Iñaki Bernaola Lejarza I Berango

Antonio Cubillo

Ya no están de moda las pintadas. Tal vez porque, aunque siempre han sido prohibidas por el Régimen, con los nuevos sistemas de vigilancia ahora es más fácil que te pillen haciéndolas. Antes había muchas.

Algunas, realmente, impactaban. Yo tengo un recuerdo imborrable de una que vi durante unas vacaciones en Lanzarote, allá por el año 1991. Estaba en un muro semiderruido, en medio de un solar vacío. Decía así: «Viva Don Antonio Cubillo».

Me impresionó porque, por encima de simpatía, afinidad o cualquier otra cosa, la pintada expresaba respeto. Respeto hacia quien, como es sabido, fue el máximo exponente del sentir independentista canario y, además, víctima del terrorismo español de Estado.

Y me vino a la cabeza la idea de que muchas veces hemos sido los propios independentistas vascos de izquierda quienes, adoleciendo de una frivolidad erróneamente entendida como progresismo, hemos contribuido a que nuestros líderes, tan merecedores del título de don, o de doña como cualquiera, hayan aparecido ante la opinión pública como menos consistentes que otros que, a no dudar, no les llegaban a la suela del zapato; ni en lo personal, ni en lo político, ni en o moral. Hace poco ha muerto Don Antonio Cubillo.

Hace menos tiempo aún una líder independentista, tan consistente o más que cualquiera de sus adversarios políticos, ha expuesto nuestro programa en el Parlamento. Valgan un respeto para él, y otro para ella.

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