Iñaki San Sebastián Hormaetxea

Ni contigo, ni sin tí…

La España que parece empeñarse en vivir bajo el paraguas de un PP cada vez más casposo, tiene un problema. Sin Cataluña dicen no ser nada y eso les quita el sueño. El dilema se le plantea a la hora de buscar la mejor fórmula capaz de evitar semejante ruptura. Si se les va este rincón de su España grande, pierden un auténtico tesoro. Si le retienen a la fuerza, quitándole la ilusión de vivir como una pequeña nación libre, se meten en un callejón sin salida. El autoritarismo judicial (Constitución) o militar (art. 8º), a la larga no conduce a ninguna parte. Si esto es así… ¿Cómo explicar tanto pánico a que la ciudadanía catalana ejerza su derecho a decidir libremente, en las urnas y mediante un referendo legal con normas pactadas? ¿Si juran y perjuran que la mayoría no es independentista, por qué no comprobarlo contando votos? Como no es fácil de entender semejante cerrazón, normal que a muchos de nosotros nos resuene la musiquilla del… ni contigo, ni sin ti, tienen mis males remedio…

A estas alturas, el dejarse atrapar en esta trampa, dentro de la Unión Europea, carece de sentido. España para ser, no puede depender ni de Cataluña, ni de Euskadi. Disminuir de tamaño no equivale a romperse y hasta puede llegar a ser beneficioso para todos. Se trataría de hacer las cosas bien, con solidaridad y máximo respeto a los derechos de todas las partes.

En fin, todos los días tenemos pruebas de que el sentir de los parlamentos catalán y vasco es claramente distinto del sentir del Parlamento español. Lo mismo podríamos decir de la ciudadanía catalana y vasca, en relación a la española. Cataluña y Euskadi no son una región española más, por mucho que se esgrima un texto constitucional. Yo rogaría a los políticos y periodistas madrileños que dejaran de una vez la política del avestruz. Va siendo hora de ir aceptando, sin complejos, la realidad de las naciones catalana y vasca, dentro de Europa. Empeñarse en cerrar los ojos a algo tan evidente complica la convivencia.

Todos los problemas tienen solución, si nos enfrentamos a ellos con realismo. Ahora bien, si nos empeñamos en refugiarnos en un España va bien, como si con esto se pudiera taparlo todo, las cosas se ponen cuesta arriba. Está bien aprovechar el viento de popa para repartir migajas con una mano, pero no tan bien el hacer trampas con la otra, poniéndose medallas inmerecidas. Ha sido un alivio el precio del petróleo, la bajada de los tipos de interés de la enorme deuda pública, etc. y también nos estamos beneficiando de un Mediterráneo incendiado que vuelca masivamente el turismo hacia la piel de toro. ¿Sabemos cuánto tiempo va durar este viento de cola? ¿Servirá para mejorar la estructura de la economía española? ¿Lo intentan aprovechar algunos para tapar alcantarillas? ¿Precisamente las que están dejando al descubierto la corrupción que campa a sus anchas en los aledaños del poder?

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