El Brexit como espejo de un proyecto débil

Un año después de que los británicos votaran en referéndum a favor de la salida de la Unión Europea, ayer comenzaron formalmente las negociaciones del Brexit. Doce meses que han agitado el panorama político en Gran Bretaña y la UE. Al cambio en el liderazgo de los conservadores siguió la rebelión de los laboristas contra su líder, que volvió a revalidar su apoyo popular. En Escocia se anunció un nuevo referéndum sobre la independencia,  mientras que en Irlanda crecía el temor por las consecuencias del restablecimiento de la frontera. Las elecciones anticipadas lejos de aclarar el panorama lo han complicado todavía más al perder los conservadores la mayoría absoluta y depender del DUP –un pequeño partido conservador del norte de Irlanda–, mientras que los laboristas refuerzan su peso y se enfrían las opciones de los escoceses.

Las vicisitudes políticas generadas por el Brexit en el resto de la Unión Europea no han sido menores. Los países grandes han apostado abiertamente por una Europa a varias velocidades, otorgando el certificado de defunción al proyecto neoliberal construido en torno a la moneda única. La globalización y las políticas de recortes sociales han acelerado un proceso que se ha llevado por delante a la socialdemocracia europea, lo que ha obligado a las élites a ensayar nuevas fórmulas políticas –como la de Macron en el Estado francés– ante el auge de la extrema derecha.

En el plano institucional la burocracia europea también juega sus cartas. La semana pasada presentó una modificación de un reglamento que puede terminar obligando a las cámaras de compensación que se encuentran en Londres a trasladarse a la UE. Amenaza velada antes de comenzar la negociación. Los discursos ponen en primer plano los derechos de los ciudadanos, pero en la práctica se toman decisiones que pueden considerarse que buscan una separación abrupta que sirva de advertencia a otros estados díscolos. Síntomas todos de un proyecto débil.

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