El uso espurio de la tecnología digital

La digitalización ha permitido simplificar y abaratar multitud de procesos que hasta hace poco eran complejos y caros. La medición del consumo de energía eléctrica es uno de ellos. Los contadores digitales permiten lecturas más exactas, así como la recogida y envío de datos sin operadores. Podría ser una herramienta útil para que las familias controlen su consumo energético y puedan plantearse estrategias de ahorro, con un evidente beneficio económico y medioambiental en la era del calentamiento global.

Sin embargo, movimientos ciudadanos y ayuntamientos de Ipar Euskal Herria han lanzado la voz de alarma. No parece que sea esa la intención de las compañías eléctricas. Sin que se hayan aclarado todavía los posibles efectos que puedan tener sobre la salud, está en marcha el proceso de implantación de los contadores digitales que aumentará la capacidad del oligopolio eléctrico para captar datos de sus clientes sin que estos puedan tener ningún control sobre ellos. Las compañías eléctricas dispondrán de amplia y valiosa información acerca de las costumbres de sus clientes que podrá ser vendida a empresas en función de los patrones que hayan podido detectar en su tratamiento.

La recolección de datos tan específicos entra en colisión con el derecho a la intimidad al dar a las compañías eléctricas posibilidades de conocer aspectos privados de la vida familiar que en ningún caso necesita para realizar el suministro. No obstante, la venta de esos datos personales –que los gobiernos están poniendo en manos de las compañías eléctricas con total impunidad– les puede proporcionar importantes ingresos adicionales.

En el sur de Euskal Herria el proceso es similar y, sin embargo, no ha suscitado mayor debate. La tecnología moderna abre las puertas a mejorar la calidad de vida de las personas, especialmente cuando su implantación es fruto del debate y el consenso social; en caso contrario termina convertida en instrumento de explotación y control.

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