Oskar Fernandez Garcia
Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación

Anacrónicas e inadmisibles injerencias

Este alto cargo de la jerarquía católica, tanto a nivel del Estado español como internacional realiza una serie de elucubraciones sobre el origen de España, su esencia e idiosincrasia, que la sitúa en el mismísimo Tercer Concilio de Trento (año 589).

"Es la hora de España", ese es el título del texto publicado a tres columnas y en una página completa, el 8-11-2017, por "La Razón" y firmado por el inefable prelado Antonio Cañizares Llovera, Cardenal Arzobispo de Valencia.

El mencionado texto sería, sin lugar a ningún tipo de duda, más propio y específico de una homilía, por ejemplo en un "Te Deum", que para ser dado a conocer fuera del ámbito de la feligresía. Pero el medio elegido y el propio contenido revelan, como un poderoso indicador sociopolítico, el poder omnímodo de la Iglesia Católica y la adscripción y connivencia del medio mencionado con la tesis que de forma tan transparente y meridiana expone, sin el más mínimo rubor ni tapujo, el purpurado Sr. Cañizares.

Este alto cargo de la jerarquía católica, tanto a nivel del Estado español como internacional –coherente con su linea de pensamiento, más propia de épocas pretéritas que de una sociedad inmersa en los albores del S.XXI– realiza una serie de elucubraciones sobre el origen de España, su esencia e idiosincrasia, que la sitúa en el mismísimo Tercer Concilio de Trento (año 589).

Esencia basada en su condición cristiana y católica, hasta el punto de creer que si ese país, por alguna circunstancia, dejase de ser cristiano, seguramente o muy probablemente dejaría de ser también España.

La ideología social, humana, política y religiosa de Antonio Cañizares Llovera se entronca con el repudiable, intolerante e intransigente paradigma del nacionalcatolicismo, que vivió en perfecta y beatífica simbiosis con el Estado fascista, represivo y dictatorial de Francisco Franco Bahamonde. Y exactamente igual que en aquella desoladora, brutal y alienante época mantiene una actitud beligerante, agresiva e inmisericorde contra el matrimonio homosexual; contra los inmigrantes –a los que considera como una amenaza, una «invasión» peligrosa porque no todo es «trigo limpio» –contra las leyes de igualdad de género, considerando esta línea de pensamiento como: «la más insidiosa que ha habido en toda la historia de la humanidad»–. 
Lamenta la «importante escalada contra la familia por parte de dirigentes políticos, ayudados por otros poderes como el ‘imperio gay’ y ciertas ideologías feministas» y por lo tanto insta a «promover y defender el matrimonio único e indisoluble entre un hombre y una mujer».

Sus manifestaciones, formas y la evidente beligerancia contra amplias capas de la sociedad es tan agresiva, burda y soez, que hasta el propio Papa Francisco se vio en la necesidad de convocarle al Vaticano.

La causa primigenia de su increíble y extemporánea homilía, dada a conocer por "La Razón", hunde sus raíces en las divinas preocupaciones de este prelado por evitar, coaccionar e impedir que Catalunya se construya, así misma, en un estado libre, soberano e independiente. El susodicho cardenal convocó una vigilia para rezar «por la unidad de España», sentenciando que no hay «ninguna justificación moral» para su independencia.

Ese es el único y exclusivo objetivo del artículo titulado "Es la hora de España". Dar a conocer –más allá de los límites donde pastorean los representantes divinos de Jehová en la Tierra– el porqué de la indivisibilidad dogmática del Estado español, la irrenunciable unidad de destino universal de la comunidad cristiana y católica y la magnanimidad e inconmensurable amor de dios hacia los hombres que envío a su mismísimo hijo Jesús para redimirlos.

Un batiburrillo y una mezcolanza de ideas, datos, opiniones y deseos que originan un texto esperpéntico, abracadabrante, surrealista y esotérico; que tiene en primer lugar, sin atisbo de la más mínima duda, un efecto de teletransportación, de viaje a través del tiempo.

