Eugenio Alvarez Lamata

No más guerra

La cuna de la cavilación estaba desierta. El mar rugía olas muertas. La arena del anfiteatro salpicada de carmín helado. El cielo se estremecía, pájaros de acero surcaban el aire denso. Las nubes lagrimeaban en silencio impotente.

El espacio invadido por un gélido gemido de olor a chamusquina. La ciudad está muerta, dormida o quizás anestesiada y sus ruinas pasarían a la Historia en medio de carros escupiendo fuego.

La vida se refugiaba en las esquinas, esculpidas a balazos ciegos. Una niña lloraba en silencio la ausencia de sus seres amados –sus pupilas perdidas en el firmamento fuego– vaciando su corazoncito en un suspiro del ayer.

Sabra y Chatila tres décadas atrás y guerras fratricidas entere hermanos embadurnan mi celuloide en el tiempo.  Las secuencias perros, gatos, borricos, niños ancianos y milicianos destrozados invaden mi retina.

El mundo vacacioneaba en el diván del silencio complice. La ONU volvía al anfiteatro como un sátiro genial. Los vampiros generales danzaban ebrios sobre las ruinas de la ciudad. Los ayatolás, Hezbolá, Isis, Hamas y demás cantaban alabanzas a sus mártires engatusados. El Assad de Siria servía el té sangriento, los jordanos escondían la vergüenza de la expulsión de sus hermanos Palestinos a Líbano, Septiembre negro estaba presente.

Sirios ocupando y masacrando a cristianos maronitas drusos azerís y todo aquel opuesto a las invasiones de occidente. El globo temblaba de impotencia y rabia contenida.

Afganistán el paso del gas, Irak y Libia el oro negro, Líbano el oro blanco de beber, el próximo será el sol Persa, el eje del mal será exterminado en guerras colaterales en la lejanía.

Me desperté columpiándome en la tela de araña, escuchando música Sefardí. Por un momento amanecí y quise olvidar. Una pesadilla zigzagueaba mi mente. Intenté soñar que paranoiaba. Me resistí a despertar, pero el silencio me carcomían no sería cómplice del olvido. Bombardeemos la guerra ciega y colateral con luces de pluma papel y sentimiento.

Hagamos el amor en paz, pero no en la de los muertos. David y Goliat mordisqueando el aliento del corazón. Esta guerra no ha acabado, el nuevo rey del pollo frito cacarea y sus hogueras humean vidas apagadas.

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