Javier Orcajada del Castillo

PISA desenmascara las fantasías

Los vascos creíamos que en lo referente a enseñanza no teníamos nada que envidiar a Finlandia, Hong Kong y países que son referencia. Pero el maldito Informe PISA es un jarro de agua fría que nos ha dejado helados. Sus resultados son objetivamente malos y lo peor es que vamos a peor y nos superan muchas autonomías perdidas por ahí. La Consejera declara asombrada que desconoce las razones de este fracaso y que los analizará. O sea que no tenía conciencia de que el nivel de aprovechamiento y capacidad de nuestra juventud es deficiente en. Los que serán nuestros líderes. Como somos tan ingenuos, creíamos que al dedicar un gasto tan elevado a la enseñanza, los resultados deberían ser consecuentes.

El problema reside en que el sistema de enseñanza es muy deficiente, pero eso ya era sabido desde siempre: los planes educativos han sido inconsistentes, se han cambiado con cada ministro y la cultura no ha sido valorada en nuestra sociedad: padres que se desentienden de los estudios de sus hijos, valoración competitiva del conocimiento de los hijos, etc, etc. Pero la realidad es que el fallo proviene de una deficiente capacitación de los profesores desde el nivel infantil hasta el universitario, pasando por el intermedio que es el crítico. No es que no sepan las materias, es que no saben enseñar porque no se les ha exigido aprenderlo. Carecen de vocación, pues el acceso al profesorado se basa en exámenes tradicionales de las diversas materias, pero sin evaluar su capacidad para impartir conocimientos a los alumnos. La enseñanza ha sido considerada un puesto de trabajo. No se han analizado sus capacidades psicológicas, de empatía, no tienen conciencia de que cada alumno es único y no se les puede someter a toda una clase a un programa único. Sobran materias de ciencias y exámenes y faltan psicólogos que controlen continuamente los progresos de cada alumno. Los psicólogos no pueden ser sólo un recurso para los problemáticos, tienen que tener más presencia en las clases y reducir la de los profesores, cuya misión es cumplir unos programas y evaluar a los alumnos en función de la lotería de los exámenes, un sistema aleatorio y temible al que se somete a jóvenes y que de cuyos resultados depende todo un curso.

PISA es un sistema de control objetivo que explica muchas de las deficiencias que acumula nuestra sociedad y que demuestra a padres, profesores, expertos en enseñanza y políticos, que el progreso como comunidad tiene que empezar por atribuir la máxima importancia a la enseñanza. Deberíamos de valorar PISA como un instrumento objetivo que nos haga reflexionar.

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