Xabier Pérez Herrero

¿Por qué a «los Jordis»?

Que en la línea de tiro político-jurídica de PP-PSOE-C's está situada la práctica totalidad de quienes desde distintos ámbitos políticos, institucionales, ciudadanos y hasta policiales, constituyen la espina dorsal del soberanismo catalán, es una obviedad constatada durante estos días.

Sin embargo, ante esta amplia gama de posibles víctimas de la represión en su forma más contundente (cárcel), la bestia político-jurídica ha puesto sus ojos en «los Jordis» (presidentes de ANC y Omnium) y no por azar precisamente.

En Catalunya es un hecho demostrado que el movimiento popular constituido en torno a la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y Omnium Cultural ha venido siendo el embrión organizativo que ha dado forma a todas las grandes movilizaciones ciudadanas. En concreto, ANC dispone de 80.000 socios (cifras de 2015, probablemente mucho mayores ahora mismo), de los cuales más de 40.000 eran socios de pleno derecho que pagaban cuota, y otros cerca de 40.000 colaboradores y simpatizantes. Se estructura en diez regiones que tienen representación en el secretariado autonómico. El 15 de marzo de 2017, la ANC dio a conocer lo que denominó "Propuesta de Ponencia de Hoja de Ruta", documento que contemplaba las posibles tácticas para conseguir la independencia de Cataluña y para el ejercicio de la soberanía de los Países Catalanes.

Respecto a Òmnium Cultural, hay que decir que es una entidad sin ánimo de lucro, de carácter cultural y político, creada en 1961, que trabaja para promocionar el uso de la lengua catalana, difundir la cultura y promover la independencia de Cataluña. Actualmente dispone de 38 delegaciones. Desde el año 2000 organiza cada 11 de septiembre la Fiesta por la Libertad ("Festa per la llibertat") para celebrar la Diada. Asimismo, el día 23 de junio, día de San Juan, coordina la Flama del Canigó.

Son, como queda claro en el relato anterior, un auténtico lobby de contrapoder soberanista de base que, merced a un riguroso trabajo de socialización y presencia en pueblos, ciudades y barrios, ha acabado por tejer y dar forma al autodeterminismo catalán «de calle».

Son aquellos a quienes recurren las fuerzas políticas soberanistas cuando de mostrar músculo movilizador se trata. Pero son, a su vez, quienes les van marcando la hoja de ruta
y, sobre todo, quienes les someten a un control ciudadano de facto para no bajar la guardia. Necesarios y molestos al mismo tiempo, esto último sobre todo para el sector más autonomista de la derecha nacionalista catalana, a quien el ejercicio de contrapoder citado dificulta el opaco trapicheo consustancial a sus particulares intereses económicos.

El propio PNV, través del lehendakari y otros, ya ha manifestado en más de una ocasión su malestar con este tipo de movimientos ciudadanos de base por, según él, «invadir el terreno propio y exclusivo de los partidos políticos, depositarios únicos de la representatividad democrática».

Como vemos, ir a por «los Jordis» es un movimiento represivo de calado que va mucho más allá de lo que aparenta dentro de la gama catalana de «victimables» que ahora mismo estarían en riesgo de seguir el mismo camino.

Criminalizar el movimiento ciudadano y aislarlo de la llamada clase política, para poder «maniobrar» con ella sin la, para algunos de ellos, «insoportable presión del pueblo llano».

Eso es lo que hay, queridas amigas y amigos de Facebook y creo que todas y todos los que defendemos esa misma estrategia de contrapoder trasladada también al campo sindical, social, etc., nos debiéramos de sentir concernidos al respecto.

Pues eso, ¡a la calle que ya es hora de manifestarnos a cuerpo!

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