Atajar la desigualdad exige un giro de 180 grados

El informe del Laboratorio sobre Desigualdad Global revela que este es un fenómeno creciente en todo el planeta, sin excepción; la brecha entre ricos y pobres aumenta en todos los países mientras la clase media mengua, quizá inexorablemente. Sin embargo, esta lectura general admite grados y matices, pues el documento expone que la desigualdad no crece homogéneamente, y no lo hace por las distintas políticas aplicadas para la creación y distribución de la riqueza.

La relación entre sistema económico y desigualdad es conocida, ha sido teorizada desde hace siglos, pero no deja de ser llamativo, por ejemplo, el crecimiento exponencial de esta lacra en países como Rusia, China o India, que han ido sucumbiendo al mercado con diferente velocidad pero igual resultado. También merece un apunte la evolución dispar en Europa Occidental y EEUU, que partían de una situación pareja en 1980. Hoy, el gigante norteamericano muestra una mayor divergencia, con un 1% de la población acaparando el doble de riqueza que el 50% con menores ingresos. Una «cleptocracia», como la definió el economista Michael Hudson en GARA, basada en la estratificación educativa, un sistema tributario cada vez menos progresivo y un aumento de los rendimientos del capital. En la UE este crecimiento no ha sido tan acentuado, pero existe, y el problema es que el camino emprendido en los últimos años es el que ya han recorrido al otro lado del charco.

El informe señala asimismo razones para esa desigualdad y cita como principal la trasmisión de la riqueza del dominio público al privado, de modo que, siendo los países cada vez más ricos, sus instituciones son cada vez más pobres; así su capacidad de incidencia y de revertir la tendencia es menor. Es una constante, también en nuestro entorno más cercano. ¿Las soluciones? No son novedosas: progresividad impositiva, atacar la evasión fiscal y fijar empleos bien remunerados. Exactamente lo contrario a lo que estamos viviendo en nuestra propia sociedad.

Search