Inteligencia política, tono y estrategias para un época febril

En estos tiempos convulsos e interesantes, el manifiesto, la campaña y los resultados de Jeremy Corbyn señalan, aunque sea tímidamente y sujeto a debate, uno de los posibles caminos de la izquierda occidental para dar la batalla política frente a la derecha reaccionaria. Evidentemente, estas elecciones se dan en un contexto particular: en la Gran Bretaña del Brexit, en plena crisis de la tercera vía iniciada por Blair y agotada por Cameron, con un malestar social inescrutable y voluble, en una crisis del sistema capitalista que profundiza permanentemente en los privilegios de una minoría y en las desigualdades, y siendo Londres un nodo central del neoliberalismo financiero, entre otras muchas cuestiones asociadas a la cultura política y al sistema electoral británico.

El contenido, los métodos y el tono de la campaña de Corbyn establecen prioridades, retos y debates pendientes comunes a toda la izquierda: la desigualdad como elemento definitorio del momento histórico, las consecuencias de las políticas de austeridad en los servicios básicos, la brecha generacional, la cuestión de la seguridad… Opciones sin zanjar pero ya encima de la mesa.

Asimismo, la confrontación dialéctica con los conservadores ha dibujado las fronteras de lo políticamente inaceptable, de lo humanamente insostenible, como la violación de los derechos humanos, la institucionalización del clasismo y la segregación o la crueldad con los desfavorecidos y con las víctimas del sistema.

En este sentido, la contundencia e indignación de Corbyn son sinceras, tienen un origen profundamente moral. También existe un cálculo político, no hay duda, pero no está disociado de esos valores, los contiene y los desarrolla en una agenda concreta y coherente. Corbyn no representa un populismo vacío y oportunista, es parte de un legado de lucha ejemplar, de una tradición revolucionaria, igualitarista y comunitaria.

Internamente, dentro del Partido Laborista, supone el triunfo de la perseverancia zurda frente al arribismo burócrata. También supone una seria reivindicación de los partidos como instrumentos centrales de la actividad política, aunque cojos si no son capaces de captar y articular los movimientos y las tendencias sociales.

Sin renunciar a ninguno de los preceptos que han guiado su carrera política, el equipo de Corbyn ha experimentado nuevas formas de politización, combinando experiencia comunitaria con nuevas tecnologías destinadas a la segmentación y a la eficiencia. Son terrenos en los que la izquierda tiene mucho que hacer, pero también una ventaja competitiva por su tradición militante –solo debilitada por una fuerte burocratización–, y por su capacidad tractora entre la juventud –que solo una nostalgia paralizadora puede inhibir–.

Una perspectiva revolucionaria

Coincidiendo con la campaña británica, en Donostia se daba cita una relevante delegación de la izquierda continental, dentro de los Study Days organizador por GUE-NGL. Su presidenta, Gabi Zimmer, expone hoy en una entrevista en GARA algunos de los retos presentes y futuros que tiene esta tradición política, junto con algunas de las lecciones que debe extraer de su pasado.

Por ejemplo, su autocrítica sobre la experiencia socialista, que ella vivió en primera persona, no se refiere a la falta de vigencia de ese proyecto político, sino a la incapacidad demostrada para sostenerlo, a los errores que permitieron su fracaso y el retroceso civilizatorio que supuso, el ciclo de perdida de derechos y pauperización de las clase populares que ha traído. La importancia que da Zimmer a la democracia como única manera de sostener un proyecto de esas dimensiones políticas es significativa. Plantea escenarios en los que se pueden dar alianzas o cooperación con otras tradiciones, como la socialdemocracia. También la necesidad de, en un mundo globalizado, desarrollar políticas, alternativas y proyectos a nivel regional, nacional, europeo y global. Es decir, recomponer el internacionalismo que ha caracterizado a la izquierda enfocándolo en los problemas más serios y en las aspiraciones más nobles que tienen las sociedades y las personas. Dentro de esto subraya también la desigualdad creciente, recuerda la realidad de las clases sociales y la necesidad de enfrentar esos problemas aquí y ahora, sin esperar a un deterioro de las condiciones que hipotéticamente facilite una revolución.

Este espíritu revolucionario debe recoger toda la inteligencia política mencionada, ese humanismo honesto, el análisis certero, el talento colectivo y aplicarlo en una estrategia inteligente e ilusionante. Casi nada, casi todo.

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