Raúl Ciriza
Attac Navarra-Nafarroa

Algunas ventajas de los gobiernos plurales

«Las elecciones del pasado domingo avanzan un duro escenario de fragmentación política en España». El diario ‘Expansión’, en la edición digital, lanzaba el lunes su primera diatriba contra unos resultados electorales que han caído como granizo sobre las elites de poder tradicionales.

El artículo, titulado «Así interpreta el mercado los resultados electorales», daba el pistoletazo de salida a la campaña propagandística con que tratarán de enfangar el debate político. Quizás no alcance los niveles de barbaridad de la presidenta en funciones del Gobierno de Navarra, Yolanda Barcina, que ha comparado la situación actual con la Alemania anterior a Hitler; pero nadie duda de que los poderes salientes se van a empeñar en convencernos de lo nocivo de la nueva situación. Preparémonos pues para escuchar los clamores de los voceros del régimen, sus argumentaciones sacadas de quicio, con las que solo buscan alarmar a la ciudadanía y extender una sensación de inseguridad e inestabilidad que son falsas.

Quienes aspiramos a consolidar este cambio debemos denunciar estas campañas contaminadoras. Un objetivo de Attac consiste en elaborar argumentaciones certeras, reflexionadas y serenas que aporten luz y nos permitan avanzar con ilusión hacia el cambio de modelo social por el que la gente apuesta. A este propósito responde el presente artículo.

En primer lugar, se hace necesario contrarrestar el falso argumento de que la fragmentación política es fuente de inestabilidad. ¿Qué es mejor, un poder concentrado en pocas manos, o un grupo de fuerzas obligadas a tender puentes, sellar acuerdos y gobernar en favor de intereses diversos? La transición española dio paso a un sistema bipartidista donde la alternancia entre las dos principales fuerzas de gobierno ha sido más una distracción que una pugna real. Durante décadas, PP y PSOE han escenificado una disputa ficticia entre las dos opciones que, a la postre, se han ocupado de consolidar la estructura de poder heredada del franquismo (que hoy, por cierto, pervive prácticamente sin cambios). El punto álgido de su labor como cementeras del régimen se sitúa en 2011, en la modificación del artículo 135 de la Constitución Española. Entonces, quienes peleábamos por evitar que fuesen las clases trabajadoras quienes pagasen el coste de la crisis exigimos un referéndum, para que la ciudadanía decidiera si quería supeditar el pago de la educación, la salud o los servicios sociales a la devolución de la deuda. PP y PSOE, al servicio de los mercados, hicieron uso de su mayoría conjunta para aplastar al resto de fuerzas y tender la alfombra roja sobre la que el PP ha desplegado todas las políticas de recortes de recursos y derechos.

No debe extrañar que hoy, cuando por primera vez se plantea un escenario de superación del bipartidismo, nos amenacen con el peligro de la inestabilidad. Algo que no mencionaron en los últimos tres años, en los que hemos soportado, en el Ayuntamiento de Pamplona una Junta de Gobierno que ejercía su poder en contra de la mayoría. O en el Gobierno de Navarra, en las mismas circunstancias. Las principales instituciones de la comunidad han estado paralizadas durante todo este tiempo, han prorrogado presupuestos y han sido incapaces de responder a las necesidades reales de la ciudadanía. En dos ocasiones, al menos, la oposición ha estado a punto de ponerse de acuerdo y sacar adelante sendas mociones de censura. ¿Alguien cree, en serio, que el gobierno de coalición que pueda surgir de las actuales elecciones va a ser menos estable que la legislatura que acabamos de superar? Únicamente la cobardía del PSN, que ha ejercido de nuevo como sustentador del régimen (en contra, por cierto, de su militancia y votantes), permitió que estos gobiernos parciales completaran la legislatura.
    
Hay que poner sobre la mesa que un gobierno formado por diversas fuerzas políticas no es un experimento nuevo. En muchos países, de hecho, lo normal es la fragmentación. Lo raro son los gobiernos monocolores. Un artículo de 2013 del portal de noticias europeo EuroXPress, titulado «La crisis multiplica los gobiernos de coalición en la UE», señalaba que únicamente cuatro países de la UE (España, Chipre, Eslovaquia y Malta) estaban gobernados por un único partido. La mayor parte contaban con dos o más partidos en el gobierno, llegando a haber coaliciones formadas incluso por seis partidos. Esta última circunstancia la compartían dos países con tanta tradición democrática como Bélgica y Finlandia.

