Mikel CHAMIZO DONOSTIA
Interview
Judith JÁUREGUI
Piano jolea

«Soy una persona muy extrovertida, pero en la música tiendo al ensimismamiento»

La pianista Judith Jáuregui ha presentado recientemente su nuevo disco, «Aura», dedicado a músicas intimistas y exóticas de Mompou, Debussy y Liszt, compositores que la han acompañado desde su infancia en Donostia y que en los próximos meses llevará en gira a Alemania, Estados Unidos y México.

Judith Jáuregui (Donostia, 1985) es una pianista joven con ideas muy actuales sobre el funcionamiento de la música clásica: ha fundado su propio sello discográfico, ha prestado su imagen a marcas de moda y mantiene un trato privilegiado con los medios de comunicación, que se ha visto recompensado, la pasada semana, con el Premio Cultura que le ha otorgado la agencia Efe.

«Aura» es su segundo disco con su propio sello discográfico, Berli Music. El primero, «Para Alicia», fue fruto de una gran ilusión y de una apuesta muy arriesgada que finalmente salió bien. En el camino hacia este segundo disco, ¿se ha tenido que enfrentar a la realidad del mercado discográfico?

Sí. Por desgracia, sacar un disco al mercado es una aventura mucho más dura de lo que la mayoría de la gente piensa. De hecho, tras la experiencia con mi propio sello, lo veo casi como una inconsciencia. Reconozco que si no hubiera tenido el apoyo de la Fundación BBVA no hubiera podido hacer realidad «Aura», menos aún en las condiciones en que se ha hecho: grabando en una de las mejores salas de Alemania, la Beethoven Saal de Hannover, con un equipo espectacular y uno de los mejores productores del mundo de la música clásica, Christopher Alder, con un bagaje inmenso.

¿Por qué escogió ese nombre, «Aura»?

El título procede de la música que recoge el disco: la obra para piano de Liszt más espiritual, más interior, que casa perfectamente con la intimidad de Mompou y con los colores y la sutileza de Debussy. El aura es la luz del alma, que todos emanamos y que rodea nuestro cuerpo. Se relaciona con lo esencial, la búsqueda de uno mismo, la pureza... Las obras recogidas en el disco reflejan esos aspectos de los compositores.

En el disco ha incluido música del catalán Frederic Mompou, que siempre está presente en sus recitales.

A Mompou necesitaba grabarlo ya, porque tengo una relación muy especial con su música desde que era pequeña. Fue uno de los primeros compositores que sentí muy cercano a mí, y ya estuvo presente en mis primeros recitales y actuaciones públicas cuando tenía doce años. Su música, en un sentido figurado, me transporta a casa: el predominio del silencio, la paz que transmite, la pureza extrema que logra con melodías muy simples, esa sencillez tan elegante, me reconforta.

¿Por qué ha acompañado a Mompou con Debussy y Liszt?

Partiendo de que Mompou es considerado el impresionista español, me parecía adecuado emparejarlo con el padre del impresionismo musical, Claude Debussy. Las piezas de Debussy que he escogido dan un toque exótico al disco, sobre todo «La isla alegre», «Granada» y «Pagodas», en las que las texturas pianísticas y los colores locales se entremezclan de forma puramente impresionista.

Desde Debussy, y yendo atrás en el tiempo, llegué entonces a Liszt, que con los «Juegos de agua en la Villa d'Este» anunciaba ya el impresionismo. Junto a esta pieza llena de color y sensualidad escogí también las «Consolaciones», que el propio Liszt definió como «miniaturas sin pretensiones», y que me permitía cerrar el círculo con la música de Mompou.

Su primer disco, «El arte de lo pequeño», estaba dedicado también a miniaturas de Robert Schumann. ¿Tiene una tendencia natural hacia este tipo de músicas?

Probablemente. Desde luego, es donde me siento mejor y más cómoda. Es paradójico porque soy una persona muy extrovertida, pero cuando estoy haciendo música busco el ensimismamiento. En cualquier caso, no se trata solo de obras que me gustan o que me definen como músico, sino que me conforman como persona. Estas músicas de Mompou, Debussy y Liszt me han acompañado en mi viaje desde niña a adolescente y de adolescente a mujer. Y seguro que, aunque pueda cambiar mi forma de observarlas en el futuro, seguirán conmigo dentro de veinte años.

Ahora mismo está embarcada en la preparación de un proyecto muy distinto, una gira con música de Beethoven, que es todo lo contrario a intimista: expansiva, llena de fuerza y afirmación humana. ¿Cómo lleva ese contraste?

