José Miguel Arrugaeta La Habana GARA
Analisia | Cuba y EEUU restablecen relaciones

Relaciones Cuba-Estados Unidos. Preguntas pendientes de respuestas

Las declaraciones de los Presidentes de Cuba y los EEUU el pasado miércoles 17 de diciembre anunciando el restablecimiento de relaciones diplomáticas supone el abandono oficial de la política norteamericana de derrocar la Revolución cubana mediante una intensa presión y agresión externas. Tras más de cincuenta años de desencuentros, el nuevo capítulo de «convivencia» que acaba de comenzar tiene por delante un difícil recorrido y abre numerosas expectativas e interrogantes. Si el régimen norteamericano tiene sus dilemas, la sociedad cubana y su dirección histórica revolucionaria tienen también los suyos propios

El acuerdo entre Washington y La Habana ha cogido a muchos por sorpresa, aunque las gestiones directas han durado casi año y medio, y diversos indicios indicaban claramente que «algo» se movía tras el telón. Lo que sí resultaba bastante más difícil de calcular era la magnitud del resultado final, un cambio de 180 grados en la situación, que ha incluido el reconocimiento oficial, por parte del Presidente Barack Obama, de que la política norteamericana contra Cuba ha sido un fracaso total y que además como efecto indeseable ha propiciado el «aislamiento» de la diplomacia norteamericana en lo referido a este y otros asuntos, no solo en América Latina, sino en todo el mundo, sin distinciones, y una buena muestra de esto era la posibilidad de que los EEUU se tuviesen que «ausentar» de la cercana Cumbre de las Américas, a celebrarse en primavera en Ciudad de Panamá, una reunión inventada precisamente para «excluir» a Cuba a su entorno natural.

Los deberes pendientes de Obama... y EEUU

El primer presidente negro de EEUU tiene su cuaderno lleno de deberes pendientes y apenas le queda tiempo; por lo tanto, va resumiendo y centrándose en lo que puede. El restablecimiento de relaciones con Cuba tiene solo un costo «interno» centrado en algunos grupos de presión nacional, sin duda influyentes pero nada más que eso, mientras que en la página de beneficios el listado es más bastante largo e interesante. Solo convertirse en el presidente que restableció las relaciones con Cuba y llegar a las próximas reuniones internacionales, latinoamericanas y caribeñas, con algo de legitimidad merece la apuesta. A lo que hay que sumar que el gesto en sí mismo permite legalizar hasta cierto punto los planes de seguir «impulsando» una revolución de color (aún por definir) exactamente adaptada a este difícil, rebelde y esquivo país.

Obama anuncia su decisión hacia Cuba al mismo tiempo que reproduce exactamente aspectos de ese mismo tipo de políticas en contra de Venezuela y Rusia, aliados históricos y estratégicos de Cuba.

La Administración norteamericana pretende nadar en medio de aguas turbulentas. Promete lo que no está en su mano porque Bill Clinton dejó, allá por 1994, este tipo de decisiones en manos de una complicadísima maraña de políticos y lobbies locales y regionales. A día de hoy Barack Obama solo puede prometer (porque su especialidad son las promesas de improbable cumplimiento) apoyar, impulsar y propiciar un desmantelamiento progresivo, lento y seguramente condicionado del bloqueo, un monstruo alienígena y de espíritu depredador made in USA que se ha ido expandiendo a otras regiones del mundo.

Cuba a través del espejo

Pero si el régimen norteamericano tiene sus dilemas, la sociedad cubana y su dirección histórica revolucionaria tienen también los suyos propios. La satisfacción de ver regresar a sus héroes indultados, de sentir que su esfuerzo de resistencia a ultranza ha conseguido el resultado deseado, no implica para nada olvidarse ni descuidar que es el ámbito de la economía popular y cotidiana y de una distribución equitativa y justa de la riqueza el campo de batalla donde se va a desarrollar el siguiente y previsible capítulo de este conflicto.

Ayer mismo, el presidente cubano, Raúl Castro, afirmaba enfático ante el Parlamento en pleno que la «economía» era, y seguirá siendo en los próximos tiempos, la asignatura pendiente de la Revolución. Los datos cantan y nos obligan a atravesar el espejo. Sobre un crecimiento anual calculado para este año del 2,2% del PIB, los resultados contables apenas han llegado al 1,3%, pero ni tan siquiera esos magros datos tiene repercusión real en una economía doméstica carencial, mal gestionada y donde la corrupción creciente y el desvío de recursos estatales sigue siendo una variable imprevisible. A pesar de la luz roja e intermitente, el ministro de Economía nos ha anunciado por la televisión que el crecimiento previsto para 2015 es ni más ni menos que entre el 3,5 y el 4% del PIB.

A los despistados les podría parecer que el ministro y su equipo de expertos son como el mago Merlín, o peor aún, que prometen espejismos. Las cuentas son bastantes más sencillas y simples: Si Barack Obama hace básicamente lo que puede de acuerdo a las leyes de su país, sin necesidad de largas negociaciones, para este año que comienza los visitantes norteamericanos (de origen cubano y turistas propiamente dichos) pueden pasar tranquilamente y sin mucho esfuerzo al doble (dos millones largos), las remesas de ayudas familiares, lo mismo (de 1.500 millones a 3.000), y los costos en importaciones estatales de alimentos básicos para la libreta de abastecimientos y medicinas pueden costarle al Estado un 30% menos. Solo hay que ir sumando y sacando cuentas.

Efectivamente la economía cubana puede convertirse inesperadamente en 2015 en un nuevo milagro; sin embargo, las interrogantes tienen la misma magnitud que las cifras. ¿Está la sociedad cubana, con todas sus contradicciones, cansancios, carencias y desigualdades preparada para este «desembarco» económico aerotransportado? ¿Qué consecuencias puede tener la resaca de este sorpresivo restablecimiento de relaciones Cuba-USA en el interior del país? ¿Cuáles pueden ser las repercusiones en las relaciones de Cuba con sus vecinos y tradicionales amigos y sostenedores?

Estas y otras preguntas e interrogantes están abiertas y encima de la mesa: a los cubanos les corresponde ir dando respuestas de acuerdo a la soberanía que siempre han revindicado como principio esencial del proceso revolucionario.