Sentido común y derechos frente a venganza ciega

Seis meses. Es la esperanza de vida que un perito nombrado por la Justicia francesa ha dado al preso gasteiztarra Oier Gómez. Este terrible diagnóstico debiera ser más que suficiente para que las autoridades francesas, sin mayor dilación y con su propia ley en la mano, dejen en libertad a Gómez para que pueda pasar este proceso cerca de sus seres más queridos.

Sobran los argumentos para defender la excarcelación inmediata de Gómez. Hay razones legales, hay razones humanitarias y, en definitiva, hay razones de puro sentido común. Solo una ciega sed de venganza puede llevar a alguien a oponerse a que una persona en la recta final de su vida pueda pasar sus últimos días junto a los suyos. Es lo que ha hecho una y otra vez el PP, también ayer, cuando sus diputados en las Juntas de Araba votaron en contra de una moción que reclama la excarcelación de Gómez y de otro preso alavés gravemente enfermo, José Ramón López de Abetxuko. La moción, igual que el texto similar impulsado por el Parlamento de Gasteiz el 30 de marzo, salió adelante con el apoyo del resto de fuerzas, capaces de dejar a un lado sus evidentes diferencias cuando la gravedad de una situación así lo requiere.

Existen mimbres para afianzar y ampliar estas mayorías, tal y como ha demostrado el reciente proceso de desarme de ETA, capaz de generar amplios consensos y un espectacular trabajo en común, sobre todo en Ipar Euskal Herria, pero también en el resto de territorios. No se trata de un cambio de cromos, ni de flexibilizar la situación de los presos a cambio del desarme, por mucho que insistan quienes prefieren vivir en esquemas del pasado. Se trata, al fin y al cabo, de aplicar el sentido común, los derechos humanos y la misma legalidad mil veces invocada. Se trata, en definitiva, de poner fin a una política penitenciaria vengativa que no tuvo que haber existido jamás y que una inmensa mayoría de la sociedad vasca, cada vez más amplia, está de acuerdo en que debe terminar.

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