Sueños rotos por la pobreza y la violencia

Los datos de Unicef y la Organización Internacional de las Migraciones ofrecen una imagen clara de la dimensión de la tragedia que rodea a las migraciones en el mundo. Destaca especialmente el hecho de que las personas migrantes muertas hayan aumentado un 23% este año, siendo el mar Mediterráneo el lugar del mundo donde se han registrado prácticamente el 80% de estos fallecimientos. Otro de los aspectos que sobresale es la gran cantidad de menores que, acompañados o solos, comienzan un peligroso viaje, huyendo de la pobreza y la violencia en busca de una vida mejor. Especialmente grave es el caso de Centroamérica, donde este año más de 26.000 menores han sido detenidos en la frontera de Estados Unidos y otros 16.000 en la frontera mexicana.

Los datos ofrecidos –aun siendo incompletos por las dificultades que entraña un registro de movimientos informales de población, muchas veces, además, fuera de la legalidad– muestran la enorme dimensión que han adquirido las tragedias relacionadas con las migraciones humanas en el mundo del siglo XXI. Los informes constatan que la gente –sean mayores o menores, en un continente o en otro– emigra huyendo de la pobreza y de la violencia que, como consecuencia de guerras o de bandas criminales, padece en sus lugares de origen. La cantidad de personas migrantes se ha convertido en uno de los indicadores más fidedignos de los conflictos y la violencia que asola el mundo. Conviene, asimismo, advertir que la dirección de las migraciones dibuja unas líneas claras en todos los continentes, que muestran la separación entre países que acaparan riqueza y los que acumulan pobreza e inseguridad, y que además nos interpelan directamente.

El informe de Unicef lleva por títulos “Sueños rotos” y refleja la miseria en la que moran millones de personas en todo el mundo, sin otro medio para aspirar a una vida mejor –sea cual sea la edad– que arriesgar la vida por caminos amenazadores ante la indiferencia general.

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