Ramón SOLA

EN PEU DE PAU, 1-O Y 155 FRENAN A LA POLICÍA

Llegó la huelga y resultó que los «Mossos de Zoido» tampoco pegan. Cortar carreteras y vías se saldó con un puñado de heridos mientras intentar votar el 1-O provocó 900. Un pequeño gran logro para dinámicas como En Peu de Pau. Y munición electoral para C’s.

Miércoles, 7.45 de la mañana. Cientos de activistas entran en la céntrica estación del TAV de Girona con los brazos en alto y una consigna: ‘‘Som gent de pau, som gent de pau’’. Las cámaras les graban rebasando el cordón de la Policía española del exterior y luego el de los Mossos del interior, para después bajar a los andenes y cortar la vía durante doce horas. Los Mossos d’Esquadra actúan en ese lugar básicamente como lo hicieron ante las urnas el 1 de octubre, y también como lo harán durante toda la jornada las dotaciones de la Policía española. Lógica coherencia esta vez, puesto que tras la aplicación del 155 la cadena de mando acaba en un mismo lugar: el Ministerio de Interior español.

La diferencia está en el tratamiento jurídico y político: si el 1-O ha llevado a los Mossos a ser investigados por pasividad (la Guardia Civil ha irrumpido en comisarías en busca de pruebas), en este 8-N el ministro Juan Ignacio Zoido saluda su actitud como «equilibrada» y «proporcional». Y no cabe olvidar que en el primer caso se trataba simplemente de votar y anteayer, por contra, de parar el país. Según datos oficiales, 150.000 personas se vieron afectadas por la interrupción del tráfico de trenes, no solo en el TAV de Girona sino en las líneas de alta velocidad que pasan por Sants (Barcelona), cortada durante la tarde, y en rutas de cercanías. El 1-O se computaron en torno a 900 heridos por las cargas; este 9-N han sido algunos pocos.

Cuatro factores confluyen para provocar este cambio de estrategia español. Por un lado, el enorme deterioro de imagen que tuvo en el ámbito internacional para el Estado la represión televisada del 1-O. En paralelo, la aplicación del 155 que hace que el Gobierno español ya no pueda «delegar» la aplicación de violencia en el Govern legítimo, sino que tenga que asumir su gestión y sus costes. Unido a esto, la proximidad de las elecciones del 21-D, que obliga a los partidos estatales a «civilizar» su actuación para no espantar al electorado. Y finalmente, la firmeza de la ciudadanía catalana en el principio de la movilización pacífica, que se refleja en dinámicas como En Peu de Pau (En Pie de Paz).

Eso no quita que el ínclito Zoido se guarde en el bolsillo la carta de la represión judicial, ámbito en que el Estado no afloja. En TVE, aseguró ayer que han identificado a cerca de un centenar de «radicales» y que los sabotajes al tráfico «no les saldrán gratis». Zoido apuntó a «piquetes muy radicalizados», ‘‘Abc’’ metió en portada la foto de un joven que simplemente se tapaba la cara ante las cámaras para sacudir el espantajo de la kale borroka y otros medios inciden sospechosamente en señalar a los CDR (Comités de Defensa de la Revolución) como si fueran bolcheviques revividos un siglo después.

Ciudadanos pesca en río revuelto

La contradicción entre el 8-N y el 1-O es tan evidente que Ciudadanos anunció que pedirá la comparecencia en el Congreso de Zoido para que explique «el caos producido». Inés Arrimadas subrayó que no comparten ni las palabras del ministro minimizando las afecciones al tráfico ni las del delegado del Gobierno español en Catalunya, Enric Millo, alabando la actuación de los Mossos.

Obviamente, Ciudadanos intenta con ello pescar votos en río revuelto. Su líder, Inés Arrimadas, sabe que es la principal referencia españolista del momento y no parece que esté en sus intenciones repartir la tarta con el PP. Curiosamente, se destaca mucho que no haya cuajado, salvo sorpresa final, una lista única independentista, pero no se cita que no hay sinergia electoral alguna en el bando españolista, para el que resulta igualmente crucial este 21-D.