de entidades vecinales, asociaciones culturales o plataformas creadas al efecto darlos a conocer por todos los medios posibles con artículos, debates y conferencias.

La constatación de la continua desaparición y abandono de la arquitectura industrial en Euskal Herria demuestra que cada vez nos alejamos más de las tendencias universales de los países cultos en la reutilización de estos complejos fabriles, entre otras razones por sostenibilidad y economía. Por cercanía basta observar los brillantes ejemplos realizados en Catalunya, siembre pionera en tantas cosas, con una importante implicación social. Mantenemos políticos, sus asesores y cargos de confianza con competencias en esta materia que desde hace décadas muestran una persistente absoluta ignorancia del sentido cultural e identitario de este legado.

Casualidad

Admitiendo incluso que las sucesivas crisis por motivaciones diversas son la causa de cierre de importantes instalaciones fabriles y todas sus graves consecuencias (paro laboral, depresión social y penuria económica), desde un análisis patrimonial cultural este continuo, violento y clandestino proceso de demolición de grandes complejos industriales tiene muy concretos motivos, incluido un factor político:

- El afán especulativo de las empresas en proceso de cierre o traslado debido a la extensión y, en ocasiones, centralidad de sus instalaciones con sus influencias y vinculaciones para conseguir lucrativas recalificaciones urbanísticas, tantas veces amparadas en decisiones ilegales de los responsables políticos en las diversas administraciones competentes, sin apenas diferencias entre ideologías aparentes, de izquierda o derecha.

- La sorprendente absoluta indiferencia de los Colegios Profesionales de Arquitectos e Ingenieros así como las Escuelas Técnicas homónimas que no han sido capaces de comprender unas edificaciones audaces con calidad constructiva, tecnología avanzada y referencia cultural, en suma su sentido patrimonial histórico.

- La desconsideración absoluta que genéricamente han tenido las construcciones industriales en sus aspectos de referencia y arraigo de una localidad, hito paisajístico, su amplitud y capacidad de reutilización e incluso anónima belleza; en suma una arquitectura e ingeniería culta ignorada.

Ello ha propiciado que no solo carecieran de un reconocimiento social, sino incluso que no fuesen apreciadas en los inventarios patrimoniales de las normativas urbanísticas y consecuentemente sin ningún tipo de valoración cultural, con la consiguiente ausencia de amparo legal.

No ha existido un Plan Director del Patrimonio Industrial, hasta 2002 y en el ámbito estatal, el Plan Nacional de Patrimonio Industrial del Ministerio de Cultura.

Otro de los mayores responsables de esta catástrofe patrimonial ha sido, sin duda alguna, el Programa de Demolición de Ruinas Industriales propiciado desde 1993 por el Departamento de Urbanismo y Vivienda de Eusko Jaurlaritza, que facilita el derribo de recintos industriales obsoletos productivamente, pero válidos constructivamente, para conseguir terrenos libres utilizables en posibles nuevas implantaciones, y cuyo lema, por lo visto, es «primero destruir luego pensar». Una muestra de brutalidad e ignorancia ante un mundo que ya estaba reconsiderando hacía mucho tiempo las enormes posibilidades de reutilización de los recintos que había generado la civilización industrial en los años precedentes, así como la musealización de los ingenios, la maquinaria y los elementos de la cultura industrial.

Ámbito

En Euskal Herria desde hace pocos años se ha incrementado este instinto destructor y han desaparecido bastantes empresas con sus interesantes, si no bellos, recintos industriales, tanto los pabellones productivos como en ocasiones el edificio de oficinas aislado. Lo mismo construcciones de tradicional tipología de naves o notables arquitecturas modernas.

En recientes semanas se ha tolerado, de modo inadmisiblemente sospechoso por las instituciones y casi delictivo por la propiedad, el escandaloso saqueo y destrucción pública y en directo del gigantesco complejo, en dos conjuntos próximos las 10 naves iniciales de Babcock & Wilcox y las cuatro de la sección de productos tubulares en Sestao y Trapagaran, lo mismo que Mefesa en Zorrotzaurre. Actualmente están en un inquietante trance, Nueva Cerámica de Orio (Orio), Papelera Etxezarreta (Legorreta), Irimo (Urretxu), S.A. Placencia de las Armas, Inquitex y Ziako (Andoain), El Casco (Eibar), Bilore (Zaldibia) y de tipología clásica en ladrillo El Irati S.A., azucarera Raperie de Cortes, azucarera de Marcilla en Nafarroa.

Desgraciadamente no todos los municipios han hecho el loable esfuerzo de intentar conservar al máximo su memoria industrial material, como ha hecho Basauri con las extraordinarias naves de la S.A. Basconia.

La ruina, como tal, no existe. Lo que abunda y prevalece es el espíritu ruin, la voluntad de olvidar, eliminar lenta, distraída y deliberadamente, aquello que tuvo un significado y retiene una memoria.

Un espacio, antaño laboral, pleno de acontecimientos donde ahora el vacío y su hermana la soledad, invadidos por el silencio, son la dimensión oscura de un tiempo espléndido de brillantez productiva recorrido con tristeza por la memoria.

También en el abandono existe añoranza, en el vacío historia y en la sombra poesía. Fuera, todavía, se escucha un inmortal eco sentimental. El paraje, contagiado por el sosiego de la agonía industrial, se convertirá en un lugar memorable, impregnado de la imprevista y sugestiva estética del descalabro y la patética evocación de la desolación.