La ikurriña ondea libre en la Iruñea del cambio

La alegría y la emoción se extendieron ayer en Iruñea y buena parte de Euskal Herria tras el estallido de los sanfermines con el entusiasmo añadido de gran parte de los presentes en el chupinazo–más allá de la pataleta de las fuerzas del régimen– por la presencia de la ikurriña en el balcón del Ayuntamiento después de 35 años de veto. La inclusión de la ikurriña en el Consistorio junto con el resto de banderas oficiales no solo constata el respeto a todos los símbolos, algo ausente hasta ahora, sino que es el vivo reflejo del cambio que vive Nafarroa.

La nota discordante llegó una vez más desde la Delegación del Gobierno español, que no tardó en anunciar un recurso contra la colocación de la ikurriña. Un nuevo intento de criminalización que roza el ridículo y que no logró nublar la celebración que por fin pudo estallar con normalidad. Sin la necesidad de que ningún arrantzale desplegase la bandera que muchos sienten suya, sin tensión y sin la injustificada presencia policial de los últimos años. No solo eso, en la plaza consistorial también hubo lugar para enseñas como la griega o las banderolas en favor de la repatriación de los presos vascos. Que todo ello se haya producido desde el respeto, la inclusión y lejos de conflicto alguno debería ser motivo de alegría. Lo contrario solo demuestra la falta de talante democrático y la nula predisposición por una convivencia sana de quienes todavía no han asumido el anhelo de cambio manifestado por una clara mayoría de los navarros.

La transformación está en marcha y como todo proceso necesitará su tiempo, su dedicación. Las imágenes del inicio de los sanfermines de este año y el anterior muestran realidades bien distintas que hacen creer en ese cambio. La pluralidad reflejada ayer en la Casa Consistorial de Iruñea es parte de ello y la emoción y tolerancia con que se hizo posible serán el motor que propicie nuevos pasos. Avanzando de la crispación y el despotismo al respeto y a la libertad.

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