Eba Gonzalez de Heredia eta Raúl Gartzia
Colectivo de opinión Enbor Beretik

Tiempos nuevos

Los portavoces de Enbor Beretik valoran la actual situación política en el Estado español y en Euskal Herria, en la que las elecciones para el Parlamento Europeo han evidenciado tendencias como la situación de profunda crisis e intentos de reconducción del Estado; el empuje de fuerzas de izquierda estatales; y la confirmación de EH Bildu como referente electoral en Euskal Herria. Creen que todos los datos apuntan a que habrá que seguir con interés el próximo curso político, que hay que afrontar, dicen, evitando caer en inercias del pasado.

Ultimamente los Sanfermines marcan el límite del curso político. Pasados estos, la actividad política decrece hasta llegar casi al sopor, solo alterado por alguna serpiente veraniega. Atrás quedan los años del «Jaiak bai borroka ere bai», de marchas por alguna causa justa, con las que partidos y movimientos sociales aprovechaban el verano para seguir marcando ininterrumpidamente la iniciativa. Ahora, sin embargo, son tiempos nuevos, donde hasta los problemas se cogen vacaciones. Termina el curso y nos quedan los nueve meses pasados.

Un embarazo es lo que lleva durando la iniciativa catalana en su última expresión, desde que arrancó en la Diada, y que hasta hoy no ha parado de catalizar apoyos sociales, electorales, económicos, culturales... sin que la inactividad de Rajoy haya hecho mella en la reivindicación. Se acerca el reto de noviembre y, cuanto más cerca está, más débil es el Estado en Catalunya y más fuertes los independentistas. ¿Habrá consulta o elecciones plebiscitarias? ¿O adelantará Rajoy las elecciones españolas para hacer su propio plebiscito contra el independentismo catalán? De momento, solo son conjeturas sobre el eventual desenlace de ese conflicto. El tiempo lo dirá.

En Euskal Herria, el pasado otoño comenzó con juicios contra militantes de organizaciones ilegalizadas, y el próximo se prevé similar. Diversas instancias políticas especulan con la posibilidad de que el Estado dé por cerrado ese capítulo e inicie movimientos en política penitenciaria dirigidos a conceder ciertos beneficios a personas condenadas en sumarios anteriores. La absolución de los 40 jóvenes acusados de continuar la actividad de Segi se ha interpretado así desde diversos ámbitos.

Sin duda el Estado, si quisiera, podría adoptar esas u otras medidas, porque no es más que voluntad política. Pero sigue obstinado en presentar una realidad de confrontación violenta que no existe, y en aplicar políticas represivas de excepción presentadas como autodefensa. Por tanto, mientras le sirva para desacreditar el conflicto vasco va a seguir inmóvil y, por desgracia, las sentencias favorables de algunas instancias judiciales (la de Estrasburgo contra la «doctrina Parot» o la ya citada absolución de 40 jóvenes vascos) solo serán excepciones que confirmen la regla. En cualquier caso, hoy por hoy, el conflicto vasco no es el principal quebradero de cabeza del Estado español. Ni el segundo, ni el tercero. Este ha pasado a tener un lugar muy discreto en la agenda, casi desaparecido. Curiosamente, es el Gobierno quien lo desempolva de vez en cuando, precisamente para usarlo como tapadera para ocultar otros problemas más acuciantes.

Y es que pocas energías ideológicas y comunicativas se están gastando en resituar el conflicto en términos democráticos. Solo la puntual cadena humana de Gure Esku Dago ha llevado el conflicto a primera plana pero, de momento, es manifiesta la incapacidad de generar dinámicas políticas y sociales que hagan insostenible la posición del Estado.

En otro orden de cosas, la crisis económica no desgasta a la derecha gobernante, que asimila a mínimo coste la degeneración política y moral derivada de cumplir los mandatos de la Troika. Incluso la corrupción hace mínima mella, dada la incapacidad de la socialdemocracia de incidir en esta situación. Y paradójicamente, es la debilidad del PSOE lo que más daño hace al sistema político emanado de la Reforma Política de 1976.

El Estado trata de reconducir la crisis político-institucional regenerándose desde dentro. Queda por ver hasta dónde llegarán las reformas para recuperar la credibilidad social, pero llama la atención la contundencia con que ha actuado en la crisis de la monarquía, amortizando a Juan Carlos I cuando nadie lo esperaba. Sin duda, el cambio de rey invita a pensar en cambios de calado, en una nueva reforma del sistema articulado en la Transición. No obstante, para abordar esos cambios sin desestabilización es imprescindible un PSOE recuperado, ya que el desgaste de los partidos mayoritarios españoles dificulta los cambios en ciernes y, si se confirma el avance de la izquierda representada por IU y Podemos, los deja a merced de una eventual inestabilidad institucional tras las municipales de 2015.

El entramado político español está sumido en su mayor crisis desde la Transición, pero son tiempos desapasionados, de convencionalismos y apatía incapaces de motivar y activar cambios sociales. También aquí, en Euskal Herria. A diferencia de CiU en Catalunya, ni el desgaste del modelo político español ni la presión popular mueven al PNV, que se queda como estaba. La falta de definición estratégica que arrastra desde el fracaso del Plan Ibarretxe sigue sin pasarle factura, y así será mientras el contexto sea de calma chicha y falta de iniciativa en lo referido al conflicto.

En lo que se refiere a las recién celebradas elecciones al Parlamento Europeo, los resultados de EH Bildu le consolidan como referente electoral; no solo ha salvado la papeleta subiendo en votos en comparación con los resultados de hace cinco años (en condiciones más adversas por la izquierda abertzale, y sumando los votos de Aralar y EA), sino que también, gracias a los estrepitosos fracasos de PP y PSOE, ha tenido la suerte de cara para aumentar los porcentajes y aparentar un éxito más contundente. Y aunque su techo electoral es mucho más alto que el actual, ello le permite convertirse en la primera fuerza del sur del país y mirar con optimismo a las municipales.

Sin embargo, también es cierto que la consolidación electoral no se corresponde ni con la consolidación organizativa, ni con la implicación de la base social en campaña. Tampoco con la capacidad de reactivar el capital humano acumulado o de generar ilusión en la sociedad vasca con innovación política. También es dato a tener en cuenta la caída en picado del voto solidario del Estado, y que esta vez haya sido determinante la aportación proveniente de un socio «interesado» para poder lograr el eurodiputado, cuando además este ha estado más «barato» de lo esperado (en 248.573 votos).

Sobre el resto, llama la atención la debacle del voto constitucionalista y la fuerte irrupción de la izquierda alternativa española encarnada en IU y Podemos. Sumados sus votos podrían convertirse en la primera referencia estatal, por delante de PP y PSOE, y dar un nuevo impulso a la acumulación de fuerzas por el derecho de autodeterminación.

En definitiva, hay motivos para ver con interés el próximo curso político, pero en los tiempos que corren no nos podemos dejar llevar por inercias del pasado: ni políticas, ni comunicativas, ni organizativas; no son tiempos de convencionalismos ni de discursos ajados. La política sí interesa, pero no la del «todo por el pueblo, pero sin el pueblo». Se requieren mecanismos de participación, y con la ilusión y la pasión de nuestras razones hay que ofrecer fórmulas dinámicas y audaces para activar el protagonismo social en la vida política, en la relación con los cargos institucionales y en la toma real de decisiones. Hagamos que estos tiempos nuevos sean nuevas formas de hacer política.

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