Oskar Fernandez Garcia

La doctrina del shock

Los reprobables y luctuosos hechos acaecidos la noche del 13 de noviembre en dos distritos de París –que segaron de raíz, en un fatídico instante, la vida de 130 personas– han dado lugar a que emerja en la escena sociopolítica la verdadera cara nefasta, represiva, intolerante, brutal e irresponsable de un gran número de políticos de altísimo rango cuyas decisiones pueden afectar a millones de seres humanos.

El presidente francés, François Hollande, describió los atentados de París como «… un acto de guerra cometido por un ejército terrorista…» El presidente de Estados Unidos de Norteamérica, Barack Obama, sentenciaba, evidentemente, con una falta de rigor absoluta que «…no sólo es un ataque a París, sino a toda la humanidad».

La mentira, el miedo e inducir a la población a un estado de shock son los pilares fundamentales de los corruptos sistemas capitalistas. Mienten los dos mencionados presidentes y no de manera intencionada, sino muy al contrario a sabiendas y conscientes de lo que formulan a través de sus discursos. Los dramáticos sucesos de esas primeras horas de la noche del viernes no tienen, objetivamente, nada que ver con un acto de guerra, ni con un ejército terrorista. Históricamente las guerras son declaradas y llevadas a cabo por los estados y se materializan en diferentes frentes y abarcan a toda la nación que se ha declarado enemiga. Las fuerzas armadas del país atacante, obviamente, disponen de ejércitos de tierra, aire y mar. Intentar magnificar, expandir, extrapolar y proyectar una imagen de declaración guerra contra todo un país, donde lo que realmente ha sucedido no tiene nada en absoluto que ver con esa situación, supone un acto ignominioso de enormes proporciones. Tratan de desdibujar completamente una situación concreta –evidentemente, llena de muerte, dramatismo y dolor– con la intención de ocultar ladinamente unas perversas intenciones.

Que el presidente de la nación más mediática, y seguramente más poderosa del planeta tierra, al menos, en dos ámbitos: económico y armamentístico, recurra a la frivolidad y a la mentira descarnada, lanzando a los cuatro vientos que lo sucedido en París es un ataque a la humanidad, refleja meridianamente ese espíritu belicoso, combativo, devastador, opresor y neocolonialista que impera en su gobierno y en la oligarquía norteamericana, ávida de nuevos mercados y rutas. Y la imperiosa necesidad que tienen de crear un gobierno títere en Siria. Pero el inquilino de La Casa Blanca va más allá de sus sibilinas intenciones de crear un coalición internacional –de tal forma que le salga más barato el establecimiento de un nuevo gobierno marioneta en Siria– promete perseguir «…a los líderes del Estado Islámico y destruirlo…» Y esto lo dice sin el más mínimo rubor ni miramiento la misma persona que, en el año 2009, cuando solamente llevaba nueve meses en el cargo presidencial, obtuvo el Premio Nobel de la Paz, por dar al mundo «…esperanzas en un futuro mejor…». El Comité Noruego del Nobel –en la concesión de tan alta distinción– alabó, al susodicho mandatario, por «… sus extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos…» ¡Qué error tan mayúsculo y descomunal!

Barack Obama, los jefes de estado que ahora hacen sonar los apocalípticos y terribles tambores de guerra, junto con las monarquías crueles del Golfo Pérsico son los responsables directos del caos y la tragedia humana que sufren millones de personas en una Siria sitiada y asolada –desde marzo del 2011– por la barbarie del S. XXI. Los datos que acaba de publicar la Delegada del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en Siria, Hanaa Singer, describen una situación inhumana, aterradora y caótica, absolutamente impropia de este siglo, o al menos así lo debiera de ser: en estos ya cuatro largos años de guerra han muerto un cuarto de millón de personas, de ellas, al menos, 11.000 son niñ@s. L@s niñ@s que aún permanecen en su país 8,2 millones no tienen ningún lugar seguro para ell@s y se encuentran en situación de emergencia. El conflicto bélico ha supuesto 4 millones de refugiados fuera de Siria y otros siete millones de desplazados internos, de los que la mitad son menores. En esta situación dantesca no se respetan las siglas de UNICEF, solo en el 2014, 60 escuelas fueron objeto de ataques armados. La tasa de asistencia a la escuela primaria, antes del conflicto, se situaba en un 97%, ahora según el organismo internacional mencionado, es del 6% en algunas áreas.

El primer ministro francés, Manuel Valls, advierte del riesgo, con el mismo «criterio, rigor y convencimiento» que otros altos cargos políticos, de un ataque a Francia con armas químicas o biológicas. E inmediatamente surge extraída de la reciente historia aquella perversa e ignominiosa Cumbre de las Azores en marzo del 2003, con los presidentes George W. Bush, Tony Blair y José María Aznar, donde escenificaron la legalidad que les asistía para llevar a cabo la invasión de Irak –sin el respaldo explícito de La ONU–, las pruebas de armas de destrucción masiva, químicas y biológicas –en posesión del Gobierno iraquí– eran irrefutables y axiomáticas. Posteriormente se comprobó la absoluta falacia de tales armas, pero todo un país había sido arrasado, destruido y literalmente llevado al caos.

La imagen que durante cuatro días han transmitido los medios de comunicación sobre la capital de Bélgica, nos remite directamente a una situación que, la mayoría de la población de Bruselas y de otras latitudes, solamente podría concebir en un imaginario de ciencia ficción, propio del cómic o del cine, es decir, nos lleva directamente a la novela gráfica de Alan Moore y David Lloyd: ‘V for Vendetta’, llevada posteriormente a la pantalla por James McTeigue. En esa historia todas las libertades conseguidas con tanto esfuerzo a lo largo de los siglos han sido derogadas en aras a la seguridad. Lo mismo se quiere hacer en Francia y seguramente en otras naciones. Han conseguido mediante la mentira y el miedo instaurar el estado de shock. Estado que Naomi Klein describe, analiza y critica en un extraordinario libro publicado en el año 2007 ‘La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre’.

«Klein demuestra que el capitalismo emplea constantemente la violencia y el terrorismo contra el individuo y la sociedad. Sometida ésta a la voracidad despiadada de los nuevos dueños del mundo, ese conglomerado industrial, comercial y gubernamental, para quien los desastres, las guerras y la inseguridad del individuo son el siniestro combustible de la economía del shock».

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