Remite sin dilación y directamente a los años más obscuros, siniestros, represivos, vengativos e intolerantes del nacionalcatolicismo que impulsó el cruento y brutal golpe de estado contra la II República y sostuvo, bajo palio, la brutal dictadura franquista durante casi cuatro décadas, alargando su tétrica y espeluznante sombra en el conocido como periodo de la «Transición», más otras cuatro décadas baldías y estériles.

Tiene la osadía –o tal vez la revelación divina, máxime teniendo en cuenta su adscripción como miembro de la Real Academia de Historia– de definir el cruel, brutal, despiadado y fascista golpe de estado contra la II República como «terrible y dura guerra civil entre hermanos». 
El título de sus peculiares reflexiones –ancladas en un deleznable pasado unido indivisiblemente con la ideología que alzó uno de los tribunales más inhumanos de ese Estado: la llamada "Santa Inquisición"– "Es la hora de España" es la versión religiosa, intolerante y alienante del "A por ellos" política, que ya se ha manifestado en todos los ámbitos de los aparatos de ese Estado.

La forma del mencionado texto es anacrónica y extemporánea. Utiliza una sintaxis y una semántica más próxima al concilio al que se refiere, S. VI (589), que a los tiempos actuales europeos. Y seguramente, aquí estriba una cuestión fundamental –para poder entender la increíble e inaceptable intromisión de ese Cardenal y Arzobispo de Valencia en la vida civil– el Estado español, geográficamente estará en el continente europeo, pero desde los planos históricos, sociológicos, políticos, culturales, laborales, religiosos, científicos… se encuentra en las mismísimas antípodas.

Intentar, supongo que vanamente, alentar la indisoluble unidad de España, repitiendo este vocablo hasta la extenuación y uniéndolo con el mencionado Tercer Concilio de Toledo, donde se fijaba la religión oficial del reino Visigodo y su unidad territorial, demuestra un desconocimiento absoluto de la historia de ese país y un desprecio total a los acontecimientos ocurridos durante los largos siglos posteriores. Pero sobre todo revela, meridianamente, esa prepotencia esa falsa y anodina convicción de creerse infalibles, omniscientes y portadores de verbo divino.

Vincular las características intrínsecas de un país, y su existencia como tal, con una creencia concreta religiosa, como si ésta fuese una verdad axiomática, como si hubiesen de formar indisolublemente y ad eternum un inquebrantable binomio es una auténtica barbaridad sociológica, histórica y política.

Insistir de una forma tan grosera, tan ausente a la razón, a la dialéctica, al discurrir y al pensamiento académico, intentando en vano vincular –con grilletes inquisitoriales– cristiano y español, para explicar y conformar con esos dos términos lo que ha sido el estado español y lo que ha de ser, crea una sensación inmediata y fulminante de rechazo total y genera una desagradable, terrorífica y viscosa sensación de haber sido arrastrado a las mazmorras del Santo Oficio para ser sometido a tormento.

Termina su inefable y esperpéntico escrito como hubiese podido concluir cualquier homilía dirigida desde aquellos púlpitos encorsetados en la intolerancia, la intransigencia, la beligerancia y el odio acérrimo a la condición humana, ya que ésta tenía la maravillosa y extraordinaria capacidad de soñar y en ocasiones, inclusive, de pensar críticamente. 
Pero sobre todo las diatribas del Sr. Cañizares producen miedo, pavor y un real y objetivo terror, debido a que son un indiscutible indicador social, que manifiesta y muestra claramente hasta dónde ha llegado la sociedad española en su nueva reconquista contra las reflexivas, pacíficas, cultas y alegres «turbas» de Catalunya.

Los antivalores más abyectos y las personas e instituciones más intolerantes, intransigentes, necias, ignorantes, imperialistas y fundamentalistas se han puesto en marcha.

La implacable y despiadada tormenta se avecina o ya está desatada e instaurada.

Sólo en nuestras manos está la imperiosa necesidad de comenzar la contraofensiva.

El extraordinario y paradigmático pueblo catalán nos ha mostrado el camino y los métodos.

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