Juan Carlos Mora
Documentalista

El patrimonio de Cristina Cifuentes, ¿boutade o incapacidad gestora?

Leo recientemente que Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, declara no tener más de 1.000 euros en su cuenta como todo su patrimonio, sin que se le cuenten pisos, áticos ni otro tipo de bien inmueble, según manifestaba ante las acusaciones de prevaricación que rodeaban su figura.

Si fuera verdad, es tan grave, en mi opinión, como si declarara tener en un banco 100.000 euros, por poner una cantidad que me parece ya elevada. Me explico. Cifuentes alardea de llevar más de 30 años en política y que su balance, muestra de su honradez, tras todos esos años de dedicación a la cosa pública, es la escasa cifra antes apuntada. No sé si es cierto o es una forma de salir del paso de la difícil situación política en la que en estos momentos se encuentra. Desde luego la gente que yo conozco y con la que me relaciono, creo que tiene algo más en su cuenta y con unos ingresos bastante inferiores. Se trata de administrar gastos e ingresos con un mínimo de sensatez, algo por lo demás que se presupone en una persona encargada de la gestión de millones de euros.

Lejos de demostrar honradez, lo que demuestra es una incapacidad manifiesta para administrar sus ingresos. Porque desde luego su sueldo en todos estos años no habrá sido mileurista precisamente. ¿Qué se puede esperar de un político que es incapaz de ahorrar o de invertir acertadamente, teniendo en cuenta que su salario para cualquiera de nosotros sería envidiable? Si esta insuficiencia en el ámbito privado es trasladable a la gestión pública, las señales de su solvencia como gestora del dinero de los madrileños no son precisamente positivas. Una de las condiciones de las que ha de hacer gala cualquier gestor público, amén de su honradez, es la capacidad de administrar los caudales de su institución. En siglos anteriores, para que un ciudadano pudiera ser elegido por el resto de sus vecinos era necesario que previamente demostrara que en su ámbito doméstico, esto es, en su familia, había tenido suficiencia para regir el patrimonio de su casa. Sin esta cualidad, era imposible que accediera a los puestos de gestión municipal o provincial. Dejando de lado la marginación que sufría la mayor parte de la población a la hora de tomar parte en la administración pública, parece acertada esa disposición que impedía a los incapaces de llevar correctamente su patrimonio que hicieran lo propio con el ajeno.

Tengo para mí que la fama de los conservadores como excelentes gestores económicos no es más que la conclusión de un relato aceptado de forma acrítica. Gestionar es tener en cuenta las necesidades de la sociedad, gastar cuando es oportuno, invertir en infraestructuras y equipamientos cuando estos vertebran o complementan las carencias comunitarias, y mantener un equilibrio entre gastos e ingresos, teniendo en cuenta la posibilidad de un cierto endeudamiento sufragable en ejercicios venideros. Básicamente, tal y como hacemos en nuestras familias.

Si fuéramos a comprar un coche y el vendedor no nos transmite seguridad, ¿lo compraríamos o pensaríamos que es mejor ir a otro sitio? Pues eso.

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