El lento declive del capital de la clase media

La crisis económica ha golpeado con fuerza a las clases populares pero, aunque se haya analizado menos, también ha tenido un importante efecto en las condiciones de vida de lo que se conoce como clase media. Aun siendo un concepto bastante escurridizo, tomando en consideración aspectos como el capital económico –patrimonio–, capital cultural –título universitario– y capital social –trabajo profesional–, se puede esbozar una definición de lo que esta clase media representa, de su composición y de sus aspiraciones.

La última década de continua crisis económica ha desgastado el capital acumulado por ese espectro social. La pérdida de valor de la vivienda familiar, la enorme losa de los créditos, la caída del ahorro, la merma de valor de los títulos universitarios o la cada vez mayor dificultad para ejercer un trabajo profesional acorde con los estudios tanto en el ámbito privado como en el público son algunos de los elementos que han empezado a quebrar y que se está llevando por delante los sueños y las aspiraciones que sostenían y daban sentido al Estado de Bienestar. Con todo, los cambios vienen de más lejos y la crisis económica no ha hecho más que acelerarlos. La obsesión por unas cuentas públicas saneadas, por las reformas laborales, fiscales y los recortes sociales no empezaron con la crisis y muestran una tendencia de fondo que busca adelgazar ese Estado de Bienestar, pero sus consecuencias afectan directamente a esa amplia clase media que ha sido también su soporte. Y precisamente aquellos que hacen de la estabilidad económica el principal valor son los que socavan las bases de esa clase media que les ha apoyado hasta ahora.

Quizás el golpe ha sido mayor en otros países de la Unión Europea que en Euskal Herria, pero en nuestro entorno resulta cada vez más patente la silenciosa desvalorización del capital acumulado por la clase media. Existe margen para implementar otras políticas, pero ha de ser desde criterios y presupuestos diferentes.

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