Reconozco que, tras la gira de «Aura», que fueron siete conciertos, tuve que parar y lavar la mente para poder abordar ahora a Beethoven. Sus sonatas son para nosotros, los pianistas, como los ochomiles para los alpinistas, en cierto modo inalcanzables. Requieren una madurez que, reconozco, yo aún no he alcanzado plenamente. Pero enfrentarse al reto de tocar Beethoven y aprender de la experiencia es necesario para llegar a esa madurez. Además, para el proyecto he podido escoger las primeras sonatas de Beethoven, más haydinianas, en las que se nota la frescura de la juventud y que siento muy cercanas.

¿Se ha planteado escoger a Beethoven para su próximo disco?

No, no me veo ahora mismo grabando música de Beethoven, todavía faltan algunos años para que pudiera hacerlo como a mí me gustaría. Además, yo siempre busco contar una historia, ofrecer un producto un poco diferente, y de la música para piano de Beethoven existen cientos de grabaciones, muchas de ellas impresionantes. Pero Beethoven siempre estará ahí para mí, aunque no llegue a grabarlo, porque es un referente que los pianistas tenemos que estudiar y analizar constantemente. En una vida dedicada a la música Beethoven tiene que estar sí o sí, porque es una columna, una base. Incluirlo o no en nuestros conciertos ya es una decisión personal, porque, al igual que pasa con Bach, es un compositor que te hace sentir muy desnudo técnicamente en el escenario.

Usted siempre ha defendido una imagen joven, a la moda, del músico clásico. Incluso ha prestado su imagen a determinadas marcas de moda. ¿Sigue creyendo que son pasos necesarios que tienen que dar las nuevas generaciones de músicos? ¿No puede dar lugar a equívocos?

No es necesario hacerlo, pero yo me siento cómoda y creo que una cosa no quita la otra: se puede ser intelectual y riguroso a la hora de abordar la música pero hacer un esfuerzo de promoción para acercarla a la gente.

Hay que tender la mano a quien no ha venido nunca a un concierto de música clásica, y si alguien que va a una tienda a comprar ropa descubre una sonata de Beethoven, a mí me parece fantástico. Siempre con límites, claro. No me voy a poner a tocar con un DJ, pero sí puedo hacer proyectos con jazz, o con teatro, o prestar mi imagen para determinados propósitos.

Pero usted ha recibido algunas críticas por ello, que insinúan que está donde está porque sabe vender muy bien su imagen y relacionarse con los medios.

Yo no intento ser mediática, me muestro tal y como soy. El problema es que hay un porcentaje pequeño de músicos y público que es muy conservador y no acepta aperturas de ningún tipo. Eso es elitismo. Yo estoy convencida de que tenemos que trabajar para tender puentes a ese público potencial que no ha tenido contacto con la música clásica y que puede ser enorme.

Tiene por delante una importante gira internacional. ¿Recalará también en Euskal Herria?

Sí. Será el 1 de marzo en el Teatro Campos de Bilbo. Llevaré el programa del disco «Aura» y música de Antón García Abril. Otra de mis citas habituales, el Musika-Música, en el que llevo recalando los últimos siete años, no podrá ser esta vez porque está dedicado al Barroco y queda fuera de mi especialidad. También debutaré en Palau de Barcelona en marzo y luego iré a Alemania, Francia, Estados Unidos y México con «Aura».

Diskoa

«El aura es la luz del alma, que todos emanamos y que rodea nuestro cuerpo. Se relaciona con lo esencial, la búsqueda de uno mismo, la pureza... Las obras recogidas en el disco reflejan esos aspectos de los compositores»

«Nunca he tenido ningún problema por ser mujer»

Usted es pianista, empresaria y una mujer de gran carácter. Pero es evidente que el de la música clásica sigue siendo un mundo de hombres. ¿Se ha topado alguna vez con el sexismo en el ámbito musical?

Si te soy completamente sincera, no. Que el de la música clásica es un mundo en el que hay más hombres que mujeres resulta una evidencia, pero nunca he tenido ningún problema al respecto. Quizá haya otros factores que puedan explicar esta realidad, como que muchas mujeres tienden a la docencia antes que a la interpretación. Pero mi vocación, que es el escenario, siempre fue clara y el ser mujer no me ha impedido alcanzarlo. Tampoco me interesa el asunto de definirme musicalmente por mi género, es decir, el firmar interpretaciones que puedan percibirse como femeninas o masculinas. Tan solo me centro en tocar con mi propia personalidad. Por otra parte, sí resulta llamativo el escaso número de mujeres que se dedican a la dirección de orquesta. Pero yo no sabría decir a qué es debido. M. C.

BEETHOVEN

«En una vida dedicada a la música Beethoven tiene que estar sí o sí, porque es una columna. Incluirlo o no en los conciertos es una decisión personal, porque te hace sentir muy desnudo en el escenario»