Doctor Javier Araiz | Oftalmólogo del ICQO, Instituto Clínico Quirúrgico de Oftalmología

Abramos los ojos a la diabetes

Esta semana se ha celebrado el Día Mundial de la Diabetes. Una fecha que tiene como objetivo concienciar de la importancia de tomar medidas ante una enfermedad que afecta a 1 de cada 10 adultos de la población mundial. La diabetes, tanto de tipo I como de tipo II además trae consigo, en la gran mayoría de los casos, una complicación con el paso de los años, la retinopatía diabética, un daño progresivo que afecta a los vasos sanguíneos de la retina (la parte del ojo sensible a la luz) y que puede desembocar en ceguera.

No quiero ser alarmista, pero los datos están ahí. Se considera que el riesgo de ceguera en pacientes diabéticos es 25 veces superior al resto de población. De hecho, la diabetes es la principal causa de ceguera de personas en edad laboral en países industrializados, y responsable del 10% de nuevos casos de ceguera legal cada año. En concreto, cuando una persona tiene una visión por debajo de una agudeza visual de 20/200 (0,1), incluso tras una corrección con gafas o lentes de contacto, se considera que tiene una ceguera legal.

El tiempo de evolución de la diabetes, junto con la edad en el momento de diagnóstico, son los factores que más inciden en la prevalencia de la retinopatía. Además, el riesgo de que aparezca aumenta en las personas llevan más años conviviendo con su enfermedad, por lo que es fundamental las revisiones periódicas.

Y aunque es cierto que el desarrollo de nuevos tratamientos y cambios en el estilo de vida conducen a un mejor control metabólico de la diabetes, también es cierto que esto conlleva un aumento de prevalencia de aquellas complicaciones que requieren tiempo para desarrollarse, como es el caso de la retinopatía diabética. De ahí que no debamos bajar la guardia.

Las terapias disponibles hoy abarcan la fotocoagulación láser de la retina, la administración intravítrea de fármacos antiangiogénicos (capaces de inhibir el crecimiento de vasos anormales) y de corticoides y, por último la vitrectomía en casos seleccionados. Aunque estos tratamientos son eficaces y ayudan a frenar el desarrollo de la lesión, muchas veces no pueden contrarrestar el daño que ya se ha producido. La mayoría de los pacientes con retinopatía diabética permanecen sin síntomas hasta grados avanzados de la enfermedad. De ahí que para el control de la enfermedad, la derivación del paciente diabético al especialista para controles periódicos y un tratamiento temprano sea clave en su desarrollo. Y aunque las expectativas han mejorado sustancialmente en la última década, sólo así podremos contrarrestar las cifras que aún hoy tenemos sobre esta enfermedad.

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