Compartir el gobierno coarta las posibilidades de incurrir en casos corrupción. A nadie se le escapa que si el PP hubiera participado en las instituciones junto con otras fuerzas, nos habríamos evitado muchas de las hediondas escenas que han asolado la actualidad informativa reciente. El profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Pública de Navarra, Jorge Urdánoz, expresaba la pasada semana en una charla celebrada en Pamplona su convencimiento de que un escenario protagonizado por más de dos partidos con opciones de gobernar mejora lo presente. Con otras palabras, argumentaba Urdánoz que los sistemas de lealtades y silencios que se consolidan en los partidos tradicionales (aquello de «lavar los trapos en casa» que tanto favorece el tapado de los conchabeos) es menos probable en gobiernos donde se comparte sillón, despacho y responsabilidad con personas que provienen de otras formas de hacer política.

Pero, además, hay otras ventajas. Por ejemplo, un gobierno plural tendrá que llegar a acuerdos amplios, con lo que las normas que nazcan de ellos tendrán una vigencia mayor. Así, es muy probable que se supere la inoperante fórmula de las reformas y contrarreformas en asuntos como el aborto, el matrimonio homosexual o las leyes educativas, que han sido utilizadas como arma arrojadiza en periodos electorales. Caso paradigmático es el de la educación. La LOMCE del PP se ha aprobado sin un solo acuerdo, y a sabiendas de que todas las fuerzas políticas de la oposición la derogarán en cuanto haya cambio de gobierno. Si se hubiese tratado de una ley consensuada es seguro que, con pequeñas modificaciones, habría servido como base para normalizar la labor educativa durante un largo periodo de tiempo. De esta forma se habría dotado al sistema de enseñanza de una estabilidad que es básica para poder llevar a cabo una labor educativa de calidad.

Hay quien advierte sobre la lentitud en la toma de decisiones como una cuestión negativa de un gobierno fragmentado. Pero esta crítica es parcial. Es cierto que poner de acuerdo a muchas personas es más costoso que legislar de forma unilateral, pero sin duda el resultado de las discusiones da lugar a medidas más plurales, inclusivas y, por tanto, válidas. Dice un refrán popular que «si caminas solo vas rápido, pero acompañado llegarás más lejos». Proyectos como el Reino de Navarra Arena, o el Circuito de velocidad de Los Arcos, o el Museo de los Sanfermines; que han dilapidado ingentes recursos públicos y solo han beneficiado a una elite político-empresarial determinada, habrían sido imposibles, o al menos más mesurados, en un gobierno plural.

‘El País’, en un artículo reciente de Víctor Lapuente  titulado «Elogio de la fragmentación política», sostiene que los gobiernos plurales son más capaces de frenar derivas radicales de cualquier índole, pues la mezcla de orientaciones políticas de distinto signo obliga a matizar purezas y encontrar puntos intermedios en la acción de gobierno. Además, este artículo menciona una orientación social mucho mayor en los gobiernos plurales. En cualquier caso, lo que es seguro es que un gobierno formado por diversas fuerzas es más representativo que la fórmula unitaria. UPN se ha mantenido la última legislatura con un respaldo de 111.278 votos (134.727 si sumamos los votos del PP), pero con el rechazo absoluto del resto de fuerzas. Las fuerzas que hoy pueden gobernar en Navarra suman 159.120 votos, sin contar los casi 45.000 que sumaría el PSN en caso de hacer caso a lo que su masa social demanda. Las matemáticas, ya lo vemos, también hablan a favor de los gobiernos plurales.

El propósito de este artículo no es hacer una defensa infranqueable de los gobiernos plurales. Sabido es que no hay sistema político perfecto, que todos tienen grietas por las cuales se puede colar la carcoma. Pero sí podemos contrarrestar las informaciones que tratan de extender el miedo al cambio, y con ello ayudar a enterrar uno que ha dejado de servir. Demos paso a unas formas distintas, hagamos frente a los nuevos retos. Pero, sobre todo, estemos vigilantes para evitar que se cuelen de nuevo personas que parasiten lo público para obtener beneficio privado. Entre muchos ojos vigilaremos mejor.

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