Eoin Ó Broin
Miembro del Ard Conhairle del Sinn Féin

Syriza, un desafío a la austeridad y al consenso que ha dominado Europa

Syriza ha afirmado su derecho, como gobierno soberano elegido democráticamente, para tomar importantes decisiones políticas y económicas sin pedir permiso a la Comisión Europea 

La importancia de la victoria de Syriza en Grecia no puede ser subestimada. Representa mucho más que una oposición a la fallida política de austeridad. Es un desafío directo al consenso social y económico que ha dominado Europa y el mundo democrático liberal durante décadas.

El último gobierno de izquierda radical elegido democráticamente en Europa fue en 1936. La llegada al poder del Frente Popular español fue utilizado como pretexto para el golpe fascista del general Franco y sus cuarenta años de dictadura.

Una suerte similar corrió Salvador Allende, el presidente marxista democráticamente elegido de Chile. Su gobierno de Unidad Popular fue derrocado en 1973 por Augusto Pinochet, cuya dictadura brutal gobernó durante casi veinte años.

En Latinoamérica, los gobiernos de la izquierda radical todavía tienen que hacer frente con golpes militares de derechas, como el que se tuvo que hacer frente Hugo Chávez en 2002.

En Europa, sin embargo, la respuesta del stablishment político y económico será mucho más sofisticada, aunque no menos determinada, en su oposición al desafío que representa Syriza.

A primera vista, el programa de gobierno prometido por Syriza dista mucho de ser revolucionario.

Se han comprometido a mantener un presupuesto equilibrado. Sus medidas de estímulo están encaminadas a la restauración de los niveles de vida básicos de la gente –volver a restablecer el suministro de electricidad, proporcionar ayuda alimentaria y refugio a los sin techo y programas de obra pública para hacer frente a unas tasas de desempleo del 25% de los adultos y un 50% de los jóvenes–.

Nada de esto es posible sin un acuerdo sobre la deuda. Extender los vencimientos y jugar con las tasas de interés no va a permitir el nivel de inversión que necesita la sociedad griega.

Pero la importancia de la renegociación de la deuda es mucho mayor que los programas de gasto para la que está diseñada para financiar. Es un desafío audaz a la visión dominante en Bruselas y Frankfurt de que los problemas de Grecia son solamente el resultado de los actores y factores griegos.

Con la elección de Syriza, el pueblo de Grecia está indicando claramente que los líderes políticos de los estados miembros del núcleo de la Eurozona y de las instituciones de la Unión Europea tienen tanta responsabilidad en la crisis económica como la de los antiguos líderes corruptos de la República Helénica.

Rechazan con razón la afirmación de que los programas de rescate de la UE son una forma de solidaridad desde el núcleo econó- micamente responsable hacia la periferia fiscalmente errante.

Demandan que el costo de la crisis económica corra a cargo de todos los estados miembros por igual.

Las repercusiones de esta demanda se extienden mucho más allá de la cuestión sobre si los líderes de la UE están dispuestos a tolerar una renegociación de la deuda a la baja. Es un desafío al consenso fiscal y macroeconómico que sustenta la Unión Europea desde el Tratado de Maastricht.

Aunque Syriza quiere claramente que Grecia permanezca en la UE y en el euro, cree también que ambos –la Unión Europea y el euro– tienen que cambiar radicalmente si alguna vez va a haber una recuperación social y económica justa y sostenible.

Es igualmente preocupante para Bruselas y Frankfurt que el nuevo gobierno griego ha dejado claro que no están dispuestos a jugar con las reglas trucadas del juego del poder de la UE, que trata a algunos estados miembros de manera más igualitaria que a otros.

Ha afirmado su derecho, como gobierno soberano elegido democráticamente, para tomar importantes decisiones políticas y económicas sin pedir permiso a la Comisión Europea.

Se movieron rápidamente para formar una coalición. Eligieron socios que no tenían ningún deseo de debilitar su oposición a la austeridad. Y nombraron ministros con sustancia y habilidad que pondrán a prueba el temple de sus homólogos en el Consejo Europeo.

Las privatizaciones de los puertos y del sector de la energía aprobadas por el gobierno anterior han sido paralizadas. Han sido anunciados planes para volver a dar trabajo a 15.000 trabajadores. Las promesas electorales de aumentar el salario mínimo y las pensiones han sido confirmadas. Los anuncios de política exterior de la Unión Europea han sido cuestionados.

Todo ello pone en evidencia que el gobierno tiene la intención de mantener sus promesas electorales.

De hecho, la velocidad de acción y la determinación del compromiso mostrado por Syriza en su primera semana de Gobierno ya ha comenzado a provocar una considerable inquietud en Berlín y Bruselas.

El escenario está listo para el desafío más importante al status quo de la UE desde su fundación. Como se juegue la batalla tendrá unas profundas repercusiones para la Unión Europea y los estados miembros, incluyendo a Irlanda.

Cualquier éxito de Syriza y del pueblo griego será un golpe no solo a la fallida política de austeridad sino también a aquellos gobiernos que con tanto entusiasmo la han defendido.

También nos dará ayuda a aquellos de nosotros que hemos defendido de que hay una manera mejor y más justa para salir de la crisis económica.

Abrirá también la posibilidad de un cambio de dirección para la Unión Europea, lejos del liberalismo social tecnocrático dominante desde la era de Delors, hacia un otro futuro más democrático e igualitario.

Dado todo lo que está en juego, no hay ninguna duda de que el stablishment político y económico en toda la UE desplegará considerables recursos para defender el status quo. Está será una batalla de proporciones como la de David contra Goliath.

En abril de 2012, el farmacéutico retirado de 77 años Dimitris Christoulas se suicidó disparándose delante del Parlamento griego. Su pensión había sido recortada drásticamente por el Gobierno siguiendo las instrucciones de la Troika. En su nota de suicidio escribió que «no veo ninguna otra solución que este fin digno a mi vida, así no tendré que encontrarme buscando entre la basura para poder subsistir».

Christoulas no era sólo una víctima de la austeridad promovida por los políticos en Atenas, Bruselas y Frankfurt. Fue víctima de la ausencia de esperanza.
El domingo pasado fuimos testigos de un retorno de la esperanza para el pueblo de Grecia. La pregunta para el resto de nosotros es ¿dónde estamos? En el lado de la esperanza o en el lado de los responsables de la muerte de Dimitris.

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