Ante la necedad, concentrarse en el futuro y no recrear esquemas

Tras leer la entrevista a David Pla que hoy publica GARA, cualquier mandatario inteligente y sensato querría saber más, querría conocer de manera más directa qué es lo que piensa y propone este interlocutor de ETA, una de las personas que guió unida a la organización revolucionaria vasca al cambio de estrategia y al cese definitivo de su actividad armada.

Querría saber, por ejemplo, cómo piensa ETA que se podría acelerar el desarme, algo que cualquier ciudadano valoraría sin duda como positivo. Aunque solo fuese por curiosidad, le tentaría la oportunidad de confrontar con alguien que desde la cárcel, en tono sereno, solemne y sin fingimientos, en un lenguaje acorde con su responsabilidad, expone tan claramente cómo han funcionado las estrategias de unos y otros en este periodo, que adelanta qué se podría hacer para alcanzar escenarios de soluciones y sostiene la firme voluntad de su organización de llevar sus compromisos a buen puerto. Solo el orgullo o el ventajismo podrían inhibir ese deseo político natural de buscar un diálogo que avanzase en las soluciones y superase algunas de las dificultades de esta nueva fase histórica que afronta Euskal Herria.

Sería políticamente naif pensar que esto va a ocurrir sin más, que este mensaje constructivo tendrá una respuesta a la altura, que la mediocridad y la mala fe mostradas hasta ahora se tornará súbitamente en talento y que los estados español y francés o las autoridades vascas adoptarán un enfoque constructivo para resolver de manera justa las consecuencias del conflicto armado.
 
En todo caso no está de más preguntarse por la necedad política cuando sobre la mesa existen alternativas a actuar cerrilmente, opciones que supondrían beneficios objetivos para todas las partes, y especialmente para la sociedad vasca.

Estrategias para perdedores

El efecto más perverso de la concepción de «vencedores y vencidos» es que quienes la sostienen terminan por preferir perder a que el otro gane. Por no aceptar una estrategia «win-win» se favorece una «lose-lose», una en la que todo el mundo pierde.

Frente a la máxima del Estado que reza «pierdan toda esperanza», una de las conclusiones que cualquiera puede sacar de esta entrevista y de la historia de ETA es que no existe opción de que esto termine en rendición. Incluso desde las antípodas ideológicas se puede reconocer la perseverancia. La lucha armada fue posible durante tanto tiempo por el grado de apoyo social que tuvo, ese apoyo es el que ha capitalizado el cambio de estrategia y nadie en esa comunidad, ni sus dirigentes ni la base social, va a aceptar un esquema de rendición. Su tradición política tiene gran capacidad de cambio, pero ninguna de abandono.

Recrear la estrategia, no el pasado

Tal y como señala Pla, gran parte de la estrategia del Estado consiste en «recrear artificialmente el ciclo de la lucha armada» con el objetivo de «frenar la potencialidad que para propiciar cambios políticos y sociales tiene, en la lucha de liberación, el camino emprendido con el cambio de ciclo». La trampa esconde el antídoto: no reproducir esos esquemas del pasado y ahondar en las potencialidades emancipadoras de la estrategia.

Evidentemente, no es fácil encontrar las palancas que activen esas dinámicas políticas, que resulten multiplicadoras de compromisos y acelerantes de los tiempos, que construyan nuevas épicas y pongan del lado del pueblo la pendiente moral del debate público; que inventen nuevas fórmulas o como mínimo pongan en valor los logros parciales o estructurales en el camino por la justicia y la independencia de Euskal Herria.

En esta nueva fase histórica una parte importante del protagonismo político le corresponde a la sociedad civil. En asuntos como el desarme, los presos o las víctimas –también en temas como los refugiados o la violencia contra las mujeres–, se ha mostrado capaz de romper inercias, esquivar excusas y liderar iniciativas que concitan gran acuerdo social. En la medida en que escapa a su control, algunos dirigentes se resisten a acompañar ese liderazgo social. Buscan congelar el país, sin contemplar que se arriesgan a romper la cadena del frío y a que al descongelarse sea demasiado tarde para algunas cosas. Ante esa irresponsabilidad necia, frente a la dependencia, el impulso comunitario vasco debe encontrar vías para mejorar y emanciparse.

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